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¿China está fabricando un nuevo Mundo? ¿Cómo hizo China, en primer lugar, para hacerse tal como es hoy? Son preguntas en las que incursiona Gustavo Girado, Magíster en Relaciones Internacionales de FLACSO y economista, en su nuevo libro "Un Mundo Made In China", justo en un momento clave para la relación entre la Argentina y el gigante asiático, con la reciente visita a Beijing del presidente Alberto Fernández.
En una charla con El Cronista, Girado evalúa la decisión argentina de adherir a la "Iniciativa de la Franja y la Ruta" (Ruta de la Seda o Belt and Road Initiative) y cuáles pueden ser las consecuencias políticas y económicas. Pero sobre todo, explica qué hay detrás del modelo de crecimiento chino, qué busca con su integración a Occidente que muchos ven como una amenaza comercial y estratégica; y cómo es la relación del Estado o el Partido Comunista con las tecnológicas chinas como Huawei.
Temas que desarrolla en su libro, editado por Capital Intelectual, y que cobran relevancia tras la fuerte apuesta del Gobierno a conseguir financiamiento e infraestructura en Beijing. "China no hace ni más ni menos que lo que otros en Occidente han hecho antes", dice Girado, Director de la carrera de posgrado de "Especialización en Estudios en China Contemporánea" en la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) y profesor en la Universidad de Buenos Aires (UBA), en el Seminario de Posgrado sobre China y América Latina en FLACSO, y en el ISEN (Instituto del Servicio Exterior de la Nación). Incluso, se anima a poner bajo la lupa la visión de la democracia liberal de Occidente.

Girado hace un poco historia comienza su análisis con la situación de dependencia de China, con incursiones militares de Occidente en su historia, y de cómo se transformó hasta llegar a negociar con las empresas transnacionales la transferencia tecnológica. "Es interesante ver qué cosas hace un país seminalmente dependiente con una sociedad que dice ‘no podemos seguir así', tenemos que ser artífices de nuestro futuro. Cuando Mao muere viene Deng (Xiaoping) y dice ‘enriquecerse es glorioso'. Entra la imbricación con Occidente por la cual muchos dicen que China se hizo capitalista, pero en realidad es el famoso socialismo con características chinas".
-¿Cómo se favoreció esa transformación?
-Occidente invirtió en investigación y Desarrollo (I+D). China se preguntó ¿qué tengo para canjear?: tengo mercado. Entonces, con políticas que desarrolla el Politburó con mucha firmeza y a prueba y error durante mucho tiempo va negociando el atractivo que tiene el potencial de su mercado con la apertura del paquete tecnológico en las trasnacionales que se radican en el territorio chino. China les crea a las trasnacionales un ambiente apropiado para que se desarrollen (universidades, zonas económicas exclusivas). Ellas deben radicarse en esos ambientes para que el recurso humano que utilicen sea chino. Es el inicio.
-En el libro hace fuerte hincapié en lo que denomina "proceso de estandarización". ¿De qué se trata?
-Estandarización es el establecimiento de las normas en el campo tecnológico en el cual aún no están escritas. Hay mucha lucha política a ese nivel.
-Y habla de lo que ve como una transición desde una interdependencia de China con otros países a una "dependencia estratégica"...
-Es el final del proceso. El mundo formateado a partir de la salida de la Segunda Guerra Mundial tiene una institucionalidad generada por los ganadores (FMI, Banco Mundial, ONU), que contiene los intereses y los valores de Occidente, pero los de Oriente no están. Los valores que se expresan a través de las manufacturas, de los contenidos legales, eso no está adentro de esa institucionalidad. Ese mundo es el que está crujiendo. Como todo, hay una institucionalidad que se agota, que muta. Resulta hoy que la República Popular China es casi un tercio del crecimiento mundial, entonces es terriblemente importante. Pero está subrrepresentada en toda esta institucionalidad. Brega por tener consideración porque lo requiere su desarrollo. Pero naturalmente no la dejan. Entonces China crea su propia institucionalidad: la Belt and Road, el Banco Asiático de Infraestructura, los BRICS, el Banco Asiático de Desarrollo (el de los BRICS), la Organización de Cooperación de Shanghai, que es de Defensa. Promueve esa institucionalidad con sus valores, con sus formatos, con sus normas. Estamos siendo contemporáneos del momento en el cual China se despliega con esos intereses por sobre Occidente, con quien necesita por su propio desarrollo integrarse. Hoy claramente tiene su voz propia. Y naturalmente sus valores, sus normas, crean sus estándares que primero son locales y que luego necesitan internacionalizar, casi por una cuestión de sobrevivencia. Ahí viene la lucha.
