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Las autoridades de China anunciaron uno de sus mayores logros en los últimos años. Con la inauguración de una nueva central hidroeléctrica alcanzaron un nivel histórico de autonomía energética que está cambiando el equilibrio de poder global.

Este avance marca un precedente para el país. Por primera vez, logra combinar innovación, producción y abastecimiento a gran escala, un logro que pone en alerta a potencias como Estados Unidos, que ven cómo su influencia en el terreno energético comienza a desvanecerse.

Tiembla Estados Unidos: China pone en marcha una nueva central hidroeléctrica

Durante el 2024 y 2025, China instaló una cantidad récord de plantas de energía limpia, combinando nuevas tecnologías de generación con almacenamiento masivo y sistemas inteligentes de distribución. En los últimos meses, superó la barrera de los 11.000 millones de kilovatios hora generados, un nivel que simboliza su camino a la independencia energética.

El país ha reducido su dependencia del petróleo y el gas importados, mientras impulsa una red de producción nacional basada en fuentes renovables, como la solar y la eólica, que ya no son su único foco. Ahora, las autoridades también apuestan por sistemas híbridos de alta eficiencia y por el uso de reactores avanzados, capaces de sostener su red sin interrupciones.

Este modelo permitió que su industria energética creciera a tal punto que ya representa un porcentaje considerable del producto interno, generando empleo, desarrollo tecnológico y liderazgo mundial en el mercado de energías limpias.

¿Por qué esto podría ser una amenaza para Estados Unidos?

Este gran avance de China podría ser una amenaza para Estados Unidos, ya que durante décadas dominó los sectores de energía e innovación. Con el nuevo esquema chino, las exportaciones de tecnología y los acuerdos energéticos pierden influencia, afectando a empresas que antes dependían del comercio con el país asiático.

Además, este cambio modifica la estructura global de inversiones. Los países que antes buscaban cooperación con Estados Unidos comienzan a ver en China un modelo más rentable, independiente y tecnológicamente autosuficiente.