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La relación entre humanos y perros ha sido objeto de estudio durante décadas. Investigaciones han demostrado que tocar a estos animales no solo genera un vínculo afectivo fuerte, sino que también desencadena reacciones fisiológicas inmediatas que mejoran nuestro bienestar.

Un gesto tan habitual como acariciar a un perro encierra mensajes sobre cómo somos y cómo nos sentimos: calma, empatía y estabilidad emocional emergen cada vez que extendemos la mano hacia un canino desconocido o conocido.

Un gesto que reduce el estrés

Según estudios de las universidades de Florida, Carroll y Marquette, acariciar a un perro libera oxitocina, la llamada "hormona del amor", que reduce el cortisol -la hormona del estrés-. Esto regula la presión arterial y la frecuencia cardíaca, además de producir una sensación de calma profunda.

Estos beneficios fisiológicos no son anecdóticos: el contacto físico con perros se usa incluso en contextos terapéuticos (como la canoterapia) para reducir la ansiedad y mejorar la salud física y emocional de personas de todas las edades.

Señal de personalidad empática y sensible

Quienes acarician perros suelen mostrar altos niveles de empatía, sensibilidad emocional, paciencia y tolerancia, según coinciden varios estudios.

No es solo un acto afectivo, también funciona como una herramienta emocional. Personas altamente sensibles buscan aliviar su ansiedad en el contacto con un perro, disfrutando de una conexión sin filtros ni juicios.

Este gesto revela una personalidad protectora e intuitiva, capaz de percibir necesidades ajenas e incluso favorecer vínculos sociales: acariciar a un perro ajeno a menudo es el primer paso para iniciar una conversación.

Además del impacto puntual del contacto físico, convivir con un perro imprime estructura a la vida diaria: obligados a pasear, alimentar y jugar, sus dueños desarrollan hábitos saludables y estables.

Esta rutina protege frente a episodios de desmotivación o desorden emocional. El dueño que acaricia a su perro fomenta un estilo de vida activo, más conectado con el entorno y comprometido con su bienestar físico y mental.

Una forma profunda de comunicación

Acariciar no es solo una caricia. según la psicología del vínculo humano-canino, representa una comunicación profunda, un lenguaje táctil que expresa confianza, afecto y seguridad.

La psicología evolutiva sugiere que esta comunicación es mutua: los perros también captan nuestras señales emocionales y reaccionan en consecuencia, lo que refuerza el lazo y genera un círculo de bienestar compartido.

Qué tipo de personas suelen acariciar perros con más frecuencia

Investigadores señalan varios perfiles de personas que tienden a acariciar con más frecuencia:

  • Alta sensibilidad emocional: buscan consuelo y alivio en el contacto físico.

  • Personalidad protectora e intuitiva: perciben la vulnerabilidad en el perro y actúan de forma espontánea.

  • Actitudes sociales abiertas y optimistas: relacionan este gesto con apertura hacia los demás y conexión comunitaria.

En todos los casos, acariciar a un perro se convierte en un reflejo de rasgos saludables, como empatía, alegría, estabilidad emocional y capacidad para gestionar el estrés. Más que un acto de ternura, se trata de una ventana para conocer más a una persona.