El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio 'Lula' da Silva, ha nombrado a un civil para el cargo de ministro de Defensa, en un contexto de protestas frente a los cuarteles pidiendo la anulación de la elección y de malestar en ciertos sectores de las fuerzas armadas.

El nombramiento de José Múcio Monteiro -el primer civil en el cargo en casi cinco años- muestra la intención de Lula de reducir la influencia política que los militares ganaron durante el mandato de Jair Bolsonaro.

Los oficiales activos o retirados que ocupan cargos gubernamentales y ministeriales en el gigante sudamericano se duplicaron con creces hasta alcanzar los 6000 bajo el mandato del excapitán del ejército, que tiene a los militares como uno de los pilares de su movimiento nacionalista conservador.

Los partidarios de Bolsonaro argumentan que la presencia del regimiento ofrece un baluarte contra la corrupción que manchó al gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula. Pero para los críticos, ha supuesto una militarización progresiva del Estado brasileño.

"Las relaciones cívico-militares en Brasil sufrieron una tensión debido a la participación de militares de reserva y en servicio en las campañas y el gobierno de Bolsonaro, lo que no es saludable ni para la democracia ni para la disciplina en las fuerzas armadas", dijo Eduardo Munhoz Svartman, presidente de la Asociación Brasileña de Estudios de Defensa. "La tarea inmediata será sacar a los militares del escenario político".

El presidente entrante y su ministro de Defensa tendrán que andar con pies de plomo. Múcio es un político de carrera considerado una opción pragmática.

Miembro de un partido de derecha, ocupó un cargo en el gabinete en el anterior gobierno de Lula y, más recientemente, fue jefe de la autoridad federal de auditoría.

"La despolitización, y más aún, el apartidismo de las fuerzas armadas es absolutamente necesario para el país", le dijo Múcio a los medios de comunicación locales.

Como la nueva administración pretende reducir el número de oficiales en funciones civiles, tendrá la delicada tarea de establecer buenas relaciones con los generales de alto rango.

Tras la ajustada victoria electoral de Lula a fines de octubre, los bolsonaristas, que afirman -sin pruebas- que el escrutinio fue arreglado, han bloqueado rutas y acampado frente a bases del ejército, instando a la intervención militar para impedir que el progresista asuma un tercer mandato el 1 de enero.

Los manifestantes han denunciado a la corte suprema del país y al máximo tribunal electoral, acusándolos de fallos parciales contra la campaña de Bolsonaro. También calificaron como censura la represión judicial contra la desinformación en redes sociales.

"Están imponiendo un autoritarismo antidemocrático en nuestro país", dijo Jorge Lopes, de 61 años, que estaba entre cientos de personas vestidas con los colores nacionales amarillo y verde frente al comando militar del sudeste en San Pablo. "Queremos que el ejército recupere nuestros derechos. No sería un golpe de Estado, sino un contragolpe".

La violencia estalló en la capital, Brasilia, el lunes por la noche, cuando los agitadores incendiaron vehículos, intentaron tomar un edificio de la policía y se enfrentaron con las fuerzas de seguridad tras la detención de un manifestante pro-Bolsonaro, según informaron los medios de comunicación.

Aunque pocos en Brasil creen que exista un riesgo serio de un golpe de estado respaldado por los militares, sigue existiendo malestar por el grado de apoyo que el movimiento tiene entre algunos militares.

Esto se vio agravado por una carta pública firmada por los jefes del ejército, la fuerza aérea y la marina el mes pasado, que condenaba cualquier restricción indebida de los derechos de los manifestantes (así como cualquier "exceso" cometido por ellos) en términos cuidadosamente redactados.

Antes de las elecciones, Bolsonaro trató de conseguir el respaldo de los militares en sus afirmaciones de que el sistema de voto electrónico brasileño era vulnerable al fraude.

Aun así, los altos mandos no siempre han accedido a los intentos del presidente saliente de cooptar a las tropas para su beneficio político personal.

Una figura política con experiencia en el trato con las fuerzas armadas, que pidió no ser nombrada, dijo que habían sido "fundamentales para mantener la democracia" en los últimos tiempos.

Después de que el anterior ministro de Defensa fuera despedido el año pasado en medio de informes de crecientes tensiones con Bolsonaro, los comandantes de las tres ramas de las fuerzas renunciaron al día siguiente, en aparente protesta por los intentos del presidente de politizar a los militares.

"Bolsonaro trató de involucrar a las fuerzas en un proyecto autoritario, pero al final no lo siguieron", dijo el político.

La mayor preocupación son las bases, donde las posiciones reaccionarias de Bolsonaro en todoBrasil: el plan económico de Lula que desvela a los inversoresefensa., desde los valores familiares hasta la ley y el orden, resuenan con fuerza, dijo Svartman en la Asociación Brasileña de Estudios de Defensa.

"Hasta ahora no hay ninguna impugnación significativa de los resultados de las elecciones o de la legitimidad del presidente electo que provenga de los altos rangos. Los militares de alto rango, más razonables, esperan la vuelta a un papel más tradicional y menos destacado de sus servicios", afirmó.

"La novedad puede venir de los rangos inferiores, donde el bolsonarismo puede perdurar durante un tiempo", añadió.

Además de los reportes sobre el personal en actividad que participa en manifestaciones, incumpliendo el reglamento interno; otro punto son los oficiales de reserva del ejército, en su mayoría jubilados y de más edad.

Un grupo de más de 200 reservistas, incluyendo generales, firmaron recientemente una declaración solicitando la acción militar y condenando a al tribunal electoral, que el mes pasado rechazó un recurso legal del partido de Bolsonaro para revertir el resultado de las elecciones.

Lula se ha mantenido optimista, diciendo que es una figura conocida para el mando militar debido a sus dos gobiernos anteriores, entre 2003 y 2010. Sin embargo, insistió en que Brasil volverá a la "normalidad en las relaciones entre las fuerzas armadas y el Gobierno".

Dada la falta de fuertes lazos del PT con los militares y la antipatía entre los conservadores hacia el partido de izquierda, se espera que Múcio sea un interlocutor hábil. El vicepresidente de Bolsonaro y exgeneral, Hamilton Mourão, dijo que debería ser bien considerado por sus camaradas.

"Tiene un perfil discreto, moderado y con fama de buen negociador. Son aptitudes importantes", afirmó Vinicius de Carvalho, profesor del departamento de estudios bélicos del King's College de Londres.