La Argentina se debe un serio debate sobre la pobreza. Tras cada crisis económica, el piso de la cantidad de hogares pobres en el país sube un escalón. La última medición de pobreza del Indec indica que el 42% de las personas en la Argentina serían pobres y más de la mitad de los niños. Esta pobreza es un 50% más alta de la que había en la década del 90' o en la última década de 2010, el doble de lo que había en la década del 80'.
Pero lo cierto es que a diferencia de lo que sucede en el mundo, en la Argentina la cantidad de personas que viven bajo la línea de pobreza ha venido creciendo en las últimas décadas a pesar del constante aumento del gasto social y de todas las medidas que se han tomado en nombre de los pobres. Lo cierto es que el enfoque asistencialista que hemos tenido localmente no está dando resultados. Probablemente porque estos enfoques relegan el hecho de que la pobreza se ataca generando riqueza.
En los últimos 20 años (1999-2019) el gasto público social ha crecido en 12 puntos del PBI, al tiempo que los ingresos del Estado crecieron en la misma magnitud. O sea, un gran proceso redistributivo del sector productivo hacia la asistencia social. Sin embargo, no hubo mejoras sociales, sino más bien todo lo contrario. La pobreza en estos 20 años prácticamente no ha cambiado. Es más, en los últimos 10 años incluso la situación ha empeorado. A pesar de que el gasto público social creció en 6 puntos del PBI se observó una caída en el producto bruto por habitante, un deterioro de los niveles de pobreza y no hubo mejoras en la distribución del ingreso, de acuerdo con el coeficiente de Gini. En efecto, en los últimos 10 años el PBI per cápita ajustado por inflación cayó 20,6%. En mismo lapso la pobreza subió 10 puntos y el coeficiente de Gini se mantuvo más o menos inalterado.
Algo estamos haciendo mal.
En el mundo desde la revolución industrial que la economía mundial comenzó un proceso de crecimiento económico continuo, que llevó a que la relación de personas pobres en el mundo fuera la más de la historia humana. No solo eso, sino que en cantidad de personas la pobreza extrema directamente viene bajando desde la década del 70' en forma continua, gracias al crecimiento de la actividad económica. Este proceso se ha acelerado desde que cayó el muro de Berlín y países con enormes poblaciones como China e India han adoptado el capitalismo.
Esta relación entre el crecimiento económico y reducción de la pobreza es muy fuerte y la Argentina no es la excepción. La idea de que es posible reducir la pobreza sostenidamente aplicando políticas asistencialistas, sin crecimiento económico no es realista. Por una razón fundamental: la pobreza se reduce creando riqueza.
La riqueza se crea cuando un grupo de personas individual o colectivamente logran producir un bien o servicio que la sociedad valora más, de lo que valora la suma de sus componentes. O sea, tomar frutas, verduras, carnes, unas mesas, sillas, alquilar un local, algunas ollas y sartenes y poner un restaurant que sirva comidas y brinden una linda experiencia a sus comensales por la cual ellos estarían dispuestos a pagar. En otras palabras, tomar una serie de insumos, para luego ponerle cabeza, trabajo, garra y tomando algunos riesgos para generar un nuevo bien o servicio que los demás valoren.
Pero si el riesgo es demasiado grande o todo se encarece excesivamente por impuestos o regulaciones, es posible que ese grupo de personas no encuentren una forma de generar riqueza. Si ese tipo de restricciones se despliegan en la economía muchas personas se verán disuadidas de generar nuevos negocios, nuevos bienes, de innovar o generar nuevos servicios. En ese contexto se irá achicando la generación de riquezas y no es de extrañar que así la pobreza tienda a crecer. Porque no se puede combatir la pobreza sin generar riqueza.