Esa interdependencia explica mucho mejor el mundo moderno que la dependencia-independencia del siglo pasado. El mundo de la Guerra Fría eran dos paradigmas ideológicos separados disputando la hegemonía, pero hoy no. Te venden Guerra Fría, pero no: Huawei depende de Qualcomm, y Qualcomm depende de ZTE, la integración manufacturera no hace posible el desacople. Arriesgo en el libro que la Ruta de la Seda es un resultado de ese diseño político y no un origen. Es una consecuencia de la proyección sobre Occidente, porque necesitan zonas de paz, porque no actúan como imperio desde mi punto vista. Y la dependencia hoy es estratégica porque cobra forma a partir de la dependencia mutua en términos productivos.
-¿China busca suplantar esa gobernanza global o desarrolla una estructura paralela?
-No creo que busquen suplantar, sus políticos no muestran esa actitud. Lo que han hecho en los últimos 25 años es un proceso de integración, me gusta usar la palabra parametrización, con las maneras, las formas, los criterios que están vigentes en el resto del mundo.
-China busca aplicar ahora el soft power (poder blando), pero también en el libro usted analiza la hipótesis de un escenario de enfrentamiento militar.
-Confirmo mi opinión que está en el libro, de que no pareciera que ellos tuviesen promoviendo que la disputa hegemónica se resuelva militarmente. Creo que China promueve una resolución cooperativa, que es una salida. Hay áreas de cooperación globales como cambio climático, paz, lucha contra el hambre, etcétera. En el tema militar, si bien creo que no es su política, en todo caso hacen exactamente lo mismo que hicieron los británicos, los japoneses y hacen los norteamericanos hace 150 años. No tengo dudas que el manejo del big data por parte de empresas privadas como Microsoft, Facebook, que expresan gran concentración de capital norteamericano, tenga hoy un poder mayor incluso que el del propio gobierno norteamericano en cierto segmento. El riesgo que corren las democracias liberales de Occidente es ese, justamente, que la voluntad popular no sea más la que defina el futuro político, sino que sea la creación de subjetividad a través de las redes de información.
Mientras, China ha ido aprendiendo cómo Occidente hace eso, está haciendo dos cosas: adelantarse al problema y atacar el grado de independencia que tienen las tecnológicas chinas. Y le han dado patadas en el tobillo a las grandes empresas tecnológicas chinas para que no se independicen del proyecto colectivo. Porque ellas son resultado del esfuerzo de toda la sociedad. Y eso es absolutamente clave para entender la diferencia entre China y el resto. Por supuesto que la libertad, entre comillas, democrática que hay en Occidente no tiene la misma forma. Entonces, la valoración al proyecto yo no la pongo en duda, porque me parece que es muy discutible, pero no la ataco justamente porque es muy respetable. Por supuesto que ajustan clavijas de una forma que acá no se soportaría. Es un proyecto que tiene muchas décadas, la gente no lo puede pensar de otra manera. Entonces frente a la imposibilidad de hacer una comparación, porque culturalmente hay otros valores de por medio, creo que China no hace ni más ni menos que lo que otros en Occidente han hecho antes
-Bueno, pero también, y mirando con ojos Occidentales, hay una diferencia que usted también marca, que se trata en este caso de un régimen que no es democrático. No está el valor de la libertad en China. Digo a modo de consulta también: ¿hasta qué punto eso puede representar una barrera para China en este proceso de integración o estandarización?.
