El señor sólo quería seguir fabricando bicicletas, y por eso estuvo a punto de caer preso. Sucedió que le rechazaron la Declaración Jurada Anticipada que presentó ante la secretaría de Comercio Exterior que encabeza Beatriz Paglieri y comanda Guillermo Moreno. Averiguó, y le condicionaron la aceptación a que exportara por una cifra aproximada a la pretendida importación. Un conocido suyo del Chaco le contó que en cierta oficina podía conseguir que un exportador de carbón vegetal le cediera la operación a cambio de una comisión. La oportunidad era tentadora pero por diferencias en la negociación y por una pizca de intuición, finalmente no hubo acuerdo. Unas semanas después, el fabricante de bicicletas se enteró leyendo el diario del 13 de marzo pasado que el embarque escondía 393 kilos de cocaína de máxima pureza que fueron descubiertos por la policía de España y Portugal en el puerto de Lisboa en lo que se dio en llamar Operación Patagonia. Ese día fueron arrestados siete argentinos, y varios más en abril pasado cuando se descubrieron más contenedores con cocaína camuflada en bolsas de carbón. Hasta hace unas semanas, el fabricante de bicicletas seguía con inconvenientes para importar y demorando la inauguración de una nueva planta.

Más allá del ingrediente policial, este caso es uno más en el anecdotario de historias disparatadas promovidas por el tipo de intervención morenista, que no repara en el absurdo de que muchos importadores cumplen con el exigido 1 por 1 exportando lo que de todas maneras se hubiera exportado.

El intervencionismo de Moreno es lo menos parecido a la sintonía fina que Cristina Kirchner anunció en su momento como característica de su segundo mandato. Como sus modales, su accionar es tosco, lo que importa no por una cuestión de estilo sino por el daño que provoca. No son pocas las industrias que han tenido que interrumpir transitoriamente sus líneas de producción por falta de insumos.

Por sus maneras, errores y abusos, él y quienes lo avalan también son responsables de un daño que, sin ser material, tal vez sea más grave. La mala praxis está desprestigiando y degenerando el concepto de intervencionismo estatal, regalándoles argumentos a los anacrónicos ideólogos del libre mercado. En una crisis del mundo desarrollado como la actual es imprescindible que el Estado intervenga administrando el comercio y protegiendo el mercado interno, pero cuantas más regulaciones haya mayor es la exigencia de precisión y eficacia. De sintonía fina.

Aunque no se termina de saber quién es el ideólogo y ejecutor del cepo cambiario, la manera en que lo están aplicando luce con la típica brutalidad de Moreno. Nuevamente, está bien que en la actual coyuntura el gobierno quiera mejorar el resultado de la cuenta corriente de la Balanza de Pagos y sumar la mayor cantidad de reservas, y es loable la pretensión de pesificar la economía y la cabeza de los argentinos. Pero en nada contribuye a esos fines prohibir indiscriminadamente la compra de dólares, y encima mintiendo en forma descabellada en la justificación: según la AFIP absolutamente todos los argentinos presentarían insuficiente capacidad económica. Ni siquiera están seguros. Nunca en estos nueve años se habló y pensó tanto en el dólar como en los últimos quince días.

Hablando de mentiras, no por vieja deja de llamar la atención la que el Indec anuncia mensualmente. En un caso de estabilidad sin precedentes, que además pone en jaque a la más elemental lógica estadística, ya van 26 meses consecutivos que el Indec mide la inflación entre 0,6 y 0,9 por ciento. Ofende por mentir y por lo mal que miente.

A todo esto, la novedad es el lanzamiento del megaplan de créditos hipotecarios y de construcción de viviendas. Al igual que en 2009, el gobierno reacciona ante una fuerte desaceleración económica y un horizonte nublado, con una medida contracíclica de expansión de demanda, lo que no puede ser cuestionado desde el análisis económico. Así como Moreno encarna y simboliza la falta de sintonía fina, en el trazo grueso de política económica el gobierno ha mantenido la línea de sostener el crecimiento, cuidar el empleo, defender el salario real e impulsar la industrialización. Ya van nueve años de trazo grueso en la misma orientación.

Por supuesto que hay detalles del plan que pueden ser discutidos. Por ejemplo: aún los que opinan (como es el caso) que el uso del Fondo de Garantía de Sustentabilidad para financiar proyectos productivos es un buen mecanismo, pueden dudar si corresponde que el subsidio a la tasa de interés de los préstamos hipotecarios lo cubra la Anses.

Y es obvio que las bondades del anuncio quedan ahora supeditadas a la eficiencia de la ejecución. Que ojalá no sea como la del fantasioso Plan Inquilinos que Guillermo Moreno lanzó en 2006.