

En los últimos tres años, variables claves como la inflación, el tipo de cambio y la tasa de interés han estado relativamente desconectadas entre sí. Aún cuando la tasa de interés en pesos ha subido a lo largo de los últimos meses, todavía se ubica por debajo de la inflación esperada, mientras que el precio del dólar en el mercado local está significativamente estabilizado. La poca sincronización de esas variables desde 2003 en adelante tiene que ver con la percepción generalizada acerca de la existencia de un importante margen de subvaluación del peso, es decir, de un precio del dólar bastante por encima del valor de equilibrio. También han incidido positivamente los superávits gemelos, externo y fiscal, y el hecho que hasta hace pocos meses haya prevalecido una baja tasa de interés en los Estados Unidos. Sin embargo, el escenario está cambiando, no sólo por el lado de la tasa de interés que regula la Reserva Federal.
En la medida en que el mercado perciba que el margen cambiario haya adelgazado lo suficiente, entonces tasa de interés, tipo de cambio e inflación quedarán plenamente conectados entre sí. Esto puede ocurrir en un futuro no tan lejano, por lo que es clave lograr un horizonte de inflación controlada y relativamente baja: de lo contrario, las expectativas de un eventual salto inflacionario repercutirán sobre el nivel del tipo de cambio y, por esa vía, demandarán subas adicionales de la tasa de interés. Y como los mercados no son inocentes, no bastará con tener controlado el índice, sino que será necesario que el aplacamiento de la inflación sea percibido como un fenómeno genuino.
Algunos indicadores parecen sugerir que todavía queda mucho margen en relación al tipo de cambio. De hecho, la cotización del dólar aumentó 206% desde 2001, pero el índice de precios al consumidor lo hizo un 81 % desde entonces. ¿Sigue tan ‘barata’ en dólares la Argentina?
Otros datos abren algunas dudas al respecto. Sin ir más lejos, el índice Big Mac, revela que la hamburguesa ha subido 180% en pesos corrientes desde la devaluación, ya que en dólares corrientes se pasó de 2,5 a 2,3 dólares por unidad. Como en Estados Unidos el Big Mac también experimentó una suba desde el 2001(de 2,5 a 3,1 dólares), el peso aparece todavía como una moneda subvaluada (-26% respecto del ‘equilibrio’). Pero esa brecha es semejante a la de otros emergentes contra los que la Argentina compite en la atracción de inversiones.
Otros indicadores más relevantes también convergen con la variación del tipo de cambio: medida en pesos corrientes, la recaudación de impuestos de Nación y provincias habrá subido nada menos que un 201% entre 2001 y 2006, según estimación de Ieral. No hay un error en el porcentaje. De hecho, este año la presión tributaria consolidada alcanzará a 54,4 mil millones de dólares, apenas por debajo de la suma de tributos cobrados en 2001, que fue de 55,2 mil millones de dólares. O sea, el sector privado pagará este año en impuestos la misma cantidad de dólares que en 2001, pese a que en aquel momento el ex ministro Remes Lenicov impuso la idea de que el sector público necesitaba licuarse en dólares en casi un 30% (dividiendo por 1,40).
Tenemos entonces dos extremos. Medida por los precios al consumidor, la Argentina tiene todavía un enorme margen de competitividad cambiaria. Pero éste se ha evaporado si el parámetro es la presión impositiva.
¿Dónde está la verdad? Probablemente en el medio, ya que los salarios formales del sector privado han subido un 97% en pesos. Pero es evidente que el llamado ‘colchón cambiario’ ha adelgazado de modo considerable.
Si esto es así, entonces hay dos implicancias relevantes:
a) en primer lugar, la Argentina necesita avanzar a paso rápido en la agenda de competitividad. Así, las empresas locales podrán ganar participación en los mercados externos y competir exitosamente contra productos importados en base a factores sustentables y no sólo por la eventual ventaja cambiaria.
b) Además, hay que prepararse para una nueva etapa en la que habrá conexión plena entre los vasos comunicantes que unen aquellas tres variables clave (inflación, tasa de interés y tipo de cambio).
Por razones de espacio, sólo una breve referencia a la segunda implicancia: en el momento en que el mercado considere que el ‘colchón cambiario’ haya adelgazado demasiado, las expectativas de inflación comenzarán a condicionar la marcha del tipo de cambio y el nivel de las tasas de interés (esto último hasta cierto punto desconectado de la política del Banco Central, ya que los bancos buscarán que sus depósitos sigan creciendo).
Pero a su vez, esas expectativas no podrán ser distraídas por inflación reprimida, dada la experiencia argentina en el tema. El aplacamiento de la inflación deberá verse como absolutamente genuino. Para ello, de aquí en más, la política de ingresos deberá plantearse un sendero de un dígito para los ajustes anuales, con política fiscal y monetaria acorde.










