

Mientras Kicillof insiste en decir que lo poco que crece el país es mérito propio, y a pesar de la crisis internacional, y no del viento de cola, objetivamente analizado, este viento no solo existe, y ha sido fuerte, sino que promete seguir soplando.
Es cierto que el entorno internacional se ha vuelto menos favorable para América Latina. Aumentaron las tasas de interés a largo plazo en EE.UU., para frenar la emisión monetaria por parte de la Reserva Federal (Fed), se desacelera el crecimiento en China y se produjo una corrección a la baja de los precios de algunas materias primas. Pero hay varios motivos para un moderado optimismo.
Además de políticas más pro mercado en algunos países, lo cierto es que la calma ya está regresando y se empieza a ver una moderación o incluso reversión de las salidas de capitales de los últimos meses, salvo en países donde la agresión es muy alta como en Argentina. Es verdad que cierta volatilidad se mantendrá mientras siga la duda sobre la recuperación de EE.UU., pero si disminuye la emisión monetaria de la Fed, es probable que su ciclo empiece a mejorar, y con él, el ciclo mundial.
En segundo lugar, en China no parece que ocurrirá una caída del crecimiento como el de 2008, sino una desaceleración. El margen para las políticas económicas es menor que en ese año y las autoridades pueden ser más reticentes a utilizarlo, pero hay espacio para que las políticas fiscal y monetaria puedan provocar aún un crecimiento cercano a las metas oficiales del 7,5%. El desarrollo aún robusto de Asia, en general, seguirá presionando para que los precios de las materias primas se sitúen aún por encima de sus promedios históricos.
En tercer lugar, si bien es cierto que la corrección de precios de las materias primas y la debilidad externa han empeorado las previsiones de déficits exteriores, los saldos continúan siendo sostenibles salvo en Argentina particularmente debido al fracaso de la política energética, mientras sigan, como hasta ahora, financiados completamente o en su mayor parte por inversión directa extranjera, que es flojísima en nuestro país. Así, con el aumento de los déficits también sube la vulnerabilidad ante un cambio de los mercados internacionales.
Entonces, es cierto que América Latina enfrenta un entorno exterior menos favorable que hace unos meses, pero las previsiones apuntan a que después del bache de 2013 seguirá creciendo por encima del promedio mundial y, si excluimos a Brasil con las dudas sobre el modelo iniciado por Cardoso y agotado por Lula y Dilma, muy cerca de su potencial de crecimiento del 4% salvo Argentina que se dirige al hundimiento, entre otras cosas, porque en un entorno de menor liquidez internacional y mayor aversión al riesgo los mercados discriminarán más: aquellos países de la región con fundamentos macroeconómicos más sólidos y políticas más prudentes terminarán sufriendo menos en términos de corrección de precios de sus activos.










