Los primeros pasos del Congreso en su nueva composición han mostrado que el oficialismo ha cometido el error de dejarse ganar por la ansiedad.
En política siempre es conveniente no desperdiciar los tiempos, sobre todo cuando hay victorias recientes que han derivado en una acumulación de poder, como ha sucedido ahora en Argentina. Pero cuando esta situación deriva en ansiedad, como pasa ahora con la Casa Rosada, ello puede llevar a derrotas innecesarias y poco oportunas.
Eso es lo que parece haber sucedido en las primeras sesiones del Congreso electo el 26 de octubre de 2025. Javier Milei se había planteado tres objetivos inmediatos para obtener antes del 30 de diciembre. La fecha estaba determinada por el cronograma natural de las sesiones extraordinarias. La idea era usar a fondo el mes de diciembre, dado que luego comenzaba enero, mes en el cual, pese a las sesiones extraordinarias, el Congreso no iba a funcionar y recién retomaría la actividad en febrero, durante el tercer mes de estas sesiones.
Los objetivos del Gobierno eran tres: la sanción del proyecto de Presupuesto, que iba a ser el primero de Milei con aprobación parlamentaria; obtener la aprobación de la reforma laboral, mostrando así que con el nuevo Congreso el Gobierno estaba en fuerza de sancionar las reformas a las que aspira; y, por último, de menor relevancia, la sanción de la llamada ley de “inocencia fiscal”, que permite regularizar dinero no declarado.
El primer tema, que era el objetivo prioritario de la nueva senadora nacional Patricia Bullrich, considerada la vocera del Ejecutivo en la Cámara Alta, se vio frustrado parcialmente. Se obtuvo el despacho de Comisión que habilita el plenario de la Cámara, pero recién para su tratamiento en el mes de febrero. Habrá que ver entonces las condiciones políticas de las negociaciones entre oficialismo y oposición, en una Cámara en la cual ninguna fuerza tiene mayoría.
Que la reforma laboral sea sancionada a fin de diciembre o en febrero no es un cambio sustancial, pero al explicitar políticamente que el objetivo era la sanción antes de fin de año, el primer movimiento del Gobierno en materia de reformas se postergó en el Congreso. Lo que el oficialismo preveía como una victoria, se transformó así en una postergación.
En cuanto al Presupuesto, el problema fue más complejo. El proyecto, que en este caso obtuvo media sanción, incluye dos artículos que el presidente rechaza: los que establecen el cumplimiento de las leyes que otorgan fondos a la educación y la salud públicas.
Se trata de dos artículos que disponen cumplir con dos proyectos que fueron aprobados por dos tercios de los miembros de ambas Cámaras, semanas antes de la elección nacional. Desde entonces, el Ejecutivo ha decidido no cumplir estas leyes, quedando abierto un conflicto institucional a resolver. Esto impedirá la sanción definitiva del primer presupuesto de Milei antes del 30 de diciembre, como era su objetivo.
En cuanto al proyecto de inocencia fiscal, este podría ser aprobado, pero es un objetivo de segundo orden y sin el significado de los dos primeros.
El Gobierno se aprestaba a que en los últimos días de las extraordinarias iba a tener tres triunfos en el nuevo Congreso, inaugurando una nueva etapa en la relación con el Parlamento, en el cual un Ejecutivo reforzado electoralmente y con más legisladores en ambas Cámaras, iba a poder obtener objetivos postergados.
Pero no ha sido así. La composición de ambas Cámaras obliga a una negociación, en la cual sectores del peronismo son los protagonistas principales. En este contexto, la predisposición del PRO, los radicales pro-Milei e incluso los diputados que responden a Elisa Carrió, no son suficientes para alcanzar la mayoría.
La Casa Rosada daba por descontado el éxito de sus primeras votaciones parlamentarias. Contaba para ello con el triunfo electoral y negociaciones en marcha que parecían bien encaminadas. Pero esto no fue así. En el caso de la reforma laboral, confundió haber obtenido un despacho de comisión favorable con el anticipo de una media sanción inmediata en la Cámara Alta, la que finalmente no se dio. En cuanto al Presupuesto, no previó la insistencia en las dos leyes de mayor contenido económico que, pese al rechazo de los vetos, la Casa Rosada sigue sin cumplir.
La reacción del presidente parecería haber llevado nuevamente la relación con el Congreso a una situación de conflicto. Si el Senado ratificara la aprobación de Diputados, Milei estaría dispuesto a vetar su propio Presupuesto. Acá sí hay una diferencia, porque el presidente esta vez tendría asegurado el tercio de una de las Cámaras para sostenerlo.
En líneas generales, Milei finalmente estaría en condiciones de obtener sus objetivos, pero no con los tiempos que pretendía y no sin evitar todavía algunas negociaciones pendientes. Esto subraya una característica de la política: siempre hay necesidad de aprender y las sorpresas no son extrañas. Plantearse objetivos demasiado precisos puede hacer que hechos normales se transformen en derrotas, como ha sucedido ahora.
Con el correr de los días, probablemente se vea que, pese al triunfo electoral, la negociación será un instrumento válido y necesario para que el Gobierno obtenga sanciones parlamentarias. Pero ha tenido un comienzo con un traspié y de aquí queda una lección: la ansiedad puede transformar expectativas en derrotas, aunque estas sean evitables con un poco de paciencia y dialogando más con los gobernadores, como en este caso.