Qué titular de una importante compañía de servicios financieros confesó recientemente ante sus accionistas que era totalmente responsable de “un fracaso empresarial muy caro ? Los ejecutivos de muchas compañías le deben a sus inversores disculpas de ese tipo. Sin embargo, en la mayor parte de sus informes públicos las firmas hacen vastas referencias al torbellino sin precedentes que sufrió el mundo de las finanzas, a los desafíos que presentan la condición actual de los mercados y a los peligros de los errores históricos cometidos en materia de regulación. A veces uno encuentra alguna expresión de pesar por lo que ha ocurrido. Pero eso no es lo mismo que arrepentirse de lo que uno ha hecho.

La compañía en cuestión parece haber respondido bien a las condiciones desafiantes del mercado. Por supuesto, está liderada por el multimillonario inversor Warren Buffett, quien admitió públicamente su derrota cuando su empresa, Berkshire Hathaway, se retiró del negocio de las tarjetas de crédito tras sufrir pérdidas sustanciales.

Los antecedentes en materia de inversiones del denominado Sabio de Omaha, y la adulación de sus seguidores, son tan significativas que seguramente sería aplaudido aunque se declarara culpable del asesinato de Abraham Lincoln. Uno podría pensar que los éxitos pasados hacen más fácil admitir el fracaso actual, pero es más frecuente que ocurra lo contrario: mucha gente en puestos altos considera que sus logros del pasado simplemente confirman la evaluación que ellos mismos hacen de su extraordinaria perspicacia.

La capacidad de Buffett de admitir sus errores es anterior a su fama. El informe anual de Berkshire Hathaway de hace 25 años usa un lenguaje similar para describir la tardía decisión de cerrar el negocio textil cuyo nombre todavía identifica a la compañía: “Estuve muy equivocado. Ignoré el consejo de Comte: el intelecto debe ser el sirviente del corazón, pero no su esclavo , dijo en ese momento Buffett.

George Soros es otro célebre inversor que se ha mostrado dispuesto a admitir sus errores: “En lo que respecta a lo que ocurre en el mundo real, mis antecedentes en materia de pronósticos es del todo deprimente. Lo notable de mis predicciones es que sigo esperando acontecimientos que no se materializan . Esta cita es de la década de los 80, antes de que el nombre Soros se hiciera famoso. Parece más probable que la capacidad de reconocer errores sea la razón, y no el producto, del éxito de estos hombres.

Para aprender de las equivocaciones, primero uno tiene que reconocer que se equivocó. Uno de los muchos problemas de Gordon Brown, el primer ministro británico, es que un mundo en que no se han cometido errores en cuestiones de política económica y fiscal desde 1997 es algo que está en total divergencia con la realidad. La presentación del premier ante la comisión que investiga la guerra de Irak puede resumirse usando el título de un buen libro publicado recientemente por los psicólogos sociales Carol Tavris y Elliot Aronson: Se cometieron errores (Pero no los cometí yo).

Tavris y Aronson documentan en qué medida somos propensos a buscar confirmaciones. Como los científicos cuyos datos sobre el cambio climático fueron puestos en duda, solemos revisar la evidencia que reunimos más para respaldar las nociones de las que ya estamos convencidos que para buscar la verdad.

Y lo peor es que reescribimos la historia para que se ajuste a nuestras percepciones actuales. Nietzsche describió este proceso: ‘Hice esto’, dice mi memoria. ‘No puedo haber hecho esto’, dice mi orgullo, y se mantiene inexorable. No reconocemos nuestras equivocaciones porque genuinamente nos hemos convencido a nosotros mismos de que no nos equivocamos.

Por eso Richard Fuld, de Lehman Brothers, puede afirmar sin ironía que “sobre la base de la información con la que contábamos en ese momento, creo que estas decisiones fueron prudentes y apropiadas . Lo más lejos que se mostró dispuesto a avanzar el CEO de esa compañía quebrada fue decir “si hubiera tenido la capacidad de ver todo en retrospectiva, ¿habría hecho las cosas de manera diferente? Sí, lo habría hecho .

Alan Schwartz, ex CEO de Bear Stearns, no va tan lejos: “Simplemente no he sido capaz de descubrir nada, ni siquiera con la perspectiva que da la experiencia, que hubiera marcado una diferencia .

Durante todo el período de contracción del crédito ejecutivos bancarios, políticos y reguladores cometieron errores. Pero no yo. El filósofo español Jorge Santayana señaló que “cuando no se retiene la experiencia, la infancia es perpetua. Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo . Si no logramos aprender otra lección con los acontecimientos de la última década, estaremos condenados a aprender esta.