

Durante siglos, millones de peregrinos han visitado la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, convencidos de estar parados sobre un lugar sagrado. Para muchos, ese enclave representa el núcleo del cristianismo: el escenario donde habrían ocurrido la crucifixión, el entierro y la resurrección de Jesús de Nazaret.
Ahora, por primera vez en la era moderna, la arqueología ha profundizado en las entrañas de este símbolo milenario de fe. Y lo que ha revelado conecta de forma poderosa con las palabras del Evangelio de Juan: un jardín.

En una excavación, iniciada en 2022, se han encontrado restos de una antigua zona agrícola bajo el suelo de la basílica: pequeños muros de piedra, tierra colocada de manera intencionada y, sobre todo, trazas botánicas que apuntan a un cultivo activo de olivos y vides hace 2000 años.
Científicos revelan el lugar exacto donde se ubicó la presunta tumba de Jesús
En tiempos del Primer Templo, el terreno donde hoy se alza la Iglesia del Santo Sepulcro funcionaba como cantera, una más entre muchas en la zona occidental de la antigua Jerusalén. Con el paso del tiempo, y ya en desuso, esa cantera fue reconvertida en área agrícola, antes de transformarse finalmente en un cementerio. Fue en esta última etapa -en el siglo I- cuando se excavaron varias tumbas en la roca, incluida una que más tarde sería venerada como la tumba de Cristo.
Pero lo más significativo no es solo la secuencia cronológica, sino la naturaleza del lugar en ese momento crucial: no se trataba de un entorno urbano, sino de un espacio verde a las afueras de la ciudad. Así lo confirma el equipo arqueológico en su informe. En otras palabras, el paisaje coincide con la descripción que ofrece el Evangelio de Juan, que sitúa la tumba en un jardín cercano al lugar de la crucifixión.
Una excavación fragmentada pero reveladora
Las limitaciones logísticas y religiosas del lugar han impedido que la excavación se lleve a cabo de forma continua o a gran escala. En su lugar, se ha desarrollado por fases y en sectores concretos.

Esta forma de trabajo ha exigido una planificación cuidadosa, ya que el Santo Sepulcro ha permanecido abierto al culto durante todo el proceso. A pesar de estas restricciones, las zonas excavadas han revelado un conjunto de datos coherente y significativo.
En varias de estas áreas se han identificado restos de antiguos muros de delimitación agrícola, así como capas de tierra cultivada con semillas fosilizadas, granos de polen y fragmentos vegetales. Entre los hallazgos más relevantes destacan pruebas botánicas de olivo (Olea europaea) y vid (Vitis vinifera), verificadas mediante análisis microscópicos y morfológicos realizados en Roma.
También se han recuperado numerosos fragmentos cerámicos, lámparas de aceite, monedas y restos óseos de animales consumidos a lo largo de los siglos, entre ellos peces exóticos procedentes del Indo-Pacífico, lo que apunta a una red de comercio y peregrinación especialmente activa desde la época bizantina.














