

En un maratónico encuentro que mantuvo en el subsuelo del edificio de Puerto Madero por seis horas al núcleo neurálgico de sus accionistas, la gestión de Miguel Galuccio al frente de YPF sacó a flote dos puntos que serán cruciales en su devenir empresario: con mucho más retraso de lo que suelen tolerar los inversores, aprobó los balances de 2011, cuando la empresa estuvo conducida por la familia Eskenazi y la española Repsol. Es un punto clave para avanzar en la normalización contable de la empresa.
El CEO y presidente de YPF se llevó ayer otro premio: luego de alcanzar un punto de acuerdo con la presidenta Cristina Fernández y el viceministro de Economía, Axel Kicillof, aprobó la constitución de un fondo de reserva para distribución de futuros dividendos por $ 303 millones. El número representa un nimio 5% con respecto a las pingües ganancias de 2011. Más aún si se lo compara con el 25% de utilidades que paga la brasileña estatal Petrobras. Otras empresas del rubro distribuyen más del 50%.
Sin embargo, implica un gesto fundacional en la mirada de YPF hacia el mercado. Desde la intervención del Estado, los hombres de finanzas descontaron que la empresa destinaría todos sus recursos a la reinversión. Si bien la asamblea de ayer ordenó colocar $ 5.751 millones para constituir una reserva para ese fin, también abrió la puerta para un premio al capital.
YPF saldría a buscar inversores con vehemencia cuando culmine el proceso de normalización contable. Y la distribución de ganancias será un pequeño argumento de seducción para atraer inversores que financien el plan de negocios por u$s 7.000 millones anuales que Galuccio prometió poner en marcha a partir de 2013.
El ejecutivo inició la reunión de una manera atípica. Me toca presidir la asamblea (de accionistas) de una gestión que no es mía, sostuvo. Fueron las pocas palabras que pudo emitir el timonel de la empresa durante la primera hora, dado que se sucedieron por casi una hora las reservas de diversos puntos, tanto del Estado como de Repsol.
Participó un pequeño tropel de abogados de la firma ibérica que denunciaron el ultraje a sus derechos y votaron en contra de todas las mociones del Estado, el accionista mayoritario, que estuvo encarnado por jóvenes del Cenda. El más activo fue Cristian Girard, sin ruedo en el diálogo con la prensa pero de trato cordial cada vez que se le pedía precisión con respecto a algún tecnicismo.
Casi en el centro del auditorio se ubicó Ricardo Nissen, quien comanda el equipo jurídico de la Anses, en representación del organismo previsional.
En primera fila estuvo Guillermo Pereyra, titular del influyente gremio petrolero de Neuquén, La Pampa y Río Negro y número dos de la CGT moyanista. No habló en público pero intercambió comentarios con Galuccio.
Cifras polémicas
El Estado aprobó los balances de 2011 por una cuestión de continuidad empresaria, pero no otorgó el visto bueno a la gestión del Directorio anterior, salvo por el papel de Roberto Baratta, el hombre de Julio de Vido que actuó como director en YPF. Fue crítica fácil de los hombres ibéricos: Que conste que Baratta fue parte del directorio cuya gestión no aprueban, insistieron.
Galuccio respondió, más tarde, con un golpe duro: las retribuciones al directorio el año pasado fueron de $ 59 millones, cuando sólo habían sido autorizados por la asamblea $ 21 millones. Los pagos en exceso fueron autorizados por el presidente (Antonio Brufau), explicó. Un escándalo, horadó en el tema un funcionario nacional.
Los representantes del Estado pidieron que se estipulara un máximo de $ 15 millones para la gestión 2011, con la posibilidad de iniciar gestiones por los excesos. Y establecieron un pago de
$ 34 millones en todo concepto este año para los altos escalafones.
Por el lado de Repsol sostuvieron que las retribuciones fueron de de $ 18 millones y el resto corresponde a tareas ejecutivas.
Entre los particulares, el más activo fue Carlos Negri, quien calentó la discusión en más de una oportunidad. Si bien se mostró a favor de la posición del Estado y en contra de los reclamos de Repsol, no pudo comprender algunas decisiones. ¡Jamás imaginé que el Estado iba a aprobar memorias de una compañía que fue descapitalizada!, lamentó.
A medida que avanzó la tarde, Galuccio canjeó ciertos gestos de impaciencia del principio por una mirada de hastío hacia el final, que culminó en un apretón de manos con los representantes del Estado, a modo de festejo por la tarea cumplida.










