

La posibilidad de la llegada de una Tercera Guerra Mundial ronda la escena internacional debido a una serie de eventos que sucedieron a lo largo de los últimos años: desde la tensión en Ucrania y Oriente Medio, el gasto militar en alza de los países de la OTAN hasta las recientes fricciones entre potencias. Sin embargo, muchos expertos sostienen que, a diferencia de lo que pasó hace un siglo, la tecnología militar moderna, con su capacidad de destrucción masiva, actúa como un freno para quienes tienen el poder.
Es el principio de la "destrucción mutua asegurada" que sobrevoló toda la época de la Guerra Fría; por caso durante la crisis de los misiles de Cuba en los años 60, el momento más cercano que se conoce a una guerra nuclear.
Que se desate una guerra total ocurra a nivel internacional depende de muchos factores. Actualmente, existen sorprendentes paralelismos con el período que precedió a la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que se gestó durante dos décadas y fue una consecuencia directa de la Primera Guerra Mundial.
Los antecedentes de la Segunda Guerra Mundial que predicen un nuevo conflicto
La Primera Guerra Mundial finalizó en 1918, dejó a Europa devastada y con profundas cicatrices. El Tratado de Versalles de 1919 no solo desarmó a Alemania, sino que la obligó a pagar compensaciones inasumibles, perder territorios industriales clave y ver su ejército reducido a la irrelevancia. La humillación y el resentimiento se apoderaron del país, que vivió una sucesión de crisis en la década de 1920: hiperinflación, desempleo masivo y una polarización política extrema con violencia en las calles.
En este sentido, se puede trazar un paralelismo con el aislacionismo que viven hoy China y Rusia que están separados del bloque occidental y del mega pacto militar de la OTAN. Esta sensación de ostracismo podría generar conflictos entre los dos bloques ideológicos y económicos.
Las negociaciones fueron en su mayor parte secretas y dejaron afuera a países como Rusia. Recién en 1919 comenzaron los intercambios escritos con los vencidos, a través de los "cuatro grandes" o Consejo de los Cuatro, que incluía a Francia, Reino Unido, Italia y los Estados Unidos.

Para peor, llegó el crack de 1929 en la bolsa de Estados Unidos que actuó como detonante. La depresión económica mundial hundió la confianza en la República de Weimar y allanó el camino para el ascenso del extremismo. El mensaje de Adolf Hitler, que culpaba a judíos, comunistas y "traidores" de la ruina nacional, fue ampliamente aceptado por la población que estaba harta de vivir en condiciones indignas tanto sociales como económicas. El líder nazi fue ganando apoyos hasta ser nombrado canciller en 1933.
Enfocado en volver a la gloria pasada, Alemania suspendiendo las libertades y lanzó una gran campaña de rearme a gran escala que violaba los tratados internacionales que ya de por sí eran sumamente duros con Alemania. Aparecieron nuevas armas (tal como ahora sucede con los drones militares), los gastos militares se multiplicaron (de la misma manera que hoy sucede con Rusia y los aliados de la OTAN) y se construyeron los primeros campos de concentración. Mientras tanto, las potencias occidentales, Francia y el Reino Unido, optaron por una política de apaciguamiento, cediendo ante las demandas de Hitler para evitar una guerra total. Los reclamos son similares a los que hoy reclaman países como Polonia y Ucrania ante los avances de Rusia sobre sus territorios.

Así, Hitler reocupó Renania en 1936, se anexó Austria en 1938 y absorbió los Sudetes checos sin oposición. Pero en 1939, cuando las tropas alemanas ocuparon el resto de Checoslovaquia, la ingenuidad se desvaneció y la guerra se volvió inevitable. El 1 de septiembre de 1939, las tropas alemanas invadieron Polonia, y dos días después, Francia y el Reino Unido declararon la guerra. La Segunda Guerra Mundial había comenzado, y en pocos meses, el conflicto se extendió por todo el continente.
Tanto el miedo de las potencias como Inglaterra a ser invadidos, como una serie de alianzas que demandaban intervención de otros países, generó un efecto dominó que culminó en una guerra total en casi todo el mundo: desde el norte de África, pasando por todo el territorio ruso y hasta las islas del Pacífico.











