El presidente Barack Obama se encuentra frente a una inmediata prueba de liderazgo, y no sólo porque debe superar las divisiones entre demócratas y republicanos que han paralizado Washington. El mayor desafío será reavivar el espíritu optimista en una nación golpeada por la crisis financiera global.

Lo que en este momento necesita Estados Unidos es confianza, aseguró un CEO de Wall Street. Están todos los ingredientes para obtener una recuperación pero necesitamos previsibilidad y un fuerte liderazgo ejecutivo, agregó.

Estas elecciones serán recordadas mayormente como un referéndum sobre la gestión económica, y si no sobre la filosofía total del gobierno. Habiendo heredado la economía en crisis, Obama rechazó los recortes a los impuestos regresivos y la desregulación; y recurrió al endeudamiento del gobierno y la intervención estatal a una escala no vista desde los años treinta. Al igual que Franklin Roosevelt, Obama buscó salvar al capitalismo de si mismo.

Pasaron cuatro años y los precios de las viviendas dejaron de caer y los consumidores norteamericanos empezaron a gastar nuevamente. Pero pese a que el índice bursátil S&P subió 13,6% en lo que va del año, está faltando el espíritu optimista y las empresas demoran las inversiones. Según algunos cálculos, las grandes compañías del país tienen u$s 1.700 millones en sus balances a la espera de ser invertidos.

Muchos sostienen que las inversiones por parte de las empresas están detenidas debido al abismo fiscal, la crisis presupuestaria que enfrentará EE.UU en el mediano plazo. Sin una resolución antes del 1 de enero, entrarán en vigencia automáticamente recortes del gasto y aumentos de impuestos que podrían colocar al país en otra recesión.

El problema es que Norteamérica está creciendo a sólo 1,5% a 2%, señaló el CEO de un importante banco del país. No estamos acostumbrados a eso. Necesitamos un cambio en el patrón de crecimiento, creando puestos de empleo en la construcción y reteniendo trabajadores.

Lo que pone doblemente nerviosos a los inversores es la combinación de abismo fiscal y la posibilidad de que regrese la crisis de deuda soberana en Europa, debido a un alza en los costos de endeudamiento para España e Italia.

En la sesión pos-electoral del Congreso, la confrontación entre demócratas y republicanos podría repetir la crisis del verano de 2011. En aquel entonces, el Congreso demoró la decisión de elevar el techo de la deuda y Estados Unidos fue despojado de su codiciada calificación triple A, que aparentemente es la garantía de que sigue siendo una superpotencia.

Obama espera que un segundo mandato ponga fin al frenesí de la oposición Sin embargo, Obama careció del poder de seducción de un Bill Clinton. Su fría lógica ganó amigos cercanos en el Capitolio, donde los legisladores y senadores se muestran más susceptibles a la política de recompensas, saludables dosis de halagos y un buen cigarro cubano.

Hace veinticuatro años, mientras finalizaba la Guerra Fría, James A. Baker, el cauto secretario del Tesoro y futuro secretario de Estado, acuñó la frase inseguridad económica para la campaña de George H.W. Bush. De hecho, la presidencia de Bush estuvo dominada por la seguridad nacional.

En los próximos cuatro años, salvo que haya una crisis externa inesperada, los norteamericanos probablemente estén preocupados por la inseguridad económica mientras al mismo tiempo se esfuerzan por mantener su superioridad en una economía global, donde el conocimiento de avanzada es generalizado y la mano de obra de bajos costos está fácilmente disponible.

Sin embargo, Estados Unidos en muchos aspectos está lejos en mejores condiciones que Europa. Gracias a las administraciones de Bush y Obama, el país ha recapitalizado su sistema bancario. La revolución del gas no convencional está disminuyendo abruptamente los costos de la energía y abriendo paso a un renacimiento de la industria fabril. Al sur, el México de bajos costos compite cada vez más codo a codo con China; al norte está Canadá, país muy rico en energía. Soy increíblemente optimista en cuanto a Estados Unidos, concluyó el CEO de Wall Street.