

La cercanía a instalaciones de golf se convirtió en un factor de riesgo inesperado para la enfermedad de Parkinson, según revela una reciente investigación científica.
Este hallazgo controvertido plantea nuevas preocupaciones sobre la exposición a pesticidas a través del agua potable y su impacto en la salud neurológica de las comunidades residenciales cercanas.

La distancia importa: el riesgo aumenta significativamente en zonas intermedias
El estudio, liderado por científicos del Instituto Neurológico Barrow en Phoenix, descubrió un patrón alarmante: las personas que viven a una distancia de 1-2 millas (1,6-3,2 km) de un campo de golf presentan casi el triple de riesgo (198%) de desarrollar Parkinson en comparación con quienes residen a más de seis millas.
Curiosamente, el mayor peligro no se encuentra en la proximidad inmediata del campo, sino en esta zona intermedia, donde factores como la distribución del agua potable y la geología local podrían jugar un papel determinante en la exposición a sustancias tóxicas.
Los pesticidas bajo sospecha: aplicación intensiva y contaminación del agua
El principal sospechoso de esta correlación son los pesticidas utilizados en los campos de golf, que en Estados Unidos se aplican hasta 15 veces más que en países europeos.
La investigación reveló que residentes que obtienen agua de sistemas municipales que incluyen campos de golf tienen casi el doble de probabilidades de desarrollar la enfermedad.
Productos químicos como organofosforados y clorpirifos, previamente asociados con trastornos neurológicos, podrían filtrarse a los acuíferos, especialmente en zonas con "aguas subterráneas vulnerables" caracterizadas por suelos gruesos o geología permeable.

Debate científico: correlación no implica causalidad
El estudio generó controversia en la comunidad científica, con expertos que llaman a la cautela. Críticos como Katherine Fletcher de Parkinson's UK señalan limitaciones metodológicas importantes, calificando las conclusiones como "reduccionistas".
La investigación no analizó directamente la contaminación de aguas subterráneas ni controló adecuadamente otras fuentes de contaminación urbana.
Además, no consideró que el Parkinson comienza a desarrollarse entre 10 y 15 años antes del diagnóstico visible, lo que complica establecer una relación causal directa con la residencia cerca de campos de golf.
La enfermedad de Parkinson, que afecta a casi un millón de estadounidenses y es el segundo trastorno degenerativo cerebral más común después del Alzheimer, probablemente resulte de una combinación de factores genéticos y ambientales en lo que los especialistas describen como "una tormenta perfecta".














