

La irrupción de la pandemia y las urgencias vernáculas han obligado a concentrar la mirada en el corto plazo, pero el esquema económico actual no permitirá crecer y atender las obligaciones de deuda. Estamos ante una economía virtualmente sin flujo de capitales; el balance o desbalance del mercado cambiario se explica casi exclusivamente por el saldo comercial. En este sentido, se trata de un esquema muy parecido al de la década de los 80'.
Hay un millón y medio de trabajadores desempleados que pueden ser incorporados al ciclo productivo. La única manera de lograrlo es a través de la consolidación de una fuente de dólares genuina, porque el crecimiento demandará más importaciones. Además, en un par de años habrá que comenzar a pagar los compromisos con los organismos internacionales y los de la deuda reestructurada con los acreedores privados. Entonces el flujo de divisas va a estar aún más ajustado que en la actualidad.
El punto de partida obliga a la reflexión: el Ejecutivo nacional tiene que restringir las importaciones y la compra de dólares en una coyuntura excepcionalmente favorable. Los términos de intercambio son los mejores desde 2012 (apenas 3% por debajo del máximo histórico) potenciados por un tipo de cambio mucho más elevado en términos reales (17%) y tasas de interés en mínimos. Más no se podría pedir.
¿Qué pasará cuando los precios de exportación vuelvan a niveles cercanos al promedio histórico y se necesiten dólares para atender los compromisos externos? Claramente no habrá espacio para el crecimiento. Si la Argentina quiere salir de esta medianía va a tener que normalizar su relación con la comunidad financiera internacional. El desafío es conseguir el aporte de capitales que permitan poner en valor el potencial productivo y exportador.
Las empresas no pueden financiar sus operaciones porque no hay crédito y el sistema financiero local no cuenta con el volumen necesario para compensar esa falta. En un contexto de brecha cambiaria muy significativa, riesgo país en niveles elevadísimos y acceso al mercado de cambios muy restringido, es muy difícil seducir al capital.
Claramente un buen acuerdo con el FMI es una condición necesaria para la reconstrucción de los puentes con la comunidad financiera internacional. Podría balizar el rumbo de la política económica con cierto marco de consistencia de mediano y largo plazo. También es requisito para lograr un acuerdo con el Club de París. Pero difícilmente pueda por si sólo volver a posicionar a la deuda local dentro de las más deseadas.
Está probado que los inversores financieros no tienen memoria, pero cuesta ver el momento en el que el Tesoro Nacional pueda volver a colocar deuda a un dígito de rendimiento. Las heridas de la reestructuración todavía están muy frescas y la sintonía de la coalición de gobierno con los inversores financieros es escasa. No se trata de ideología, es pragmatismo puro. Sin crédito abundante y barato no habrá shock de inversiones por más oportunidades que se presenten.
Hasta alcanzar ese umbral tan deseable, la argentina tendrá que hacer un trabajo de orfebre para garantizar el financiamiento de sectores y proyectos estratégicos. La normalización de la relación con los organismos de crédito tiene que servir para que se trabaje en la generación de instrumentos de financiamiento específicos para proyectos clave por su impacto en la generación de divisas. Es necesario mostrar proactividad en la definición de vectores de crecimiento que rompan la inercia al estancamiento y al escepticismo dominante.
Por caso Vaca Muerta constituye una oportunidad impostergable. Aún en este contexto se volcarán más de u$s 3000 millones de inversión en el segmento de producción de gas y petróleo, que podrían duplicarse si se generan las condiciones adecuadas. Hay disponibles varios proyectos de gran envergadura asociados a la logística, la industria petroquímica y la exportación de energía cuya puesta en marcha permitirá generar la escala que Vaca Muerta necesita para consolidarse como una gran fuente de generación de divisas. Se trata de un buen punto de partida. Lógicamente hay otros sectores con enorme potencial que también esperan su turno.
El desafío es salir de la lógica actual donde la administración del comercio internacional es la única alternativa para proteger las reservas. Es una lógica que se centra en la gestión de la escasez y no permite volver a insertar al país en la senda del crecimiento. Durante el período 2011-2015 sólo llevó al estancamiento y a la pérdida de reservas internacionales. Lógicamente la apertura financiera desproporcionada del período 2016-2018 no es parámetro para pensar la nueva y necesaria reinserción.
La Argentina deberá volver a ganarse un espacio mostrando vocación por recuperar su solvencia. Pero esa solvencia demanda crecimiento. Es imposible cumplir con los compromisos con una economía en constante retracción. El PBI medido en dólares se redujo prácticamente a la mitad entre 2018 y 2020. Ningún ejercicio de sustentabilidad resisten semejante retroceso. Pero el potencial de crecimiento está condicionado por la capacidad de financiar proyectos y conseguir el apoyo de la comunidad financiera internacional. Ningún país emergente ha podido poner en marcha su economía sin este impulso.













