

La movilidad está atravesando un proceso de transformación que va mucho más allá del vehículo. Cada eslabón —desde el pago hasta la gestión de flotas— enfrenta desafíos propios, pero todos comparten un objetivo: reducir fricciones y adaptar el servicio a nuevas expectativas de usuarios y empresas.
Desde el sistema financiero, uno de los cambios más visibles (o invisibles) llega del mundo de los pagos. En opinión de Pedro Piñeiroa, Head of Payments de Galicia, la industria avanza hacia operaciones que desaparecen del plano consciente del usuario. “El transporte es el mejor ejemplo: pagar trenes, subtes y colectivos ya forma parte del día a día sin fricción”, afirmó. Para lograrlo hubo un paso clave: reemplazar los cinco millones de tarjetas del banco por plásticos contactless e integrar NFC y QR con billeteras y sistemas como Apple Pay y Google Pay.
La apertura regulatoria fue determinante. El BCRA promovió mesas técnicas con emisores, adquirentes y marcas para habilitar la interoperabilidad. El desafío técnico sigue siendo la velocidad: validar una transacción en milisegundos mientras el clearing se procesa de noche.
La movilidad corporativa enfrenta retos distintos. Eduardo Cappello, gerente de Operaciones y Servicios de Universal Traslados, señala que el viaje empieza mucho antes de subirse a una unidad: reservas, despacho, analítica y seguimiento. La meta es reducir el “gap” entre la expectativa del pasajero y lo que efectivamente recibe. “Nuestro desafío es anticipar preferencias y liberar al personal de tareas operativas para que pueda dar más servicio”, explicó. A eso se suma un punto clave: identificar correctamente al cliente en un negocio B2B donde conviven la empresa, el pasajero y la persona que solicita el viaje.
Universal trabaja en su programa MAS 2026 —mejor, ágil y sistemático— que incluye telemetría, integración de sistemas y personalización. Pero Cappello plantea límites regulatorios: la habilitación de SUV para traslados ejecutivos, por ejemplo, avanza más lento que la demanda. El cambio cultural también pesa. En ese sentido, destacó: “Hay una sensación de que lo anterior siempre fue mejor, y eso frena adopciones”.
Movilidad como servicio
El tercer frente es la gestión de flotas. Para Marcos Zubillaga, CFO de RDA Mobility, la tendencia global es clara: las empresas necesitan autos, pero no necesitan poseerlos. El renting permite evitar la inmovilización de capital y adaptarse a ciclos económicos y estacionales. Mientras en algunos países la mitad de las flotas corporativas se gestionan bajo este modelo, en América latina apenas llega al 5%.
La demanda está empujada por dos fuerzas: normalización financiera —clave para un negocio intensivo en tasas— y cambios generacionales. “Las nuevas generaciones no quieren tener un auto; buscan flexibilidad. Y las empresas empiezan a pensarlo igual”, sostuvo Zubillaga. El avance hacia modelos por suscripción y la idea de “comprar viajes, no autos” ya es visible, aunque la Argentina aún no cuenta con un marco regulatorio específico.










