La mayor cooperativa agrícola del país, Agricultores Federados Argentinos (AFA),se asoció con Adnoc Global Trading (AGT), una compañía perteneciente a un grupo energético que es propiedad de Abu Dabi, en Emiratos Árabes Unidos. El objetivo de la alianza, aún incipiente en términos de negocios concretos, es buscar oportunidades en la comercialización de biocombustibles y productos derivados.
Las empresas firmaron un memorando de entendimiento que, según informaron, “marca el inicio de una alianza estratégica entre ADNOC Global Trading y Agricultores Federados Argentinos”. AFA destacó que el acuerdo resalta la capacidad de las cooperativas agrícolas argentinas para “anticipar las tendencias globales, modernizar su gestión y construir un futuro basado en alianzas que amplíen los mercados y las oportunidades”.
Ambas compañías ya cuentan con proyectos relacionados al biocombustible. Sin embargo, a nivel local, la industria afronta diversas dificultades. Entre ellas, la falta de un marco regulatorio estable que garantice la viabilidad de las inversiones que se deben hacer para producir este combustible comúnmente llamado de ‘transición’.
De hecho, este año, AFA ya había congelado una inversión de u$s 60 millones a la espera de la modernización de las regulaciones. Fue en agosto cuando informó que puso en pausa su proyecto de montar una planta de bioetanol a partir de maíz en el país.
En ese entonces, Gonzalo del Piano, gerente general de la compañía dijo: “Tiene que salir otra normativa para las ventas al mercado interno porque, así como está el esquema, que se basa en una distribución que hace el Estado de cupos de ventas a petroleras, se hace muy difícil entrar como un nuevo jugador. Se necesita una nueva ley que genere las condiciones para invertir. Hasta que no haya un horizonte normativo será muy difícil viabilizar un desembolso tan fuerte".
El negocio de los biocombustibles en la Argentina se divide en dos segmentos. El bioetanol, que se mezcla -actualmente- al 12% con la nafta y biodiésel, que se mezcla con el gasoil. El bioetanol proviene en un 6% del maíz y en el otro 6% de la caña de azúcar, mientras que el biodiésel se elabora a partir de aceite de soja, donde AFA es un actor enorme por su escala agrícola.
La principal queja de la industria en general, y de AFA en particular, es la regulación actual, algo de lo que ya el Gobierno está en autos. El modelo actual, administrado por el Estado desde que entró en vigor en 2010, se basa en la asignación de cupos de venta y la fijación de precios. Este esquema hoy está en crisis porque se mantuvieron -por 14 meses- los precios por debajo de los costos de producción durante más de un año, lo que terminó generando pérdidas para los productores. Las cámaras del sector, como Casfer, Cepreb y Capba, aseguraron que necesitarían un aumento de, al menos, $ 12 por litro para poder operar sin pérdidas.
Se suma, además, que la asignación de cupos de ventas a las petroleras hace que el actual sistema no sea rentable para nuevos actores.
Por qué no crece el negocio de biocombustibles en el mundo
A pesar de que los biocombustibles suelen mencionarse como el combustible de transición hacia una matriz más limpia, en la práctica hay pocos proyectos en marcha y un nivel bajo de inversiones a escala global.
Una de las razones que explican esta situación es que la transición energética, especialmente en Europa, los Estados Unidos y China, se está orientando cada vez más hacia la electromovilidad, las baterías y las energías renovables. De esta forma, los combustibles líquidos –incluso los de origen vegetal– quedan en un segundo plano. De hecho, para la mayoría de las petroleras internacionales, el biodiésel y el bioetanol funcionan como soluciones ‘temporales’ y no como apuestas estratégicas de largo plazo, lo que limita la aparición de nuevos jugadores.
Se suma, además, otro conflicto. Es que los biocombustibles compiten con la producción de alimentos. Entonces, dado que el biodiésel necesita aceite y el etanol depende del maíz o la caña de azúcar -tres commodities con precios fijados en el mercado internacional- los gobiernos suelen frenar expansiones de corte por el impacto que posibles subas en los valores de estos productos podrían generan en la economía de los países.
Tal fue el caso de la Argentina esta semana. Ante la suba en el precio del aceite de soja, el Gobierno redujo transitoriamente el porcentaje de mezcla obligatoria del último producto de 7,5% a 7% en el gasoil.
La suma de estas cuestiones, entonces, desalienta la construcción de plantas nuevas, que requieren inversiones millonarias y un marco político, regulatorio y económico estable para su concesión. A nivel local, el porcentaje de corte todavía está en discusión, lo que no hace más que sumar imprevisibilidad para este negocio.
El plan de los productores para producir más biocombustible
La propuesta del sector radica en eliminar la intervención estatal en la asignación de cupos y en la fijación de precios. La idea es que los productores y las petroleras puedan negociar directamente los precios de mercado, lo que daría transparencia y previsibilidad a la industria.
El plan que los productores presentaron al Gobierno también incluye aumentar el porcentaje de corte obligatorio en las naftas y el gasoil, lo que impulsaría aún más la producción y las inversiones. Un ejemplo claro es Brasil, donde la industria está mucho más avanzada y el corte ronda entre el 25 y el 45 por ciento.
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