
Todos saben que el desempleo alto implica un mercado laboral poco saludable. Pero ¿el empleo elevado implica que un mercado saludable?
Este año más personas tienen trabajo en el mundo desarrollado que en el alegre 2007 antes de la crisis financiera. Los pronósticos para el año próximo muestran un repunte del empleo en casi todos los países de la OCDE. Sin embargo, hay una ola de descontento popular con la economía y cómo ésta funciona. Los economistas tiene problemas con la disonancia entre sus estadísticas y el ánimo en las calles.
Las organizaciones como la OCDE usan las tasas de empleo y el desempleo para evaluar el desempeño del mercado laboral. Pero el número de trabajos no nos dice nada sobre su calidad, seguridad, perspectivas o justicia.
Este año la OCDE estrenó un nuevo barómetro del éxito del mercado laboral. Tiene nueve indicadores: tres para la cantidad de empleos, tres para su calidad y tres para su "inclusión". La mediciones son rigurosas y precisas y los resultados, reveladores. Es como observar a los mercados laborales del mundo en tres dimensiones en vez de en dos.
Algunos ángulos captan la luz. El primero es la conexión entre las tasas de empleo y los ingresos bajos. La OCDE se ocupa de la medición de la "inclusión", razonando que un país con un mercado laboral saludable no tiene demasiada gente amontonada al fondo.
Como es de esperar, la tasa de ingresos bajos varía marcadamente entre los 35 países de la OCDE. Islandia está sola en un extremo (4,6%) y España en el otro (16,5%). Y existe una fuerte correlación negativa entre las tasas de ingresos bajos y los índices de empleo.
En general, los países con mucha gente trabajando tienen menos con salarios bajos. Pero no en todas partes. EE.UU. tiene niveles finlandeses de empleo pero niveles griegos de bajos ingresos. Esa es una estadística alarmante. España y Grecia sufrieron una elevada desocupación después de la crisis de la eurozona, que está empezando a ceder; es decir, tienen todavía terreno por recuperar.














