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Durante años, Estados Unidos creyó que las inversiones de China se dirigían exclusivamente hacia países en desarrollo. La realidad resultó ser muy diferente: Pekín desplegó una estrategia silenciosa pero devastadora, inyectando cientos de miles de millones de dólares para adquirir activos estratégicos en suelo estadounidense y europeo.
Una investigación reciente revela la magnitud de una operación que tomó por sorpresa a las principales economías del mundo.
Del espionaje hasta el control total: cuando los seguros de la CIA cayeron en manos chinas
Imagina que los datos personales de los principales agentes secretos y funcionarios de inteligencia de tu país terminan en manos de una potencia rival. Eso es exactamente lo que sucedió cuando Fosun Group, una empresa privada china con vínculos gubernamentales, adquirió Wright USA, una aseguradora especializada en pólizas para personal del FBI y la CIA.
El periodista Jeff Stein recibió una llamada anónima en 2016 que lo dejó estupefacto. La operación había sido completamente legal y transparente, pero nadie en el gobierno estadounidense pareció advertir las implicaciones de seguridad nacional hasta que fue demasiado tarde.
Cuatro bancos estatales chinos habían proporcionado un préstamo de 1.200 millones de dólares, canalizado a través de las Islas Caimán, para financiar la compra.
La investigación posterior del Comité de Inversión Extranjera obligó a revertir la venta, pero el daño estaba hecho. Este caso se convirtió en el detonante que llevó a la administración de Donald Trump a endurecer drásticamente las leyes de inversión en 2018. Sin embargo, para entonces, China ya había sembrado su influencia en docenas de sectores sensibles.
El plan secreto de 2 billones de dólares que pasó desapercibido
Una investigación de cuatro años con 120 especialistas acaba de revelar cifras que desafían todo lo que se creía saber sobre las inversiones chinas. Desde el año 2000, Pekín gastó 2,1 billones de dólares fuera de sus fronteras, distribuyendo el dinero casi equitativamente entre países en desarrollo y naciones ricas como Estados Unidos, Reino Unido y Alemania.
El laboratorio de investigación AidData, con sede en Virginia, logró rastrear estas inversiones respaldadas por China, descubriendo un patrón alarmante. Los fondos no fluían al azar: seguían meticulosamente los diez sectores prioritarios definidos en la iniciativa “Made in China 2025”, incluyendo robótica, vehículos eléctricos y semiconductores.
El director ejecutivo de AidData, Brad Parks, admite que el descubrimiento fue impactante. Los gobiernos occidentales creyeron durante años que estaban lidiando con iniciativas empresariales independientes, sin comprender que detrás de cada operación estaba el aparato estatal chino financiando una estrategia coordinada de dominio tecnológico.
China controla el sistema bancario más grande del mundo, superando a Estados Unidos, Europa y Japón combinados. Esta magnitud, junto con el control absoluto sobre las tasas de interés y el flujo de crédito, le otorga capacidades que ningún otro país puede replicar.
Europa bajo la mira: Países Bajos pierde el control de su propia tecnología
El caso de Nexperia en los Países Bajos ilustra hasta qué punto llegó la penetración de China. Los bancos estatales chinos prestaron 800 millones de dólares para que un consorcio adquiriera esta empresa de semiconductores en 2017. Dos años después, la propiedad pasó a otra empresa china llamada Wingtech.
Las autoridades neerlandesas se vieron obligadas a tomar una medida sin precedentes en septiembre pasado: intervenir y dividir la compañía en dos, separando sus operaciones locales de la producción en China. La razón: la filial china había dejado de seguir el marco de gobernanza corporativa y estaba ignorando deliberadamente las instrucciones desde la sede en Países Bajos.
La investigadora Xioxue Martin del Instituto Clingendael explica que este despertar llegó demasiado tarde para un país históricamente comprometido con el libre comercio. Durante décadas, los Países Bajos evitaron implementar controles estrictos de inversión, confiando en que las relaciones comerciales beneficiarían a todos por igual.
Hoy, más del 70% de las terminales de contenedores del puerto de Rotterdam, el más grande de Europa, son propiedad de empresas chinas. La geopolítica finalmente obligó a estos países a reconocer que necesitaban políticas industriales más rígidas, pero la ventaja china ya estaba consolidada.
La pregunta que ahora enfrentan Estados Unidos y sus aliados es si aún están a tiempo de revertir esta desventaja estratégica, o si China ya marcó un paso imposible de alcanzar en la carrera por el dominio tecnológico del siglo XXI.