La elección de 2023 configuró al sistema político de un modo muy disfuncional, poniendo al frente del Poder Ejecutivo a un presidente que contaba con una representación muy minoritaria en el Poder Legislativo. El sistema no estaba preparado para procesar el triunfo de un dirigente que ganó la elección presidencial sin tener una representación mínima en el Congreso. Pero, como ya todos sabemos, las condiciones de presión y temperatura no fueron las habituales. El principal desafío de Javier Milei en estas elecciones de medio término es empezar a corregir aquella anomalía, y avanzar hacia uno de dos objetivos posibles: el menos ambicioso, agrandar la minoría que representó el 2023 (30%), cuando la competencia fue con toda la oferta electoral disponible; el más ambicioso, retener gran parte de la mayoría que lo depositó en la Casa Rosada en noviembre de ese año (55,7%). Milei tenía dos alternativas posibles para construir una mayoría. Una de ellas era recorrer un camino coalicional, celebrando acuerdos con sectores afines, y construyendo una coalición más amplia que, no solo le de sustento político a la acción de gobierno, sino mejores condiciones competitivas para ganar con amplitud la elección legislativa. Pero claro, eso suponía no solo la dificultad de abrir una negociación y tener que definir los roles y funciones de cada nuevo aliado, sino ceder -o al menos coparticipar- a los integrantes de la coalición en el proceso de toma de decisión. La otra alternativa, que es la que finalmente decidió encarar el presidente, es la colisionar: o se suman a este cambio que está liderando el presidente, o serán confrontados electoralmente. Esta estrategia tenía en la Ciudad su piedra basal, había que demostrar en el distrito del principal aliado que la gente se inclinaba por el nuevo instrumento de cambio. Por ello, más que un triunfo electoral, lo del 18 de mayo fue un triunfo político. Esa victoria de Manuel Adorni permitió que ese mismo día a la noche, el propio Milei y su candidato anunciaran las condiciones que les imponían a todos sus potenciales aliados: el liderazgo de Milei no se comparte, la identidad partidaria no se negocia, y el color violeta no se cambia; el que quiera sumarse, será bienvenido, el que no, deberá confortarnos electoralmente. No se trata de una campaña de seducción, se trata de una campaña de afiliación. Queda claro entonces que Milei no busca acuerdos, sino que reclama apoyos. No quiere aliarse con los demás, quiere que los demás se afilien a La Libertad Avanza. En definitiva, el objetivo es que la mayor parte de los votantes que conformaron la heterogénea coalición del balotaje del 2023, terminen votando ahora a LLA. Es probable que gran parte de esos votantes hoy tengan predisposición de votar a LLA, no habiéndolo hecho en 2023. Pero, para lograr que la mayoría de ellos se vuelva a inclinar por el partido del presidente, falta recrear la otra parte del contexto de balotaje: que enfrente esté la oferta desprestigiada del peronismo. Es aquí donde se explica la estrategia del oficialismo de postergar la jubilación de Cristina Kirchner con la conveniente caída de la Ley de Ficha Limpia, propiciada por las manos amigas de los dos senadores de Misiones. Si no se puede convencer a los votantes del balotaje de pintarse de violeta, será útil espantarlos de nuevo desde el otro lado de la oferta. La estrategia de centrifugación de todo lo que esté entre LLA y el kirchnerismo, requería que estas sean las opciones dominantes, y esa es la escena que ahora se quiere reconstruir en la Provincia de Buenos Aires: Milei vs. CFK. Es la mejor configuración de escena para recrear aquella opción binaria que ofrecía la segunda vuelta de 2023, que le permitió al Milei recolectar el 55,7% de los votos. En definitiva, para esta elección de medio término, la síntesis de la estrategia de Milei es: jubilar a Macri y postergar la jubilación de CFK. El primer objetivo tiene la misión de desalojar a todo liderazgo alternativo dentro del polo que pretende dominar Milei. No tiene que haber dudas de que el líder del antikirchnerismo es Milei. Para eso, el triunfo en CABA ayudó a convalidar la idea que viene azuzando el oficialismo: el PRO es el pasado y LLA es el futuro. El segundo objetivo tiene la misión de conservar en frente aquello que ayudó a que una mayoría viera como factible votar a una figura tan singular y desconocida como Milei. Puede que, más allá de los resultados, aún una porción importante de los votantes del balotaje tenga reparos de volver a votar a Milei. De hecho, el nivel de retención de aquellos votantes ha caído por debajo del 80% en los últimos meses. Por ello se vuelve importante postergar la jubilación de Cristina y que lo que ella representa esté presente en la oferta para ablandar resistencias. Para este segundo objetivo, la caída de ficha limpia allanó el camino para que en PBA las opciones puedan ser "kirchnerismo o libertad". A su vez, el reciente compromiso del PRO de ir juntos con LLA garantiza que no habrá tanta fragmentación en el universo de ofertas que se paran enfrente de Kicillof. Pero, aún falta la decisión de la expresidenta, si querrá y logrará ser la candidata de unidad del peronismo para terminar con la faena de LLA. Lo cierto es que la inteligencia de esta estrategia del oficialismo, de ir por la vía colisional e intentar jubilar a Macri postergando la jubilación de Cristina, estará determinada por los resultados. Y, para ello, habrá que mirar el resultado electoral de medio término. Para saber si solo se logró agrandar la minoría (estar por debajo del 40% de los votos) o si se logró retener gran parte de la mayoría que lo depositó a Milei en la Casa Rosada (estar por arriba del 40%), habrá que esperar al próximo 26 de octubre.