El Gobierno está cerca de terminar un mes que puede convertirse en bisagra. Si los cálculos de Guillermo Francos salen bien, esta semana la Cámara de Diputados aprobará las primeras dos leyes de la gestión Milei. Los indicadores de alta frecuencia le permitirán saber al Ministerio de Economía si la inflación se mantendrá o no en el rango de 5% (la expectativa de los consultores privados es que suba y deje atrás el 4,2% de mayo) y la recaudación impositiva del mes le anticipará a Luis Caputo otros dos datos claves: los tributos que recaen sobre el consumo mostrarán si hubo un rebote de actividad o no, y también le permitirán estimar qué tan cerca están de conseguir el sexto superávit fiscal consecutivo. Este puñado de cifras mantiene en vilo al mercado y al propio equipo económico. Por si fuera poco, el titular del Palacio de Hacienda reiteró que no hay que esperar ni otra devaluación, ni un movimiento del crawling peg de 2%, ni un cambio del dólar blend para los exportadores. Estas son las cartas que valen, y con ellas tratará de jugar durante las próximas semanas hasta que esté en condiciones de avanzar con el fin del cepo cambiario. A sabiendas de que el ritmo de los precios va a mostrar de ahora en más un descenso lento, Caputo y Milei quieren mantener a rajatabla el ancla fiscal. Un dato de la última revisión del FMI que pasó inadvertido anticipa que no están lejos. La meta del primer semestre fue elevada a $ 4,6 billones, pero según un reporte de la consultora ACM, en los primeros cinco meses ya acumularon $ 6,4 billones. Eso significa que el Tesoro tiene un saldo a favor para junio de $ 1,8 billones. Como envión extra, una prórroga del impuesto PAIS en mayo dejó para junio nada menos que el 17,5% aplicable a la última licitación de Bopreal, que recaudó u$s 1700 millones. Con retrasar una semana pagos de Cammesa a las generadoras de electricidad (algo que en realidad ya sucedió), el número deseado se puede conseguir. Tal vez cueste el mes, pero no el semestre de superávit fiscal.