Desde 2001 -y por decisión de la Asamblea General de Naciones Unidas-, el 20 de junio se conmemora el Día Mundial de los Refugiados. Se trata de una fecha que inicialmente se fijó en reconocimiento a la tarea desarrollada durante más de cincuenta años por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR); pero que ha adquirido un cariz de sensibilización en torno a la problemática de las migraciones a nivel mundial.

La Convención de Ginebra considera refugiados a aquellas personas que "se encuentran fuera de su país de nacionalidad o residencia habitual, tienen un fundado temor de persecución a causa de su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, y no pueden o no quieren acogerse a la protección de su país; o retornar a él por temor a ser perseguido".

En Argentina, viven más de 5.000 personas refugiadas y solicitantes de esa situación que provienen de diversas naciones en busca de asilo. Su integración al mercado laboral representa un desafío, que forma parte de su inclusión social y cultural. En este sentido, tanto las organizaciones del ámbito corporativo, como las de la sociedad civil debemos tomar plena conciencia sobre la importancia de facilitarles el acceso a un puesto de trabajo.

Los refugiados se encuentran habilitados para trabajar, dado que poseen un permiso de residencia y número de CUIL. Aun así, su condición en los habituales procesos de selección de recursos humanos suele ser desfavorable. De allí la necesidad de promover la diversidad dentro de las organizaciones -y en la sociedad en general-, valorando a las personas por sus capacidades, competencias y conocimientos, más allá de su origen o procedencia. Un entorno que refleja la heterogeneidad, sin exclusión ni discriminación, comienza aceptando las diferencias y promoviendo el trato equitativo de cada persona. Además de contribuir a un desarrollo social más equitativo y justo, fomentar y estimular un hábito de apertura a diferentes grupos sociales; las compañías nos volvemos más adaptables, mejoramos la comprensión del contexto actual y podemos identificar nuevas oportunidades estratégicas, permitiendo incluso el desarrollo de nuevos modelos de negocio. Se trata, en definitiva, de hacer organizaciones más competitivas, flexibles y abiertas, capaces de integrar, con la convicción de que se constituyen así equipos de trabajo más dinámicos, creativos y eficientes.

Cualquier ventaja competitiva a largo plazo para una sociedad dependerá de que más personas puedan formar parte de su fuerza laboral de manera sostenible; a través de oportunidades que les permitan un desarrollo pleno de sus potencialidades, como parte de una estrategia de largo plazo que trascienda situaciones coyunturales o crisis económicas.