Después de sufrir una de las peores catástrofes del mundo por Covid-19, Brasil se está recuperando con un fuerte descenso de las muertes y una campaña de vacunación masiva, al tiempo que refuerza su capacidad de fabricar vacunas contra el coronavirus.
Durante una devastadora segunda ola de infecciones a principios de este año, el país más poblado de América latina fue el epicentro del brote mundial, con un máximo de más de 4200 muertes en 24 horas registradas en abril.
Pero desde entonces las muertes diarias por la enfermedad han descendido a menos de 200 en el promedio de siete días móviles, y la tasa por cada 100.000 habitantes actualmente es inferior a la de Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido.
"Brasil está saliendo de su pesadilla y la principal razón de ello es nuestro alto nivel de cobertura de vacunación", dijo José Gomes Temporão, investigador y exministro de Salud.
Los críticos del gobierno dicen que el progreso es a pesar del presidente Jair Bolsonaro, quien una vez desestimó la enfermedad respiratoria como "una pequeña gripe" y ha sido acusado de manejar mal la crisis. El líder de extrema derecha se opuso a los confinamientos en favor de mantener la economía abierta, despreció los barbijos y ha expresado su escepticismo hacia las vacunas contra el Covid-19.
En cambio, señalan un sólido sistema de salud pública y una base científica, así como iniciativas de la sociedad civil y las empresas para apoyar el programa de vacunas con donaciones de equipos.
Tras un comienzo lento y una escasez inicial de suministros, el 64% de los 213 millones de habitantes de Brasil están ya totalmente vacunados, lo que supone una cifra muy superior a la media mundial del 44% y el segundo puesto entre los diez países más poblados. El número de dosis administradas es el cuarto mayor de todos los países, según la base de datos Our World in Data. Más de tres cuartas partes de los brasileños han recibido al menos una dosis.
Las mejoras han permitido vislumbrar el posible fin de una calamidad que se ha cobrado 615.000 vidas hasta la fecha, el segundo mayor número de víctimas de la enfermedad después de Estados Unidos, o el décimo en términos per cápita.
"Brasil ha sido uno de los casos perdidos y con peores resultados a lo largo de la pandemia. Ha sido casi un ejemplo de lo que no se debe hacer en el caso de Covid", dijo Lawrence Gostin, profesor de derecho sanitario mundial en la Universidad de Georgetown. "La vacuna parece ser la caballería y ha venido a salvar el día".
En la ciudad amazónica de Manaos, donde los pacientes se asfixiaron por falta de suministros de oxígeno a principios de este año, la enfermera Thatyana Borges Machado ha notado un cambio notable. "Hoy ya no vivimos el caos", dijo. "Las consultas han vuelto a la normalidad".
La aceptación generalizada de las vacunas ha desempeñado un papel importante. Una encuesta del Banco Mundial y la ONU reveló que sólo tres de cada 100 brasileños no tenían intención de vacunarse, la tasa más baja de América latina y el Caribe, donde la media era del 8%.
Contrasta con Bolsonaro, que ha jurado no vacunarse y el año pasado bromeó con que la vacuna de Pfizer-BioNTech podría convertir a los receptores en yacarés. Un video en el que el excapitán del ejército afirmaba que las vacunas contra el Covid-19 estaban relacionadas con el desarrollo del sida fue retirado recientemente de Facebook y YouTube.
"La forma en que [Bolsonaro] condujo todo este proceso, es una suerte que Brasil tenga una historia de políticas de inmunización, de creencia en la ciencia y en las vacunas", dijo Eduardo Paes, el alcalde de Río de Janeiro. "Comenzó en los años '70, durante la dictadura militar, y a partir de ahí se creó una cultura".
La arraigada confianza proviene de una infraestructura sanitaria pública que produce y administra decenas de millones de inyecciones cada año contra enfermedades como la gripe, la fiebre amarilla y la meningitis, en un territorio del tamaño de un continente.
Mientras Bolsonaro promovía remedios no probados, como la hidroxicloroquina, y Brasilia paralizaba la realización de pedidos a Pfizer por la preocupación de los términos contractuales, los establecimientos biomédicos estatales actuaban para garantizar la disponibilidad de reservas de vacunas contra el Covid-19.
Una asociación entre el Instituto Butantan de São Paulo y la empresa farmacéutica china Sinovac entregó lotes que fueron los primeros en administrarse en enero. Aunque los ensayos locales mostraron una eficacia global relativamente baja, de poco más del 50%, sus defensores dicen que la vacuna CoronaVac fue un puente vital en un momento de necesidad.
Desde entonces ha sido superada en Brasil por las vacunas de Pfizer y Oxford-AstraZeneca. Esta última es producida por la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) en Río de Janeiro. En virtud de un acuerdo suscrito el año pasado, el Ministerio de Salud asumió el riesgo financiero de las primeras compras a AstraZeneca antes de que se completaran los ensayos finales.
En total, el gobierno dice que se han pedido 600 millones de dosis de diversas vacunas. Sin embargo, Carla Domingues, antigua coordinadora del programa nacional de inmunización del país, criticó su actuación como "no adecuada".
"Se retrasó la compra de vacunas y no se coordinó el proceso", dijo. "Si [las dosis] hubieran llegado antes, habríamos tenido muchas menos muertes".
Domingues advirtió que la campaña aún no había terminado y destacó las disparidades regionales. "Tenemos que ver si el 80% de la población brasileña se vacuna en todos los municipios y no sólo en algunos".
A favor de Brasil está el fortalecimiento de la capacidad de producción nacional, que disminuirá la necesidad de importar insumos y dosis terminadas de vacunas. Fiocruz ha recibido una transferencia de tecnología de AstraZeneca que le permite producir desde cero la esencia de la inmunización, conocida como ingrediente farmacéutico activo o API, por sus siglas en inglés.
Mientras se debate sobre la desigualdad de las vacunas entre las naciones ricas y las pobres, Brasil podría ayudar a paliar la escasez internacional. Un fabricante local empezará a producir el año que viene las vacunas de Pfizer-BioNTech para América latina.
Aunque el Instituto Butantan no tiene actualmente más contratos nacionales para CoronaVac, tiene la intención de empezar a fabricar el API el año que viene con la mirada puesta en los acuerdos de exportación. Sus científicos también están desarrollando una vacuna propia destinada a la venta en el país y en el extranjero.
En cuanto a la nueva variante Ómicron, la inmunidad de Brasil se pondrá a prueba en las reuniones sociales durante los feriados por Navidad. Los indicadores de transmisión se estabilizaron en la última semana tras las recientes caídas, según los investigadores de Fiocruz. Varias ciudades, entre ellas Río y São Paulo, han cancelado las celebraciones oficiales de Nochevieja como medida de precaución.
La combinación de inmunidad natural y de vacunación resultante de una gran cantidad de casos es una "ventaja comparativa" para Brasil, dijo Gostin, pero añadió que era "demasiado pronto para declarar la victoria".
"El hecho de que ahora tenga una epidemia relativamente estable no significa que no vaya a repuntar con las nuevas variantes, o simplemente con las olas naturales de Covid que han llegado al mundo".
La presidencia declinó hacer comentarios.
