No es un empresario típico; su look es el no look, como quien asume varias personalidades a través de la ropa o sus uñas pintadas.
Disfruta de las cosas simples como tomar café a la mañana escuchando música, o yendo a cortarse la barba. Son momentos de conexión que tienen que ver con todo menos con el dinero. "No quiero tener 20 autos o dos casas, quiero estar bien, y hoy me siento afortunado de poder vivir de lo que hago", dice de manera distendida.
Proveniente de una familia de clase media que supo sortear vaivenes económicos, tras la muerte de su padre, a sus 10 años, Samuelian fue forjando desde muy joven cierto espíritu emprendedor, que no se limitaba al mundo textil, sino a cualquier tarea que se le antepusiera y con la cual pudiera ayudar en su hogar.
Es probable que su imagen aún hoy siga asociada a Bolivia, la marca de indumentaria que creó en 2005 y con la que también tuvo que sortear algunos altibajos económicos. Fue disruptivo siendo inclusivo cuando nadie hablaba de ello. Nunca se lo propuso, en su ADN estaba pensar en las personas como personas y no en términos de género. Y ese fue un gran sello de Bolivia.
Su acercamiento con Flecha se había dado unos años antes, cuando Alpargatas le vendió un lote de zapatillas para comercializar en sus locales. Prácticamente se le fueron de las manos, y desde ese momento el bichito de hacer algo con la marca empezó a crecer en él.
"Hubo un momento en que ya no tenía ganas de ir al local. Fue un proceso de dos años hasta que pensé que quería hacer. Entonces me dije ‘relancemos Flecha". Para mí era como un sueño. Mi abuelo tenía un local en el Once y vendía Flecha y yo tenía la posibilidad de reflotar la marca", recuerda de ese momento.
Para 2012, Alpargatas dejó de fabricar las Flecha, y fue en 2019 cuando Samuelian pudo comprar la marca para darle una nueva vida. Así, se hizo de la marca, de todas las posiciones registradas, la matricería y nuevas inversiones en maquinaria fabril.
Pandemia de por medio, el proceso no fue fácil. La reconversión de las zapatillas también involucraba una nueva forma de producción que la de décadas atrás. Así, pasaron a ser fabricadas del método de inyección directa de PVC a ser vulcanizadas con suela de caucho. De esta manera, hoy las flechas tienen la misma confección que una Converse, Vans, Superga o Topper y sale a competirles con su nueva impronta.
Para llegar hasta allí tercerizó la fabricación en la planta que tiene Topper en Aguilares, Tucumán, pero con la mira puesta en tener la suya propia dentro de un año y medio, a más tardar. De esta manera, podrá pasar de los 10.000 pares que llegó a producir durante los últimos meses de 2023 a concretar unos 40.000 o 50.000 pares anuales.
Para ello, buscará asociarse con la fábrica actual y montar un nuevo predio en esa localidad tucumana.
Sentado en su bunker del barrio de Palermo, donde expone sus nuevas creaciones con un orgullo que, él identifica como el orgullo de ser argentino y tener un producto argentino, Samuelian no se desespera por las vidrieras, el mundo cool o el éxito.
"Para mi Flecha es una comunidad, es Messi, Maradona, la argentinidad. Me llena de orgullo traer una marca argentina y darle nueva vida. Yo quiero que sea como el dulce de leche o la Coca-Cola", enfatiza entusiasmado.
Por otro lado, recuerda que siempre se dijo que nunca sería industrial, pero el amor por flecha y el involucramiento en el proceso de producción, lo llevó a querer ser el propio fabricante de Flecha.
Más tarde vendrá también la fabricación de indumentaria Flecha, lo que será todo un desafío porque la marca nunca tuvo ropa. "No hay nada más lindo que si estas en un lugar creativo, crear", concluye expectante por lo que está por venir.
