Revelación del Vaticano | El Papa Francisco explicó cuál es el don que se recibe en el Bautismo
Esta es la prédica del Obispo de Roma para el viernes y los fragmentos de la Sagrada Escritura que sugiere leer.
La página oficial del Vaticano ha publicado este viernes, 1 de noviembre de 2024 una reflexión basada en las Santas Escrituras. En ella, se presentan lecturas de la Biblia que invitan a todos los adoradores a profundizar su fe y su relación personal con Cristo.
Además, han publicado la interpretación que el titular de la Santa Sede, Jorge Mario Bergoglio, realiza de estos versículos bíblicos. En ella, el Papa Francisco reflexiona sobre la santidad como un don divino y un camino que todos pueden seguir, destacando la importancia de los "santos cotidianos" y la comunidad en la búsqueda de una vida cristiana plena.
Las palabras del papa Francisco para este viernes
El Papa Francisco celebró el día de Todos los Santos y destacó que esta es tanto un "don" como un "camino". En su mensaje, el pontífice subrayó que la santidad no es algo que se pueda comprar, sino un regalo divino que se recibe en el Bautismo.
"La santidad es un don de Dios que hemos recibido en el Bautismo: si lo dejamos crecer, puede cambiar completamente nuestra vida. Si lo dejamos crecer, puede cambiar completamente nuestra vida", afirmó el Obispo de Roma.
El Papa también enfatizó la importancia de reconocer a los "santos cotidianos" que nos rodean, aquellos que, con su ejemplo, nos inspiran a vivir una vida cristiana plena.
Finalmente, Francisco invitó a los fieles a ver la santidad como un "camino de juntos", donde la comunidad juega un papel fundamental. "Ayudándose mutuamente, unidos con aquellos compañeros ideales que son los santos", instó, recordando que la santidad se vive en la relación con los demás.
La lectura de la Biblia para este viernes
Primera lectura: Apocalipsis 7, 2-4. 9-14
Yo, Juan, vi a un ángel que venía del oriente. Traía consigo el sello del Dios vivo y gritaba con voz poderosa a los cuatro ángeles encargados de hacer daño a la tierra y al mar. Les dijo: "¡No hagan daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que terminemos de marcar con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios!" Y pude oír el número de los que habían sido marcados: eran ciento cuarenta y cuatro mil, procedentes de todas las tribus de Israel.
Vi luego una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca; llevaban palmas en las manos y exclamaban con voz poderosa: "La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono y del Cordero".
Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro seres vivientes, cayeron rostro en tierra delante del trono y adoraron a Dios, diciendo: "Amén. La alabanza, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza, se le deben para siempre a nuestro Dios". Entonces uno de los ancianos me preguntó: "¿Quiénes son y de dónde han venido los que llevan la túnica blanca?" Yo le respondí: "Señor mío, tú eres quien lo sabe". Entonces él me dijo: "Son los que han pasado por la gran persecución y han lavado y blanqueado su túnica con la sangre del Cordero".
Segunda lectura: Primera Carta de Juan 3, 1-3
Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a él.
Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan puro como él.
El evangelio para el viernes, 1 de noviembre de 2024
Evangelio según Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así: "Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos."
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