Las causas y la lucha contra la inflación, la administración de los planes sociales, la retórica y la política contra la inseguridad, las negociaciones paritarias, la rienda que se le da a la policía bonaerense, las tomas de tierras en la Patagonia y el acuerdo con el FMI. Son muchos temas juntos, y todos de alta complejidad, para darse el lujo de moverse sin un plan. El Frente de Todos está pagando el precio de su improvisación de origen.
A punto de cumplir tres años de gestión, el experimento frentetodista acumula demasiados frentes internos y demasiado desconcierto. Es uno más de los gobiernos progresistas de la región a los que les cuesta hacer pie y eludir la intrascendencia histórica.
¿lula podrá?
Un Lula da Silva aliado a la derecha tradicional intentará romper esa suerte de maleficio en Brasil. ¿Lo logrará? Sergio Massa espera a que el "inmenso Lula", tal como lo elogió por twitter, sea exitoso en combinar fiscalismo ortodoxo con integración social. Es en definitiva una apuesta por su misma receta. Pero el resultado en primera vuelta demostró que la fuerza de Jair Bolsonaro es más que un mero accidente ideológico.
Las dificultades que enfrentan las experiencias de centro-izquierda, incluso en la gestión diaria, alientan los discursos extremos. En la Argentina tanto Javier Milei, como Patricia Bullrich y Mauricio Macri capitalizan esa impotencia. Y por el momento no hay motivos a la vista para que no lo hagan de forma electoral en 2023.
Pero para la votación todavía falta un año. Es mucho tiempo para que la alianza peronista baje los brazos. Y sin embargo esa parece ser la imagen que da por momentos el Frente de Todos. Sólo Sergio Massa se muestra activo ante la epopeya de estabilizar la política y la macroeconomía. Y de hacerlo sin que la inflación se lo devore a él junto a los salarios y las jubilaciones de los argentinos. Cerca del tigrense afirman que Massa está enfocado en ese objetivo, sin perder un segundo en el deporte de la rosca y el internismo.
"Yo me quedo. Tenemos buen presupuesto y agenda para el año que viene. Tenemos que fortalecer políticamente el frente como se pueda", se auto-arenga otro ministro.
cada cual atiende su juego
Alberto Fernández quedó cristalizado en el papel de analista de la realidad. Cristina Kirchner se concentra en su cruzada contra una parte de Comodoro Py, mientras los cristinistas se dedican al fuego amigo, con un ojo y medio puesto en la sobrevida política en la Provincia de Buenos Aires. La reelección de Axel Kicillof como plan B, sin embargo, está lejísimos de estar garantizada. Tampoco ya se escucha el viejo reclamo de ser integrados a la mesa de toma de decisiones: la quimera de la institucionalización del Frente de Todos.
Convencido de que los votos todistas se escapan por izquierda, Máximo Kirchner sigue sin encontrar un lugar y un destino en la alianza de gobierno.
El ministro saliente Claudio Moroni era el último en funciones del trío apuntado por La Cámpora. El desborde en la paritaria del neumático selló su suerte. Máximo Kirchner y Andrés Larroque volvieron a la carga por su cabeza. Y de forma apenas sutil le hicieron una advertencia a Sergio Massa.
el desafío de designar tres ministros
Ahora este albertista se suma a la lista integrada por Martín Guzmán y Matías Kulfas. Se fueron los tres. Y entonces, ¿qué? ¿Alcanza con el ajuste gradualista que intenta Sergio Massa para bajar la inflación por goteo?
Juanchi Zabaleta también percibió que seguir en el gabinete de Alberto Fernández es un negocio de bajísima rentabilidad política. El ministro de Desarrollo Social volverá a preservar su territorio en Hurlingham. Cambia la seguridad del pago chico por un ministerio que, en adelante, convivirá con acampes casi diarios del frente piquetero de Eduardo Belliboni.
La renuncia de Elizabeth Gómez Alcorta al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad es otro síntoma sobre la falta de rumbo y de relato unificados. Revela la ausencia de consensos básicos. En este caso, el diagnóstico sobre las tomas de tierras en la Patagonia por parte de grupos mapuches. Sobre los motivos de la inflación, tampoco hay acuerdo interno. Respecto al FMI, menos. Con diálogo intermitente y frío entre el Presidente y su Vice, en lo inmediato Alberto Fernández tiene el desafío de designar tres nuevos ministros.
En la cancha de Gimnasia de La Plata se escenificó un desorden parecido. Tras la incomprensible represión policial, coronada por la muerte de un hincha, Sergio Berni quedó bajo fuego cruzado. Su identidad y ADN kirchnerista es lo único que lo salva de ser tildado de represor y manodurista.
Por mucho menos el gobierno porteño de Horacio Rodríguez Larreta sería tachado de dictatorial. Si bien la incomodidad que su figura genera internamente tiene un objetivo estratégico, no está claro que esté funcionando. ¿El costo de mantenerlo se compensa con resultados en la conducción de la bonaerense o en la captación de votos de espacios ajenos? La permanencia de Berni en el gabinete de Kicillof es otra muestra de la falta de brújula que existe en el Frente de Todos.