

Tras un largo día de entrenamientos en la subsidiaria de la compañía en Finlandia, los gestores dejaron la sala de reuniones y comenzaron a organizar el próximo evento, para nada corporativo: el sauna. Al recibir una invitación para un happy hour de los colegas finlandeses, los brasileños sintieron en la piel, por un instante, lo que significa ser extranjero en una empresa cuya cultura es muy diferente a la suya.
Cristian Gut, alemán expatriado en Brasil, se sorprendió con la invitación, pero está acostumbrado a lidiar con cosas poco comunes todos los días en el territorio verde-amarillo de la corporación. Son detalles -como cantar feliz cumpleaños en el horario de trabajo a un compañero- pero que pueden generar cierto malestar en los recién llegados. Mi primera preocupación cuando llegué a Brasil fue aprender el idioma. Con el tiempo, percibí que mis dificultades de comunicación no pasaban por el portugués, sino por la relación personal y profesional, afirmó.
Cuando explicaba que un proyecto tenía problemas y precisaba ajustes, por ejemplo, Gut percibía una reacción negativa en su equipo. Me parecía muy extraño la forma en que las personas recibían la información, contó. Después, descubrió que necesitaba una comunicación más indirecta con los brasileños, destacando algún rasgo positivo incluso a la hora de señalar errores y sugerencias de mejoras.
Para adaptarse al ambiente de negocios brasileño y minimizar posibles choques culturales, el ejecutivo recurrió al coaching. El proceso, que duró entre cuatro y cinco meses, contribuyó a que comprendiera mejor las particularidades de la cultura corporativa del país y preparase un plan de carrera dentro de ese escenario.
A pesar de contratar un coach, el ingeniero conoce Brasil hace diez años. En 2002 estuvo por primera vez en el país, como pasante en una empresa alemana de automatización industrial. En 2008, dejó el puesto de gerente de operaciones en la compañía para hacer un master en Londres. En 2010 volvió a Brasil y, de inmediato, asumió el cargo de gerente de proyectos en Vista Consulting. "El coaching fue importante para que comprendiera mejor a mis colegas brasileños. Hoy, puedo reflexionar más sobre mi comportamiento y la reacción de los otros", dijo.
La tendencia es que la presencia de ejecutivos como Gut se torne más común en el ambiente corporativo brasileño, lo que demanda una preparación de parte de las corporaciones. Solo en el primer semestre de este año, la cantidad de visas permanentes, concedidas a extranjeros que vienen a Brasil a ocupar cargos de dirección, aumentó 36,7% ante el mismo período del año pasado, según datos del ministerio de Trabajo y Empleo (MTE).
El escenario se justifica, en parte, por la crisis internacional y por la disputa de talentos en el país. Además, las inversiones previstas para los próximos años, empujadas por el Mundial de Futbol-2014, las Olimpíadas 2016 y paquetes de fomento, como el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC).
La herramienta contribuye para que la expatriación sea más tranquila. Auxilia al ejecutivo a lidiar con las diferencias, afirmó Vivian Manasse, socia directora de Going Places.
Entender lo que denominó la manera brasileña de trabajar era la principal dificultad de David Weeks cuando asumió el cargo de CFO (director financiero) de Icaabs en el país. Nacido en Inglaterra, el ejecutivo conocía Brasil a través de viajes de negocios, pero en 2012 se mudó definitivamente a San Pablo. Aunque vivió en Grecia, Bélgica y Estados Unidos, solo en Brasil sintió la necesidad de hacer un coaching para comunicarse mejor con su equipo y sus clientes.
Aquí, las conversaciones son más personales. Por eso, los brasileños consideran a los británicos personas frías, o incluso arrogantes, lo que perjudica las relaciones, contó Weeks.
Como trabaja para una empresa que ayuda a otras empresas extranjeras a ingresar al país, entender los pormenores de la cultura corporativa brasileña era un pre-requisito para mejorar el desempeño en los negocios. Al contrario de lo que ocurre en Europa y Estados Unidos, las personas en Brasil hacen negocios con personas, y no con empresas. Para ganar la confianza de mis clientes, precisaba entender mejor las particularidades de la cultura empresarial y adaptarme a ella, analizó.
Las dificultades también chocan con la burocracia y la logística, que impedía al CFO organizar más de dos reuniones en un día debido al tránsito en la ciudad de San Pablo. Aprendí que tenía que saber más de legislación, por ejemplo. También adapté mi ritmo de trabajo y me siento más productivo, agregó.
Aunque haya crecido la demanda de los expatriados, el coach Guilherme Rego, de Elevartis, destacó que las empresas también tomaron la iniciativa de contratar el servicio para el ejecutivo extranjero, percibiendo que los choques culturales afectan el desempeño de los negocios. El brasileño busca relaciones personales también en el ambiente de trabajo. Abraza a los colegas, los invita a la casa, quiere almorzar con el equipo. El extranjero que no está acostumbrado a ese tipo de contacto puede interpretar ese comportamiento equivocadamente.
En ese sentido, se necesita integrar a todo el equipo para ser más eficiente. Para alinear la cultura de la empresa y desarrollar competencias de equipo el director ejecutivo de Bonfiglioli, el italiano Manfredi Dinemi, contrató un servicio de coaching para los empleados estratégicos de la compañía, incluyendo el mismo. Sentí que era importante, porque estamos en una etapa de transición de una empresa familiar a una multinacional. Era necesario alinear la comunicación, destacó.
El ejecutivo pasó por varios países como Estados Unidos y Perú, pero solamente en Brasil sintió la necesidad de acudir a un coaching como expatriado. Existen afinidades con Italia, pero también barreras que trascienden la comunicación, como la burocracia, explicó. Aprendí a mejorar mis métodos y alcanzar los objetivos dentro de las limitaciones, al contrario de imponerme a ellas, complementó.
Para Dinemi, el contacto constante con la cultura italiana contribuyó a la comprensión y adaptación al nuevo país, sin perder la identidad. Estoy casado con una brasileña, pero tengo un hermano también expatriado en San Pablo. Recibimos siempre a la familia italiana, lo que me mantiene vinculado con ambas culturas, dijo.
En el coaching dirigido a expatriados, la participación de las familias se torna relevante para aumentar las chances de éxito en la adaptación. Esa integración funciona muy bien en un período de fuertes cambios, explicó la coach Noemí Gómez, quien dejó España en 2009 y vino a Brasil como esposa de un expatriado, en medio de la crisis en Europa. Gómez realizó el coaching por su marido, que recibió el servicio a través de la empresa brasileña que lo contrató. Además de las dificultades con el idioma, me sentía fuera de lugar, dijo.
Gómez dejó el cargo de periodista en un diario español para acompañar a su marido. Para retomar el ritmo de trabajo al que estaba acostumbrada, ella y su coach en la época, la brasileña Roberta Raffaelli, se tornaron socias en la consultora Transition Expat Coaching, especializada en auxiliar extranjeros. El foco generalmente está en el ejecutivo, pero cuando la familia no se adapta, el proceso de expatriación puede fallar, afirmó.
Según un relevamiento de la consultora global Brookfield GRS, Brasil ocupa el octavo lugar entre los países con el mayor índice de expatriaciones que fracasaron, tres puestos más que en el informe de 2011. El desempeño brasileño quedó detrás de países como México, Irak y Arabia Saudita. La primera posición del ranking la ocupa China, seguida por India y Singapur.










