

En plena convención del Partido Republicano la semana pasada en Tampa, la periodista Amy Goodman se acercó a David Koch con la intención de preguntarle si consideraba que la excesiva concentración de riqueza socava la democracia, pero cuando Koch balbuceó las primeras palabras un grupo de custodios y agentes de seguridad de la convención lo rodearon formando un escudo humano que impidió la continuación del reportaje.
Un rato antes, el periodista Mike Burke se disponía a entrevistar a Sheldon Adelson, cuando una mujer le arrebató la cámara, se la llevó a una habitación y la tiró al suelo.
¿Quiénes son? Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un programa independiente de radio y televisión de difusión diaria en Estados Unidos y varias otros países que se trasmite a través de cerca de mil emisoras, entre ellas la Radio Pública Nacional de Estados Unidos. En la Argentina se lo puede escuchar en más de cincuenta radios. Mike Burke es el jefe de producción del programa.
David Koch es convencional republicano por Nueva York, pero mucho más conocido por su actividad empresaria como dueño de una de las mayores corporaciones de energía del mundo. Se calcula que junto con su hermano Charles poseen una fortuna de 70.000 millones de dólares, lo que los ubica como dos de las diez personas más ricas del mundo.
Sheldon Adelson no están tan arriba pero tampoco mucho más abajo. Su patrimonio ronda los 20.000 millones de dólares, generados mayormente en sus casinos en Las Vegas y en la isla china de Macao.
Adelson y los hermanos Koch son, además, los principales aportantes a la campaña de Mitt Romney. A través de un Comité de Acción Política, los Koch llevan gastados 100 millones de dólares en propaganda televisiva y programas de contacto con ciudadanos para convencer de votar al candidato Republicano. Adelson ya desembolsó 36 millones pero adelantó que está dispuesto a llegar a los 100 millones.
Mucha de esta información se conoce gracias a la acción de organizaciones como el Center por Responsive Politics (CRP), una Ong dedicada al seguimiento de los fondos de campaña, y a la difusión de programas como Democracy Now!
Semejante exceso es posible en Estados Unidos porque hace un par de años la Corte Suprema le dio la razón a un grupo de derecha y levantó la prohibición que regía desde hacía más de sesenta años prohibiendo los aportes por parte de corporaciones. El CRP, Democracy Now! y varias otras organizaciones presionan con insistencia para revertir el fallo de la Corte, e incluso en la Convención Demócrata que se está desarrollando ahora en Charlotte hay dando vuelta una iniciativa para impulsar una enmienda constitucional que reponga la sensatez.
En uno de sus últimos programas de Democracy Now! se cuestionó el rol que juegan los medios de comunicación comerciales, que inundados por esos avisos se inhiben de desenmascarar o editorializar contra un mecanismo que distorsiona la democracia.
Sin embargo, fue Bloomberg, un medio de comunicación bien comercial, muy pro-mercado, y líder en el mundo de los negocios, quien publicó el artículo que mejor describe las razones por las cuales los hermanos Koch, Adelson, y varios otros multimillonarios aportan sumas siderales. No se trata sólo de donar dinero por afinidad ideológica y apoyar a quien se supone va a aplicar una política económica más conveniente en términos generales. Hay intereses mucho más concretos y directos. Tanto que para Bloomberg los aportes son una inversión.
En una nota titulada Donantes invierten millones en Romney para obtener billones de retorno, se explica que Koch está confiado de que Romney va a impulsar determinadas desregulaciones que le resultan fundamentales para operar con swaps y derivados de commodities. En cuanto a Adelson, su preferencia por el Republicano surge, entre otras razones, porque lo cree más decidido a lograr que China revalúe su moneda, lo que le redituaría una fenomenal ganancia adicional en dólares por toda la enorme facturación en yuanes que obtiene de sus casinos en Macao.
El artículo también cuenta el caso de Harold Simmons, dueño de la compañía Valhi Inc., que invirtió más de 15 millones en la campaña apostando a que un nuevo gobierno tome las medidas necesarias para que su firma de manejo de deshechos pueda disponer en determinados terrenos de residuos nucleares.
Los Demócratas no son ajenos al mecanismo. Aunque, como se vio, hay quienes quieren volver a prohibir los aportes corporativos, mientras tanto lo siguen aprovechando, como bien relata, una vez más, Bloomberg. En un muy ingenioso juego de palabras, dicen que el cajero de Barack Obama es Starbucks, por las stars que lo respaldan (back) con dólares (bucks). Además de adhesión y dinero por parte de personajes rutilantes como George Clooney, Eva Longoria, Scarlett Johansson y Natalie Portman, la campaña del actual presidente ha recibido el grueso de los 200 millones que lleva recaudado según el CRP de firmas de Hollywood y del negocio tecnológico y de Internet, como por ejemplo Google, Netflix, DreamWorks Animation, Motion Pictures Association, Facebook y Microsoft. El problema es que los intereses de unos y otros se chocan: Hollywood espera de Obama medidas contra la piratería, y eso no es precisamente algo que convenga al mundo tech al que es tan afín el candidato.
Por suerte no son éstos problemas para la Argentina, ya que los aportes han sido extremadamente limitados. A menos que prosperen proyectos como el del diputado denarvaísta Gustavo Ferrari, que en un sensato proyecto de ley para obligar a los candidatos a debatir públicamente, lo mancha incluyendo la rehabilitación a los aportes corporativos.
Es verdad que aquí los gobiernos de turno hacen abuso de los recursos del Estado para las campañas, pero la solución no pasa por compensar con otro abuso.










