Estados Unidos y Brasil, aliados naturales que se acercan

Barack Obama apoyó a Roberto Azevedo como director general de la OMC. Ahora se espera que Dilma Rousseff realice la primera visita oficial presidencial desde 1995

Cuando el diplomático brasileño Roberto Azevêdo accedió al cargo más importante en el comercio mundial la semana pasada -como Director General de la Organización Mundial del Comercio- recibió una respuesta relativamente cordial de Washington.

No podía esperarse que Estados Unidos hiciera otra cosa que votar al rival de Azevêdo, Herminio Blanco, el anterior ministro de comercio de México.

Pero la decisión de Washington de "sumarse al consenso" cuando la OMC eligió a Azevêdo y apoyar al candidato brasileño demostró tanto respeto por Azevêdo como por la potencia emergente que este representa.

La creciente cordialidad entre ambos países tiene sentido. Para Estados Unidos, Brasil es más que nunca un rostro sonriente en un mundo cada vez más multipolar, que lentamente se inclina hacia Asia oriental.

Para Brasil, Estados Unidos, con su tecnología, educación superior de calidad y mercados de capitales, es más que nunca un socio importante en el esfuerzo por ser más competitivo a nivel internacional y eludir la trampa de la renta media en la que quedó atrapado por décadas.

Quizás por esta razón, se espera que Barack Obama, el presidente de Estados Unidos, más adelante en este año desenrolle la alfombra roja y ofrezca a Dilma Rousseff, su homóloga brasileña, la primera visita de un líder de su país desde 1995.

"Es un momento importante entre Estados Unidos y Brasil," afirma Eric Farnsworth, vicepresidente del Consejo de las Américas y la Sociedad de las Américas.

"Todo lo que veo son indicios de que Washington ve el crecimiento de Brasil como un acontecimiento favorable."

Las relaciones entre Brasil y Estados Unidos datan de 1824 cuando Washington se transformó en el primer estado en reconocer la independencia de la potencia latinoamericana del sur. Asimismo, Brasil fue el único país sudamericano que envió tropas para combatir con los aliados en la segunda guerra mundial.

Si bien las relaciones, en general, han sido cordiales, estuvieron caracterizadas por períodos de indiferencia. Como dos buenos vecinos, las relaciones siguen siendo razonablemente buenas siempre que la conversación no sea sobre política, un tema respecto del cual Brasil, con sus inclinaciones sociales-demócratas, se ubica mayormente a la izquierda de Washington.

A pesar de esto, los presidentes brasileños de las últimas décadas se llevaron bien con sus homólogos estadounidenses. Fernando Henrique Cardoso, presidente durante la década de 1990 y comienzos de la década de 2000, tenía una relación estrecha con el presidente Bill Clinton. El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, a pesar de haber sido un sindicalista agitador, se llevaba a las mil maravillas con su homólogo estadounidense George W. Bush.

Rousseff y Obama no parecen tener la misma comunicación y ambos han estado más concentrados en la política interna. Pero la relación entre ellos es cordial.

En cuanto a las políticas, las cosas no siempre fluyeron. Lula da Silva suscitó sospechas por parte de Estados Unidos en 2010 cuando intentó intervenir junto a Turquía en el conflicto relativo al programa nuclear de Irán. El partido obrero de Lula da Silva y Rousseff tradicionalmente ha sido amigo de regímenes no aceptados por Estados Unidos, tales como el de Cuba y Venezuela durante el gobierno de Hugo Chávez.
La postura independiente de Brasil, no solo en relación con estos países sino con la búsqueda de establecer bloques de potencias alternativos, crispó a Washington. El primer viaje al exterior de Rousseff, por ejemplo, fue a Beijing en vez de a sus socios comerciales occidentales. "Hay un clima de frustración en Washington," afirma Farnsworth. Brasil parece tan interesado en establecer relaciones con China como con Estados Unidos. No creo que mucha gente piense que los modelos chino y estadounidense son compatibles.

