

Después de una década caracterizada por una explosión de desafíos globales y, más recientemente, una crisis económica estructural, ahora vivimos una realidad completamente nueva. Nunca antes el mundo enfrentó tantos desafíos importantes simultáneamente. Los líderes de todos los sectores de la sociedad están encontrando cada vez más dificultades para conducirse en esta nueva realidad. Nuestros antiguos modelos y herramientas para abordar estos problemas ya no funcionan. Vivimos en un mundo cada vez más complejo e interconectado, y al mismo tiempo experimentamos un desgaste de los valores y principios comunes que socava la confianza de la gente en los líderes, en el futuro crecimiento económico y en la estabilidad política.
Comenzamos la segunda década del siglo XXI, y la humanidad se encuentra en una encrucijada. Podemos continuar trabajando como lobbistas a favor de nuestro interés propio estrictamente definido y seguir haciendo lo mismo que nos condujo a la crisis. O, de lo contrario, podemos accionar de manera conjunta como verdaderos líderes globales, teniendo en cuenta el interés público global a largo plazo.
Después de la crisis económica, estamos comenzando una nueva era de austeridad y mayor modestia. En esta nueva realidad, se deben realizar sacrificios colectivos para salvaguardar y mejorar nuestro futuro. Si bien se logró evitar un colapso total del sistema financiero, los Gobiernos del mundo se endeudaron fuertemente para lograrlo. A corto plazo, esto provocó un aumento en los impuestos, reducciones en los sistemas sociales y de salud pública, y una disminución en las inversiones en educación e infraestructura.
A medida que el centro de gravedad económico se traslada del Este al Sur, creará ondas expansivas en el ámbito político, económico y social en el proceso. Asimismo, están surgiendo nuevos actores globales, en particular algunos no relacionados con el Estado a un ritmo imprevisto. Esta nueva estructura de poder fluida y global, marcada por mayores expresiones de intereses nacionales, puede llevar a los países a mirar principalmente hacia adentro cuando intentan resolver un problema.
Si miramos hacia el futuro, la nueva realidad también se caracterizará por una creciente escasez de recursos, lo que tendrá graves consecuencias para la seguridad en cuanto a la energía, los alimentos y el agua. Las fronteras tradicionales entre las empresas y los Gobiernos seguirán erosionándose, ya que ni los Gobiernos ni la sociedad civil pueden enfrentar individualmente la complejidad de los desafíos globales que se nos presentan. Todas estas dimensiones de la nueva realidad requerirán un abordaje común: valores básicos y normas compartidas que puedan transformarse en fuerzas positivas que impulsen nuestro futuro. Además, es necesario un nuevo sentido de comunidad global.
Esta es la razón por la cual nos centraremos en normas compartidas para una nueva realidad como el tema de la Asamblea Anual del World Economic Forum que se celebrará este año en Davos. Las normas son esenciales para ofrecer orientación básica a los responsables de tomar decisiones que trabajan en el contexto de esta nueva realidad, que carece de una infraestructura legal eficaz, formal y globalizada. Además, constituyen la brújula que puede guiar el proceso de toma de decisiones de los líderes y ayudar a garantizar resultados inclusivos, en lugar de exclusivos. Sin normas compartidas, nuestros esfuerzos por reformar los sistemas globales carecerán de dirección y, en el peor de los casos, resultarán ineficaces. Estas normas ayudarán a definir una visión común del futuro.
Hoy en día, la cooperación internacional nos concierne a todos. Más que nunca, la nueva realidad destaca la necesidad de crear nuevos vínculos, en lugar de nuevas fronteras. Necesitamos nuevas asociaciones y alianzas entre los ámbitos público, privado y civil para enfrentar los problemas que se presentarán en el futuro. Tenemos más probabilidades de triunfar en el manejo de los desafíos globales si adoptamos un enfoque práctico y polifacético centrado tanto en la forma como en el fondo. Nos obligará a apartar nuestros intereses inmediatos a corto plazo y a centrarnos en el interés público global a largo plazo. Es posible que esto resulte difícil; pero no podemos repetir las mismas acciones en una nueva era que exige nuevas respuestas.










