
Llego a Dharamsala, el hogar del líder espiritual exiliado del Tíbet, el Dalái Lama, cansada después de viajar toda la noche en tren desde Nueva Delhi y dos horas en auto hasta los Himalayas. El día está gris y lluvioso, pero el ánimo festivo acompaña a una multitud que se dirige al Templo Tsuglagkhang, donde el Dalái Lama está dando un curso de tres días sobre un texto budista del siglo XIV acerca del camino a la iluminación.
De pronto me encuentro entre un grupo de refugiados tibetanos, indios y occidentales - devotos y curiosos - abriéndose camino hacia el templo por una callecita llena de recordatorios del descontento tibetano bajo el régimen chino. Un cartel enorme que reza "La vida por el Tíbet" rinde honor a los más de 100 tibetanos que se inmolaron en los últimos dos años en protesta contra la represión en su tierra natal, muchos de los cuales usaron sus últimos suspiros para pedir el regreso del Dalái Lama.
En el interior del templo, el XIV Dalái Lama, venerado por muchos tibetanos como un dios viviente y una manifestación del bodhisattva de la compasión, está sentado sobre un trono elevado, con un Buda dorado detrás de él y un mar de gente a su alrededor. En el piso, sentados con las piernas cruzadas, hay monjes vistiendo túnicas rojas, monjas con sus cabezas afeitadas, ancianos con rosarios en sus manos y familias con niños usando trajes tradicionales. Los que no tienen una vista directa, miran a su líder espiritual en televisores con pantalla plana.
Los extranjeros - entre los que hay estadounidenses, europeos, coreanos y japoneses - completan la multitud. Esto demuestra cómo el Dalai Lama, quien al exiliarse era el líder prácticamente desconocido de un país aislado, se hizo conocido a nivel global, con más de 8 millones de seguidores en Twitter y acólitos famosos tales como el actor de Hollywood Richard Gere.
Al analizar la "Canción de las etapas del camino a la iluminación", el líder espiritual tibetano demuestra el universalismo que lo ha convertido en un profeta popular en una era secular. Insta a evitar los 10 actos no virtuosos del budismo - matar, mentir, robar, crear intrigas divisorias entre ellos - pero observa que alejarse de dichas acciones no es una práctica exclusivamente budista. "Si las personas son cristianas, puede ser una práctica cristiana; si son musulmanas, puede ser una práctica musulmana y si son budistas, puede ser una práctica budista", dijo el Dalái Lama.
Unos días después, me dirigí a la casa del Dalái Lama, esperando hablar con el ganador del Premio Nobel de la Paz no sobre espiritualidad, sino acerca de algo más temporal - la difícil situación de la población tibetana en China y la posibilidad de que haya más libertad religiosa y política bajo el régimen del nuevo líder del gigante asiático, Xi Jinping.
La represión en el Tíbet evita que se repitan las protestas masivas que tuvieron lugar en marzo de 2008. Pero la reciente ola de auto-inmolaciones deja ver la desesperación que subyace a la aparente calma tibetana. Las autoridades comunistas rápidamente borran todos los rastros de estos suicidios - y aquellos que divulgan información sobre los mismos son sometidos a duros castigos. Pero las inmolaciones han captado la atención a nivel mundial y esto parece inquietar a los líderes de Beijing.
Me advirtieron que el clérigo budista puede mostrarse reacio a responder preguntas sobre política. En el sendero que conduce a su casa, el Dalái Lama recibe alrededor de 20 visitantes, algo que hace regularmente cuando está en Dharamsala.
Después de que él ingresa, me acompañan a una sala de recepción, donde me espera el Dalái Lama. Toma mi mano cálidamente y me lleva hasta un sofá, mientras que él se sienta en una silla junto a mí. Sus dos secretarios privados y un traductor también están presentes. Insegura de cómo comenzar una entrevista con un Bodhisattva - una persona que ha logrado la iluminación pero no ha entrado en el nirvana para ayudar a otros - empiezo como acostumbro, entregándole mi tarjeta.
Pero lo que en realidad me interesa es si el sufrimiento de los 6 millones de tibetanos étnicos que habitan la llanura tibetana - que están siendo sometidos a una fuerte presión para integrarse a la sociedad china - se reducirá o llegará a su fin pronto. Le pregunto cómo interpreta las señales contradictorias de China - pedidos de cambio y represión simultáneamente.
"Al igual que mucha otra gente - confundido", se río. Luego habló de las "eras" de la China comunista: la era de la ideología excesiva e "irrealista" de Mao; la introducción del "capitalismo en un país socialista" de Deng Xiaoping; los cambios que provocó Jiang Zemin para permitir que el Partido Comunista representara tanto a los empresarios adinerados e intelectuales como a la clase trabajadora y, finalmente, la búsqueda de Hu Jintao de una "sociedad armoniosa" en medio de fisuras sociales y económicas cada vez más profundas.
"Al analizar estos hechos, vemos que el mismo partido - un sistema totalitario - tiene la capacidad de adaptarse a nuevas realidades", concluyó el Dalái Lama. Sin embargo, el intento de Hu de lograr una sociedad armoniosa más o menos fracasó. El método para fomentar la armonía [fue] a través del control estricto y el uso de la fuerza. Ese es el error. Lógicamente, la armonía debe venir del corazón una armonía basada en la confianza. Apenas se recurre al uso de la fuerza, se crea temor. Temor y confianza no van de la mano", señaló el líder espiritual.
Entonces, ¿cree el Dalái Lama que los líderes de China ahora están más dispuestos que antes a negociar con él las condiciones en el Tíbet? Hace tiempo que desde Beijing lo acusan de abogar de manera encubierta por la independencia de cerca de una cuarta parte de la masa continental de China, a pesar de su insistencia en que solamente quiere la autonomía de los tibetanos étnicos que viven en ese país. Los más intransigentes creen que la religiosidad y la identidad tibetanas, así como también la resistencia que opone el pueblo tibetano ante Beijing se desvanecerán cuando el monje, ya de edad avanzada, desaparezca del mapa.
"Soy optimista", afirmó el Dalái Lama. "Me quieran o no, el problema del Tíbet existe. No solo es un problema del Tíbet, sino también de la República Popular de China. Ellos deben resolverlo. El uso de la fuerza fracasó. Ahora deben implementar una política que respete la cultura tibetana y al pueblo tibetano", dijo el Premio Nobel de la Paz.
Traducción: Natalia Alvarez










