

Fue el cartel más original y certero de la manifestación del 13 de septiembre. Decía: Ni K ni Oposición. 100% Humano.
Lo sostenía una persona con la inquietante máscara del villano-héroe de la película V de vendetta , que también identifica a los hackers globales de Anonymous.
La magnitud de la protesta sorprendió al Gobierno, a la oposición y a los medios. Todos subestimaron la intensidad del estado de malestar y el poder de las redes sociales. Les recomiendo que lean La galaxia Internet del sociólogo Manuel Castells.
Las primeras reacciones oficiales no registraron la espesura de los hechos ( para ponerlo en términos de Carta Abierta).
Los manifestantes -una porción muy pequeñita , según se dijo en estos días en New York- fueron maltratados por estar bien vestiditos, tener nostalgias golpistas, soñar con Miami y no pisar el césped. Son acusaciones que definen a los acusadores.
Algunos hicieron un curso de sociología veloz y sospecharon que esa gente de bocina y cacerola pertenecía a la clase media . Los ricos, famosos y burócratas millonarios se salvaron.
Los que fueron a la Plaza , -me dijo un legislador- al día siguiente volvieron a su trabajo, a su comercio y a su estudio. El trasfondo de la frase es brutal . Le faltó decir: Mire, usted es un privilegiado de clase media que consume.¿De qué se queja? ¿Qué más quiere?.
Sumergidos en un festival de egos, identidades ambiguas y desconfianza, los opositores sintieron ese impulso que no habían logrado promover desde el fracaso de octubre del 2011. Hoy, están todavía están intentando reconstruir lo que demolieron a las 48 horas de ganar las legislativas del 2009.
Saben que la marcha del 13 no tuvo dueño.
Tal vez influidos por la pancarta Somos el 99% de los indignados de Ocupa Wall Street , hubo quienes se lanzaron a inútiles y fragmentarios debates aritméticos entre el 54% y el 46%. El análisis más lúcido fue del diputado Víctor de Gennaro en su artículo Distintas gentes, pero un solo pueblo.
Desde hace un tiempo, se viene observando un desprecio por la capacidad de la sociedad para pensar y actuar por sí misma. Es una teoría, según la cual, todos estamos manipulados por oscuros intereses mediáticos y corporativos. Una señora de 60 años que ve todo el día televisión -dijo un ministro- es manipulable. Este comentario supone que esta señora es algo tonta y habrá que enseñarle a elegir programas. Supone también que la condición de manipulable se aplica a los ciudadanos y nunca a los funcionarios , legisladores o intendentes.
El peligro radica es que cuando se adopta esta teoría, lo más probable es que alguien sienta la tentación de edificar ministerios de la verdad orwellianos. El presidente Lincoln -en épocas donde no existían ni mail ni Facebook- ya había desechado estas visiones conspirativas y Pascal decía que al final de cada verdad, es necesario agregar que uno se acuerda de la otra verdad. El primero creía en el ciudadano como sujeto y no como objeto y el segundo en la tolerancia.
Bill Clinton -junto a Lagos y Lula- es el presidente más admirado por la dirigencia política argentina. Los invito a leer su formidable discurso en la Convención Demócrata. Para seducir a la clase media, en lugar de despreciarla, destacó sus valores como esenciales para el progreso: El esfuerzo duro, la responsabilidad individual, la familia, la comunidad y la confianza.
Algunos dirigentes, en la Argentina, huelen a naftalina: no se han dado cuenta que, hoy, importantes sectores obreros son también clase media. Tampoco comprenden que la sociedad tiene derecho a demandar -seguridad , transparencia- más allá de recibir un subsidio o poder consumir.
En el Teatro Sanders de Harvard, se entregaron los premios Ciencia Loca , una suerte de Anti-Nobel. Los ganadores tenían 60 segundos para hablar. Si pasaban ese límite, un niña se ponía de pie y decía: Estoy fastidiada.
Algo de eso les pasó a los manifestantes del 13 de septiembre.