En este contexto, el comercio de bienes sigue creciendo. Creció de solo u$s 28 billones en 2002 a casi u$s 77 billones el año pasado, con un superávit de u$s 11,6 billones a favor de Estados Unidos, conforme a la Oficina de Censos de Estados Unidos.

Brasil es el tipo de socio comercial que Estados Unidos precisa, y mantiene alrededor de 300.000 puestos de trabajo en el vecino del norte. A su vez, Brasil compra el tipo de productos que Estados Unidos quiere vender más: partes de aviones, maquinaria y plásticos. Las exportaciones de Estados Unidos a Brasil también aumentaron: entre 2002 y 2011 se triplicaron y alcanzaron los u$s 20.000 millones.

Para Brasil, Estados Unidos, con sus prácticas de negocios transparentes y su foco en la innovación y la propiedad intelectual, es el tipo de socio comercial que prefiere. Luego de una luna de miel inicial con Beijing en la primera década de este siglo, cuando China se transformó en su mayor socio comercial, Brasil se frustra con aspectos de la relación comercial.

Un antiguo aliado del mundo en desarrollo, China, importa mineral de hierro y soja de Brasil, pero a cambio inunda al país latinoamericano con productos importados baratos. "Somos un raro ejemplo de un país que tiene un superávit comercial significativo con China -u$s 11 billones en 2011- pero no siempre es la calidad de comercio que nos gustaría ver," sostiene Antônio Patriota, Ministro de Relaciones Exteriores.

Consciente de que las universidades de Estados Unidos son un medio para mejorar su competitividad, Brasil envía una gran cantidad de alumnos bajo su programa de becas ciencia sin fronteras de R$ 3.000 millones (u$s 1.500 millones) a facultades de Estados Unidos.

Mientras tanto, compañías brasileñas sacan provecho de los fortalecidos mercados de capitales de Estados Unidos para inversiones en el sector privado.

La cooperación en términos de defensa está mejorando: Estados Unidos mantiene una formación de aviones brasileños de ataque ligero, el primer contrato del país con el ejército de Estados Unidos. Embraer, la constructora brasileña de los aviones, firmó un acuerdo de cooperación con Boeing para desarrollar aviones militares de transporte con motor de jet. Esto ha fortalecido las aspiraciones en Washington que Estados Unidos finalmente podría ganar un contrato para suministrar aviones de combate a las fuerzas armadas brasileñas.

Los crecientes lazos alimentan esperanzas de que algún día puedan limarse asperezas técnicas. Esto incluye acceso sin visa a Estados Unidos para los brasileños y un tratado impositivo que simplificaría las transacciones comerciales entre ambos.

Los dos países, competidores en mercados globales de soja, jugo de naranja y otros commodities, ocasionalmente se enfrentan en términos de comercio.

Estados Unidos a veces acusa a Brasil de proteccionismo, mientras que Brasil ha criticado los subsidios de Estados Unidos a la agricultura. Brasil se preocupa por quedar afuera de los esfuerzos de Estados Unidos por construir una red de acuerdos bilaterales, por ejemplo, con la UE, el cual teme que socave el sistema de comercio global.

Funcionarios de Estados Unidos replican que Brasil está demasiado casado con el bloque de comercio sudamericano de tranco lento, el Mercosur.

En el largo plazo, Estados Unidos parece estar dispuesto a apoyar el crecimiento de un Brasil que lucha por una política extranjera independiente y que insiste en relaciones amistosas con la mayoría de los países del mundo, sin importar lo desagradables que Washington pueda considerar a algunos de ellos. Brasil parece estar feliz de expandir su influencia con un sentido de responsabilidad hacia todos.

"Brasil se ve a sí mismo como un país que juega un papel en el espacio global, como un actor que contribuirá y se beneficiará a partir de más integración con el sistema internacional," afirma Paulo Sotero, director del Instituto Brasileño del Woodrow Wilson International Center for Scholars.

En un informe de 2011, el estratégico Consejo de Relaciones Exteriores fue más allá: "Brasil está en la lista de países preseleccinados que darán forma en mayor medida al siglo 21. La política exterior de Estados Unidos y Brasil debe ajustarse en consecuencia."

Traducción: Viviana L. Fernández

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