

Investigaciones recientes han confirmado lo que muchos expertos ya sospechaban: incluso la actividad física más sencilla puede ser una poderosa herramienta para mantener la salud cerebral a medida que envejecemos.
Un nuevo estudio, presentado en la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimerde 2025, ha encontrado evidencia de que caminar, incluso en baja intensidad, tiene un efecto protector significativo, especialmente en personas con predisposición genética al Alzheimer.
La investigación se centró en cómo la actividad física de bajo impacto podría influir en este proceso. Los resultados, reportados por la revista Neurology Live, son esperanzadores y sugieren que no se necesitan entrenamientos extenuantes para cuidar de la mente.
Cómo caminar puede retrasar el Alzheimer: la evidencia científica
Para el estudio, los investigadores siguieron la actividad física de 2,984 personas durante diez años, entre quienes tenían diferentes variantes del gen APOE (2, 3 y 4), un factor clave en el riesgo de desarrollar Alzheimer. La actividad física fue medida a través del tiempo de caminata anual reportado por cada individuo.
Una de las primeras observaciones fue que las personas portadoras de la variante genética APOE 4 mostraron un mayor deterioro cognitivo con el tiempo. Sin embargo, el hallazgo más revelador fue que caminar demostró tener un efecto protector en este grupo de alto riesgo.

El proceso de deterioro cerebral fue significativamente más lento en quienes se mantuvieron activos, lo que sugiere que este hábito puede contrarrestar la predisposición genética.
Los autores del estudio destacaron que un incremento del 10% en la cantidad de caminata se asoció con una mejora en el desempeño del pensamiento complejo. Este efecto fue particularmente notable en mujeres, con un aumento del 4.7%, y en hombres, con un 2.6%, lo que refuerza la idea de que la regularidad es más importante que la intensidad.
Aunque los hallazgos son alentadores, los expertos insisten en que se necesita más investigación para comprender completamente los mecanismos detrás de estos beneficios. Sin embargo, la evidencia actual es lo suficientemente sólida como para motivar a cualquiera a integrar más caminatas en su rutina diaria.















