

La felicidad es un concepto profundamente subjetivo que abarca diversas dimensiones personales. A lo largo del tiempo, distintos investigadores han indagado en este estado emocional, planteándose la cuestión: ¿en qué consiste la escala de la felicidad?
En este contexto, Andrew Oswald, profesor de Economía y Ciencias del Comportamiento en la renombrada Universidad de Warwick en Inglaterra, junto a David Blanchflower, economista, han identificado la etapa de la vida en la que se alcanza el mayor grado de felicidad.
Razones por las que dibujamos caritas felices con una U
Más allá de un motivo de similitud biológica, se presenta un aspecto filosófico que merece atención. En efecto, la felicidad parece seguir un patrón específico.

Los momentos de mayor intensidad emocional se experimentan en dos etapas fundamentales de la vida: la infancia y la vejez. Estas fases, caracterizadas por su singularidad, ofrecen experiencias que marcan profundamente nuestra existencia.
¿En qué etapa de la vida se alcanza la mayor felicidad?
La presente investigación ha evidenciado que, a medida que avanzamos en edad, se tiende a experimentar un aumento en la infelicidad. No obstante, contrariamente a lo que podría esperarse de manera intuitiva, se ha observado que la felicidad tiende a incrementarse con el paso del tiempo.
Aunque es cierto que la infancia se asocia con niveles más altos de felicidad, la probabilidad de recordar esos momentos es escasa, por no decir inexistente. En esta etapa, el conocimiento sobre la vida real es limitado.
Es comprensible que la infelicidad comience a manifestarse tras los 20 años, momento en el cual se inicia un profundo entendimiento de la realidad y de los matices que conllevan las decisiones, así como de las dualidades del bien y el mal. En este contexto, la curva de felicidad presenta un descenso.

Es a partir de los 40 o 50 años cuando se alcanza un estado de sabiduría que permite mantener una vida activa, al tiempo que se reduce la susceptibilidad ante las vicisitudes de la existencia.
La crisis de los 40 años se caracteriza por la aceptación de que la vida avanza y que el futuro no siempre se ajusta a los planes trazados durante la infancia o la adolescencia temprana.
La conformidad se convierte en un valor apreciado, desarrollándose a medida que se envejece; se dispone de más tiempo para disfrutar de los pequeños detalles y se adquieren herramientas que facilitan el afrontamiento de las experiencias tanto positivas como negativas.














