

En una nota publicada en El Cronista Comercial el 8 de abril pasado, el Director del Indec, Norberto Itzcovich, reaccionó ante un artículo mío publicado tres días antes en el que yo hacía dos observaciones centrales.
Primero, que las inexactitudes que la Dirección de Lealtad Comercial de la Secretaría de Comercio Interior imputa a FIEL en nuestro cómputo del índice de precios en la Ciudad de Buenos Aires no son tales, y que si eventualmente existieran aspectos insatisfactorios o por mejorar en el IPC-FIEL o en otras tareas, tal tipo de cuestión no debería ser tratada a través de multas que buscan simplemente censurar a quienes contradigan la verdad oficial.
Segundo, que es el IPC del Indec, fuertemente divergente del resto de las estimaciones privadas y públicas realizadas en distintas partes del país desde 2007, el que carece de seriedad, cuestión obvia simplemente observando que su aplicación llevaría a concluir que el salario formal promedio aumentó más del 70% en términos reales entre 2006 y 2010, cuando aplicando el IPC-FIEL tal incremento fue alto pero muchísimo menor (12%).
Itzcovich responde a la segunda cuestión solamente. Su argumento tiene dos partes. Primero, que el fortísimo crecimiento del salario real que resulta de aplicar el IPC del Indec entre 2006 y 2010 es consistente con el crecimiento del 27% (pasó del 34,3% al 43,7%) en la participación de los trabajadores asalariados en la renta total, lo cual se ilustra considerando el período junio 2009 -junio 2010 en el cual el salario real habría crecido sólo un 3% más que el crecimiento en el PBI (del 9%), algo que supongo Itzcovich pretende presentar como poco sorprendente o muy creíble por su modesta magnitud.
Segundo, que usando el IPC del Indec en el período 2003-2006, el salario real en ese lapso también creció fuertemente sin que ninguno de los actuales críticos del Indec ponga en duda tal situación.
Ojalá hubiera debates más edificantes que éste, pero me veo obligado a responder. Mezclar salarios per cápita con PBI total (que incluye variaciones de empleo y población, además de medir universos distintos) es un grueso error que raya la manipulación, pero hay dos debilidades todavía mayores en los argumentos de Itzcovich.
Primero, si tomamos el año 2009 (en vez de junio 2009 - junio 2010), el salario real promedio computado en base al IPC de Indec aumentó un 13%, pero el PBI cayó 3% (o no varió si se usa la estimación oficial). ¿También es creíble esto? Obviamente no lo es: en 2009, correctamente medido, el salario formal real promedio creció casi un 3%, lo cual de hecho fue un resultado excepcionalmente positivo dado el contexto económico general, aunque insuficiente en el fantástico mundo del Indec.
Segundo, la fuerte recuperación del salario real entre 2003 y 2006 siguió a su fuerte contracción entre 2000 y 2003 (de hecho, el salario real promedio en 2006 superó levemente el nivel que tenía en el año 2000): el crecimiento del 2% del salario real entre 2000 y 2006 es creíble; el crecimiento del 72% entre 2006 y 2010 (una tasa del 15% promedio por año!) no lo es. Por eso antes de 2007 no existían los cómputos privados de inflación que debieron realizarse luego de la intervención del Indec.
Queda pendiente discutir lo más importante: insisto, las diferencias de criterio profesional, o incluso las mejoras eventuales que FIEL o terceros pudieran hacer en sus estudios e investigaciones, no pueden ser objeto de la aplicación de multas como las que el gobierno nacional pretende imponer a quienes calculan índices de precios alternativos. ¿Estamos de acuerdo en esto?
Como dije en mi primera nota, es muy difícil volver del ridículo; debo agregar ahora que, si no se lo intenta siquiera, es imposible.