-Bueno, eso tiene que ver con el otro origen del libro. Trato de mostrar que justamente el error es pensarlo de esa manera. Hace muy pocas décadas, la gente-esto es muy visible en la Unión Europea-, se ha ido dando cuenta que aquellos que votan, a quienes votan como sus representantes, no tienen la sartén por el mango, no son quienes gobiernan. La decisión queda en una trifecta, llámese Banco Central Europeo, llámese gobierno alemán, o FMI. Una institucionalidad ut supra que concentra los intereses de la base y toman las decisiones por encima de los representantes de la gente. La gente se ha ido dando cuenta de ello y los partidos populares mayoritarios han sido deshilachados en función de propuestas extremas por izquierda y derecha en casi toda Europa. Creo que la política china evita eso. Por supuesto que tiene un costo. Pero ese costo es seminal en China, no es alternativa. No tuvo "etapa burguesa". En la medida que haya un proyecto colectivo que se antepone a los proyectos individuales y eso se hace carne en la sociedad, la democracia como la entendemos en Occidente para ellos es un concepto que se transforma.
-¿Pero usted elegiría ese modelo?
-No, porque hay muy poco trasladable. Estoy convencido que hay que hacer un camino propio, dentro del marco de nuestros valores hacer algo diferente. Pero me parece que el camino elegido por nosotros no es el adecuado, con las crisis recurrentes que tenemos.
LA VISITA DE ALBERTO FERNÁNDEZ A CHINA
-¿La adhesión de la Argentina a la Iniciativa de la Ruta es positiva? ¿Cómo debería ser la relación con China en este momento de tensión con Estados Unidos, sumando la situación de Rusia?.
-Está bien que la Argentina haya adherido. La situación macroeconómica de Argentina es sumamente débil. Argentina tiene muchos proyectos que no están frustrados: están detenidos por la ausencia de financiamiento, de tecnología y de infraestructura. Y esas tres cosas son la oferta excedente que tiene China. Y nos une una complementariedad que no hay con ninguna otra economía sudamericana. Incluso Argentina es más complementaria que Uruguay. Al proyecto adhirieron casi 150 países del mundo. Para convertir su crecimiento en desarrollo, China necesita alcanzar acuerdos con economías que la provean de productos en cantidad y los requiere en medio de acuerdos de largo plazo justamente para poder proyectarse.
-¿Cree que los acuerdos recientes con China y Rusia pueden suplantar la relación hemisférica con Estados Unidos, o Argentina tiene que manejarse con un equilibrio?
-La va a suplantar en términos comerciales porque con Estados Unidos prácticamente es inexistente. Desde hace 200 años prácticamente no comerciamos porque ambos somos exportadores de productos agroalimenticios de clima templado. De hecho, el Acuerdo de Fase 1 de enero de 2020 entre Estados Unidos y China administró el comercio bilateral muy en contra de los intereses argentinos, porque 200 mil millones de dólares pasan a ser comercio administrado en productos en los cuales la Argentina es competidor internacional.
-¿Hay un costo oculto en este financiamiento por el lado de China? Lo que se dice comúnmente, bueno, todo esto no es gratis para Argentina...
-No lo sé, no se ha visto públicamente nada de lo que firmaron. Es medio pronto aún.
-¿Le hubiese convenido a la Argentina abordar esta negociación desde el Mercosur?
-Las opiniones en el Mercosur están muy divergentes políticamente, es muy difícil poner espalda contra espalda porque cuando pudiste hacerlo a nivel regional en su momento no se consolidó. Y lo que vino después tampoco fue mejor. Hubiese sido bueno lo que plantea, pero no veo que estén dadas las condiciones para avanzar en ese sentido. ¿Qué hace China sobre eso? Lo aprovecha. Seríamos muy tontos si dijéramos lo contrario.



