

El acto presidencial en el Museo del Bicentenario, del pasado lunes, no sólo significó el certificado de defunción de la Mesa de Enlace, con el tiro de gracia del acuerdo con Federación Agraria para segmentar retenciones. A pocos metros de Cristina Fernández de Kirchner, sentado atrás, estaba Julián Domínguez, a modo de premio por haber soportado la batalla por la 125 desde el ministerio de Agricultura. Al cierre, habló a solas con el actual titular de Diputados. "Julián, me decidí: quiero que seas candidato en la provincia", le ordenó la mandataria al primer presidenciable del G7 pejotista que deja de serlo por sugerencia presidencial.
Salvo el malogrado Jorge Capitanich, los otros siguen en carrera debajo de los chispazos de la interna entre Daniel Scioli y Florencio Randazzo. Por ahora.
El cambio técnico, hace presuponer un escenario que desde hace meses se intuye entre los barones de Conurbano, temerosos de que La Cámpora los deje sin lugares en las listas, la jefa de Estado presentará dos opciones electorales, una con camiseta K y otra anaranjada. Al menos en las cúpulas de cada boleta, nacional y provincial. Carlos Kunkel, pitonisa electoral de la estrategias del matrimonio Kirchner desde que acertó el "pingüino o pingüina", pronosticó ayer que habrá "dos fórmulas a Presidente y dos a gobernador porque hay dos alternativas". Ante la agencia DyN, el diputado ultra oficialista se explayó: "(Habrá) una lista más ortodoxa (más K), la nuestra; y otra peronista con matices liberales moderados". Tres eufemismos que en kirchnerismo explícito se traducen "Scioli".
No pasaron 12 horas desde que Domínguez anunció su lanzamiento bonaerense para que sus eventuales contrincantes internos salieran a revalidarse. Incluso, el titular de la Anses, Diego Bossio, admitió lo que ya se sabía pero que hasta ayer había callado: "Voy a ser candidato a gobernador". Con un asterisco y nota al pie: "Soy un hombre de la Presidenta, y la que va a ordenar el tablero político es ella". No sólo el día fue causalidad de la irrupción de Domínguez en el tablero. Bossio se "lanzó" formalmente en Junín junto al diputado Oscar Romero, un ex dominguista.
Restantes postulantes provinciales tampoco renunciaron aún a los honores ni a la lucha, como el segundo de Alicia Kirchner, el viceministro de Desarrollo Social, Carlos Castagneto. Tampoco el intendente de Berazategui, Patricio Mussi, que ayer continuó de campaña en Las Heras. Ni menos el jefe comunal de La Matanza, Fernando Espinoza, más pendiente del guiño de Scioli que de Cristina. Desde Lomas de Zamora, se mantiene latente el enigmático Martín Insaurralde, recuperado por el sciolismo antes de saltar al massismo por las quejas K.
Si bien no es el primero al que la Presidenta le ordenó caminar la provincia, Domínguez rompió ciertos preconceptos armados por el PJ bonaerense, al hacer imaginar una lista de unidad provincial. Hasta ahora, como Kunkel, en las casas de apuestas pejotistas desapareció la opción provincial de Randazzo. Y descuentan que la PASO estelar la pelearán el ministro de Transporte y el ex motonauta. Cada uno, en unas primarias de inferiores, llevaría su propio precandidato a gobernador. "Daniel no va a bendecir un heredero", se cansan de decir en La Plata. Y la tropa ferroviaria deposita la elección en las manos presidenciales: "Cristina elegirá el vice y el postulante a gobernador", se desentienden.
Con o sin intervención de la Casa Rosada, las fórmulas se alinearían por una cuestión de piel. Domínguez y Castagneto son críticos del ex motonauta. Bossio también pero no desentonaría tanto en una boleta. Espinoza fogonea una unidad peronista para encolumnarse detrás de Scioli. Y en La Plata evalúan una posibilidad aún más anaranjada: lanzar la demorada postulación de la ministra de Gobierno, Cristina Alvarez Rodríguez. Insaurralde, espera.













