El gradualismo es aplicable a muchos órdenes de la vida y emparentado con aquello de mejor prevenir que curar, me focalizo en su aplicación a la política cambiaria, hasta aquí caracterizada por crecientes regulaciones sobre todo a partir de noviembre de 2011. De un régimen de flotación sucia, donde el Estado regula pero no prohibe participar a los privados, pasamos a un rígido control de cambios, con un Estado que dice quién, cuándo, cuánto y a qué precio se puede comprar moneda extranjera.

Se han señalado, a modo de luces amarillas encendidas, algunas preocupantes y posibles consecuencias: 1) retraso cambiario con efecto negativo sobre nuestro comercio exterior y nivel de actividad interior, 2) peligro de que las restricciones a las importaciones, implementadas para mitigar ese problema, generen medidas de represalia de otros países o temporarios faltantes de insumos o bienes de consumo imprescindibles (ej. medicamentos), 3) aparición de un dólar marginal con brecha creciente con el oficial, que favorece operaciones ilegales de sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones, 4) traba en operaciones tradicionalmente dolarizadas, (inmuebles), al no disponer los particulares de acceso fluido y legal a la moneda extranjera, 5) fuga de capitales al exterior y retiro de depósitos bancarios en dólares, por temor a pesificaciones y a falta de alternativas de ahorro rentables en un ambiente con inflación, 6) peligro de contagio de enfermedad holandesa al subir la soja, ya cercana a los u$s 600/ton, y otros commodities exportados por la Argentina, resolviendo el problema de escasez de dólares pero convalidando el retraso cambiario. Éste podría afectar al grueso de la economía que no goza de ese veranito de altos precios internacionales sino, a veces y por el contrario, competencias exacerbadas, en el contexto recesivo mundial.

Además de los mencionados efectos con claro impacto recesivo, pretendo desarrollar un séptimo efecto que podríamos llamar el de sentarse encima de los dólares: en parte por la sensación de incertidumbre y, en parte, por la escasez en la oferta de dólares y las restricciones para comprarlo y, la suba en el precio del paralelo, hacen que los tenedores de esa moneda opten en muchos casos por no desprenderse de sus tenencias y posterguen compras de inmuebles, automóviles o electrodomésticos, apostando a que esa moneda se siga revalorizando. Es una actitud parecida, aunque en este caso con moneda extranjera, a la que se da cuando existe deflación. Los consumidores se abstienen de consumir cuando la perspectiva es que los precios van a bajar. En este caso, los tenedores de dólares se abstienen de gastarlos si tienen la sensación de que el dólar va a aumentar por encima de los precios internos y, por ende en Argentina, los bienes en el futuro bajen de precio en dólares.

Estamos a tiempo de revertir gradualmente esta situación sin grandes sacudones si actuamos ya en política cambiaria y simultáneamente generamos un shock de confianza en materia de política económica y en Política con mayúscula. En lo cambiario, habría que aumentar gradualmente el ritmo de devaluación, desmontar las restricciones creadas a partir de noviembre de 2011, desinstalar la creencia de que tomar algo de deuda nueva es casi un pecado e ir generando la sensación de que el dólar oficial va a ir cerrando la brecha con el paralelo, el que a su vez perdería fuerza y aún bajaría.

No daría todo el resultado esperado ese cambio en la política cambiaria si simultáneamente no se tomaran las siguientes medidas: 1) armonizar políticas monetarias, fiscales y de ingresos (precios y salarios) para converger en una baja de la tasa de inflación, 2) fortalecer la imagen de un único ministro de economía con capacidad de decisión, 3) definir objetivos, metas y políticas económicas claras y con amplios consensos políticos y sectoriales para el mediano y largo plazo, 4) propiciar un diálogo franco y abierto entre gobierno, partidos y actores sociales para consensuar un modelo de desarrollo inclusivo, 5) fortalecer el Estado de Derecho y el respeto a las reglas de juego y a las instituciones y 6) delinear con claridad adónde queremos ir los argentinos con ritmo firme y decidido.

Es que también prefiero (ver y ayudar a): unir a desintegrar, consensuar a dividir, compartir a aislar, incluir a excluir, potenciar a prohibir, facilitar a complicar, conducir a mandar, transparentar a obscurecer, respetar a despreciar.