

Sentir la presencia de los ángeles, arcángeles o cualquier otro ser de luz del Reino Angélico puede ser una de las experiencias celestiales más especiales y pacificadoras que se pueden vivir en el plano físico.
Los ángeles se alimentan de la fe que las personas les profesan. La fe de la humanidad es considerada por los ángeles como un regalo y ante las peticiones de los seres humanos, reaccionan y actúan de manera tan sutil que solo aquellos que se encuentran en una vibración de paz y amor son capaces de percibirla.

Las señales más frecuentes que nos envían los ángeles
Sentir la presencia de un ángel en momentos críticos es un verdadero bálsamo de esperanza, confianza, amor, apoyo y contención. Esta experiencia puede manifestarse de diversas maneras, las cuales son indicativas de su cercanía y asistencia:
- Números repetitivos como 111 o 444.
- Plumas blancas encontradas inesperadamente.
- Luces parpadeantes o destellos de luz.
- Sensación de una presencia cálida o reconfortante.
- Sueños vívidos con mensajes claros.
- Aromas agradables sin una fuente visible.
- Música o sonidos suaves que parecen llegar de la nada.
Los aromas más frecuentes que los ángeles emplean para comunicarse con los seres humanos.
Los ángeles se comunican a través de aromas para transmitir mensajes de amor, esperanza, gozo y apoyo. En este sentido, los olores mediante los que pueden comunicarse son:
- Olor a chocolate.
- Olor a rosas.
- Olor a vainilla.
Los ángeles del Reino Angélico están comandados por los 7 arcángeles de Dios. Cada uno de ellos posee aromas distintivos, aunque estos tres aromas generales los identifican a todos.
El olor a rosas representa amor divino, reconfortando el corazón y llenando de paz en momentos de angustia.
El aroma a vainilla, cálido y dulce, simboliza el gozo y la tranquilidad, recordándonos que estamos protegidos y guiados.
Por otro lado, el olor a chocolate es una señal de apoyo y consuelo, brindando esperanza en tiempos difíciles, como un abrazo espiritual que nos invita a mantener la fe.
Estos aromas se perciben como susurros angelicales que cuentan con el aval del Reino Angélico comandado por Dios, recordándonos que no estamos solos; siempre habrá un guía en la adversidad.














