El gradualismo bajo fuego

En estas horas, con el ritmo frenético con que se movieron los mercados en los últimos días, hablar del error cometido el 28 de diciembre pasado luce descontextualizado. Es como si nos estuviéramos refiriendo de un tiempo muy muy lejano. Sin embargo, el cambio de las metas de inflación y las decisiones que se tomaron luego de dicho anuncio, la reducción de las tasas de interés administradas por el BCRA y el compromiso asumido por éste de intervenir en el mercado cambiario para evitar movimientos disruptivos en la cotización del dólar, fueron el arranque de un proceso sistemático de aumento de la incertidumbre macro.

El menor compromiso con la desinflación reflejado en el cambio de política monetaria fue costoso. La baja de las tasas de interés sumado al aumento de las expectativas de inflación primero y de la inflación efectiva después, generaron una caída muy fuerte del rendimiento real de los activos en pesos. La demanda amplia de pesos cayó y el atractivo por atesorar divisas aumentó. En un contexto de incertidumbre global creciente, reflejada en el incremento paulatino de las tasas de interés de los bonos del tesoro norteamericano y en la alta volatilidad que exhiben todos los mercados (divisas, acciones y commodities), Argentina fue una de las economías más castigadas. El riesgo país aumentó más que para el resto de los países de la región y el peso se depreció más de lo que lo hicieron las monedas de esos países (algunas incluso se apreciaron respecto del dólar, al menos en los primeros tres meses del año).

O sea que no estamos frente a un fenómeno nuevo. Lo sucedido en las últimas dos semanas forma parte de ese progresivo deterioro de la confianza. Pero que se acelera como consecuencia de varios factores:

- 1. Está claro que el desarme de posiciones en activos en pesos de parte de inversores extranjeros que evitaron ser alcanzados por el impuesto a la renta financiera tuvo un impacto importante en el mercado cambiario. Puede que el desarme de posiciones continúe, tanto de parte de extranjeros como de locales, pero no es el único factor con el que habrá que lidiar de ahora en más.

- 2. El denominado tarifazo puso en discusión, como nunca antes, la crucial cuestión de la gobernabilidad. Por primera vez, el Gobierno quedó expuesto al fuego amigo y al de una oposición que encontró un tema sensible para ponerse del lado de una opinión pública que comienza a dar señales de fatiga a causa de una inflación que no afloja. Y que no va a aflojar en el resto del año y menos aún después del reciente salto en la cotización del dólar.

- 3. El manejo de la cuestión cambiaria de las últimas dos semanas generó muchas preguntas y dudas. En particular, no se terminó de entender por qué se intervino muy fuerte al principio para evitar que la cotización del dólar escalase y luego se siguió interviniendo pero permitiendo una importante depreciación del peso. Se escucharon algunas voces oficiales justificando la misma por lo que está sucediendo con el dólar en el mundo. En particular, por la depreciación del real frente al dólar de las últimas semanas. Pero, basta con ampliar el horizonte de comparación para darse cuenta que la depreciación del real ha sido mucho menor que la del peso. Y que no se justifica tanto apuro en reducir el terreno perdido en materia de competitividad. Mucho menos justo cuando la incertidumbre está en su clímax por otros motivos y no solo por lo que pasa con las divisas a escala global.

- 4. La falta de comunicación y de manejo de las expectativas. Cuando la Jefatura de Gabinete desplazó al Banco Central del centro de la lucha anti-inflacionaria, no solo se produjeron dudas sobre el compromiso con la desinflación. Se produjo también una notoria orfandad en el manejo de las expectativas. Cierto es que la autoridad monetaria las modela a partir de las decisiones que toma. Y el aumento de las tasas de interés en 600 puntos básicos parece indicar que tiene espacio para volver a ocupar un lugar y una relevancia que había perdido. Pero no parece suficiente.

La falta de declaraciones más contundentes y de explicaciones más claras de por qué y para qué se está haciendo lo que se hace genera muchas suspicacias. La más reiterada es la sensación de que si no hay un apoyo más masivo y más contundente a las acciones del BCRA es que no hay consenso interno. Algo de por sí malo, pero que se torna mucho más malo en un contexto de altísima incertidumbre como el actual.

En síntesis, estamos frente a una incertidumbre económica y política inédita para la gestión del presidente Macri. La situación dista mucho de otros episodios de corrida. Todavía hay muchos instrumentos para tocar para evitar males mayores. Podríamos decir que la criatura de Frankenstein se despertó, pero aún se puede evitar que ande suelta.

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