
Este no es el tipo de campaña electoral que el Ayatollah Ali Khamenei tenía en mente. Cuatro años después de insistir en otorgarle a Mahmoud Ahmadi-Nejad un segundo mandato como presidente, aún a expensas de provocar las peores tensiones sociales desde la revolución islámica de 1979, el líder supremo de Irán sin duda esperaba una carrera más tranquila.
En un momento en que se profundiza el descontento en Irán (una mezcla de sanciones internacionales e incompetencia del gobierno está agravando los problemas económicos), el Ayatollah Khamenei imaginaba un 14 de junio en el que fieles al régimen compitieran en elecciones y surgiera un ganador seguro.
Pero ahora surgieron dos comodines que han confundido los intentos del régimen de orquestar la votación.
El primero es el ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani, que es pilar del régimen islámico pero también fue un impulsor tras bambalinas del Movimiento Verde, la oposición reformista que fue brutalmente aplastada en 2009. Dos de los hijos de Rafsanjani en los últimos tiempos cumplieron sentencias de prisión (su hijo Mehdi por supuestos sobornos y su hija Faezeh por supuestamente hacer propaganda contra el régimen). Y el ala dura le había advertido que se mantuviera alejado de la carrera electoral.
En el otro extremo del espectro político, otro candidato anti establishment, Esfandiar Rahim-Mashaei, un estrecho asistente y pariente de Ahmadi-Nejad, también se registró como candidato. No oculta sus opiniones anti clericales y su función sería extender el liderazgo del titular una vez finalizado su segundo y último mandato.
Quedará claro en los próximos días si esas candidaturas sobrevivirán al riguroso examen del Consejo Guardian.
Será más difícil descalificar a Rafsanjani, que después de todo el año pasado fue nuevamente designado por Ayatollah Khamenei para otro importante organismo del régimen, el Consejo de Conveniencia.
Mucho más sencillo será eliminar a Mashaei, cuya nominación como vicepresidente realizada por Ahmadi-Nejad recibió el rechazo del líder supremo. Pero también el líder se beneficiaría manteniendo en carrera a los dos, con la esperanza de que dividan el voto anti-establishment.
Dado que ambos hombres saben que el líder supremo no está contento con sus candidaturas, la decisión de registrarse el fin de semana refleja el debilitamiento de la autoridad de Ayatollah Khamenei
En vez de servir a su propósito de renovar la legitimidad de la teocracia iraní, las elecciones se han convertido en el único medio para desafiarla. En realidad, en cuanto se reinstaló Ahmadi-Nejad, en lo que la oposición aseguró fue una elección arreglada en 2009, se convirtió en un problema para el líder supremo. Enseguida le hizo frente y buscó formar su propia base de apoyo independiente dentro del régimen.
Muchos analistas suponen que habrá fraude en la votación si es necesario para que la victoria sea para un fiel al régimen.
Pero eso podría tener un costo mayor que hace cuatro años, y marcar otro capítulo hacia la gradual autodestrucción del propio régimen.











