

En la Argentina, los que trabajamos en la economía formal pagamos dos jubilaciones: la propia y la de quienes están gozando de su merecido descanso. Esto hace que los productos que contienen más mano de obra sean los que más aportan –en términos relativos– para el sostenimiento de los fondos sociales, que benefician, además, a aquellos que jamás contribuyeron con un solo peso a las cajas de jubilaciones.
Un producto manufacturado proveniente de China, India, Paquistán u otro país, es más barato que en el mercado local porque las empresas de esos países no pagan seguridad social y el aporte que efectúan para el retiro de sus mayores es mínimo o inexistente. En la Argentina, en cambio, se paga sobre el salario de los trabajadores el 80% para cubrir estos gastos sociales, que termina por encarecer el producto final.
El ejemplo se puede ver claramente en la industria textil que, por el valor agregado que genera, es más sensible a este tipo de diferencias en sus costos. Los productos denominados truchos, producidos en nuestro país y que la gente adquiere en nuestras calles, se venden a un precio menor que en los comercios, porque no pagan estos sobrecostos, como la doble jubilación.
Brasil, como se anunció, le impondrá a los productos importados un impuesto del 9,25% caratulado como Pis, Pasep y Cofins, que equilibra el ingreso de mercaderías con las que se producen en su país, con la finalidad de que las importaciones aporten también a su seguridad social.
Desde el punto de vista argentino, esta medida genera barreras de entrada y nos produce cierto resquemor. Sin embargo, Brasil está convencido que hace justicia para con sus empresarios y sus trabajadores.
Propongo que la Argentina haga lo mismo. O por lo menos, que nuestras autoridades económicas creen un impuesto que sea proporcional al contenido de trabajo que entrañan nuestros productos. De este modo, también estaríamos haciendo justicia, asegurando el futuro de nuestros trabajadores y a los que han invertido y siguen invirtiendo en nuestras industrias. Y lo que no es menor, las empresas dejarían de vivir en la informalidad, para competir en igualdad de condiciones con los productos importados por estos países.
Para quienes sostienen que esta medida encarece las importaciones y sube el costo de vida de los consumidores habría que recordarles que en la década pasada el experimento neoliberal de consumir productos importados sin proteger a la producción nacional incrementó en forma fenomenal la deuda y provocó los problemas de desocupación que sufrimos en la actualidad. Y que será soportado por muchas generaciones de argentinos, algunos de los cuales ni siquiera han nacido.
En la Argentina es estratégico disminuir la desocupación a través del empleo formal. Los industriales debemos asumir la responsabilidad de invertir más y aumentar el empleo. A mayor defensa de la producción nacional, previsibilidad económica y estabilidad política, mayor debería ser nuestra responsabilidad social como empresarios. Debemos volver a ser una nación donde se recupere la vida digna del trabajador argentino.
El mundo real, no es el universo perfecto que estudiamos los economistas. Es por eso que Europa, Japón, Estados Unidos y el resto de los países desarrollados, limitan de un modo u otro la entrada de productos manufacturados considerados estratégicos para su desarrollo industrial y el crecimiento del empleo, liberando lo que no les interesa.
En estos países desarrollados, algunos economistas son contratados para argumentar y respaldar con números –que pocos comprenden– aquellas acciones que los estrategas políticos consideran más convenientes para ejercer su poder.
Por eso considero que el impuesto que el gobierno de Brasil aplicó a los productos importados, es correcto y un ejemplo que deberíamos imitar.











