Axel Kicillof pasó de sonar como el dirigente con más chances de ordenar al peronismo rumbo a 2027 a padecer las consecuencias de una interna descarnada dentro de su propio espacio. Con las heridas todavía abiertas después de la guerra de interpretaciones sobre la conveniencia o no de desdoblar las elecciones en Buenos Aires, en las últimas semanas el gobernador estuvo atrapado en un laberinto interno en el que las puertas de salida estaban bloqueadas no por los dirigentes que responden a Javier Milei sino por los mismísimos líderes de las distintas tribus peronistas.
El más reciente calvario político incluyó escenas de canibalismo explícito en un terreno siempre complicado: la Legislatura. Es que el Movimiento Derecho al Futuro se vio obligado a jugar al límite para aprobar el Presupuesto 2026, la Ley Impositiva y, el gran escollo final, un endeudamiento que considera vital para transitar sin turbulencias el próximo año. Ese fue, justamente, el punto más delicado: se impulsó una autorización especial por USD 3.685 millones, con la complejidad extra de requerir una mayoría agravada de dos tercios para su aprobación.
Y, como si le faltaran condimentos a la novela, aparecía como telón de fondo la creación del Fondo de Fortalecimiento de la Inversión Municipal, equivalente al 8% de la deuda bonaerense, originalmente ideado para paliar los inconvenientes de los intendentes de todos los colores para sobrevivir a nivel financiero y hacer frente al pago de sueldos, aguinaldos y alguna que otra obra de infraestructura. Los jefes comunales del conurbano y del interior presionan con el planteo de que más de 80 distritos tienen dificultades para afrontar sus gastos corrientes y que, sin un marco claro de financiamiento, la gestión 2026 arrancaría con tensión social garantizada.
Pero he aquí lo más curioso del asunto: las negociaciones con el espectro no kirchnerista, incluido el de La Libertad Avanza que comanda Agustín Romo, se encaminaron con mayor velocidad que las que se entablaron con el sector que responde a Cristina Fernández de Kirchner.

Télam
Las batallas intestinas fueron tan ríspidas que en La Plata no se esfuerzan en disimular el clima: “Todo se trabó por una hijaputez de La Cámpora. Otra vez estuvimos a un segundo de la ruptura expuesta”, admiten al hacer referencia a la actitud de la organización cercana a Máximo, que en un inicio no firmó el dictamen para el endeudamiento. ¿Y por qué pasó esto? “El rojo provincial tiene que transparentarse: no vamos a avalar una chequera abierta así nomás”, dicen de un lado. “Para tenernos con la soga al cuello y sacarnos más guita”, acusan del otro. Hermoso clima laboral.
Los articuladores quedaron agotados: la vicegobernadora Verónica Magario, el Gabriel Katopodis y el intendente/diputado electo Mariano Cascallares fueron los designados para llevar adelante las conversaciones de última instancia. Con el vínculo congelado entre Kicillof y CFK hace meses, los mensajes circularon a través del intendente de Lomas de Zamora, Federico Otermín. En el medio, Sergio Massa también empezó a mostrar señales de agotamiento frente a un peronismo que ya fagocitó varias veces a sus mediadores.
En ese contexto, todos los involucrados admiten que los momentos de tregua son cortos e inestables. Un ejemplo: hubo una tarde en la que una de las tantas reuniones de rosca terminó con la sensación de que había habido avances, pero a las pocas horas Mayra Mendoza llegó a advertir que si la Ley de Leyes provincial no incluía fondos para las obras en los arroyos quilmeños estaba lista para entrar en modo “opositora responsable”. Poco sirvió que cerca del hijo de Néstor y Cristina se despegaran de inmediato; el daño estaba hecho.
En paralelo, el espacio “La Patria Es el Otro”, referenciado en el ministro kicillofista Andrés Larroque, difundió un picante comunicado reclamando a los legisladores que “dejen de especular” porque rechazar el paquete propuesto por el oficialismo es equivalente a “ayudar al plan de Milei”. Hubo oleadas de episodios así, menos públicos, de forma constante. Y un telón de fondo complicado: el año pasado también hubo dictámenes, pero los proyectos nunca fueron votados en el recinto.
¿Y la oposición? Disfruta del espectáculo y aprovecha. Libertarios, radicales y hasta el PRO coinciden en un diagnóstico que repiten como si fuera un mantra legislativo: “Si primero no se ponen de acuerdo entre ellos, no podemos hacer nada”.
Este combo explosivo a nivel político se completó con otra arista que complejizó las discusiones: una infinita pulseada por espacios de poder. Léase: repartija de cargos. Las vacantes en la Suprema Corte y el Banco Provincia estuvieron en estas horas al tope de la lista de intercambios. Sin ir más lejos, se prometió la ampliación de las sillas disponibles en el BAPRO: de 8 pasarían a 12, abriendo así nuevos espacios para conceder.
Más: por cuerda separada se avanza en la pelea por la presidencia de Diputados. El kirchnerismo y el Frente Renovador empujan para mantener el acuerdo de un año cada uno entre Alexis Guerrera y Alejandro Dichiara, pero el gobernador puso el nombre de Cascallares sobre la mesa.
Todo este desaguisado generó que el palacio legislativo fuera un hervidero en la previa de la sesión espejo que se convocó el miércoles. Para muestra basta un botón: la reunión de Labor Parlamentaria tenía que arrancar a las 12 pero se postergó para las 14 primero, para las 16 después y se volvió a modificar para las 17. Las tensiones cruzadas eran inocultables y el final se avizoraba demasiado abierto.
Después de un trabajo de orfebrería se logró que Diputados debatiera a las 16 y el Senado a las 19. Y sobre el final de una jornada para el infarto Axel Kicillof finalmente pudo festejar a medias. Con lo justo. Con la lengua afuera. Casi sin margen. Ahora sabe que este viernes todavía falta lo peor: el endeudamiento. Una señal de los tiempos que corren, y que al parecer van a seguir corriendo, en la provincia más importante de Argentina.
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