Finalmente, el Fondo Monetario Internacional aprobó la primera revisión del acuerdo firmado con nuestro país en septiembre de 2003. Sin dudas que éste era el desenlace más probable, ya que más allá de la objetable y discrecional duda acerca de la buena voluntad argentina en la reestructuración de su endeudamiento público, tanto las metas cuantitativas (las fiscales y monetarias) como las cualitativas (paquete antievasión, Presupuesto nacional, ejecuciones hipotecarias, compensación por indexación asimétrica y vía rápida para ajustes tarifarios) fueron más que cumplidas. Objetiva y técnicamente era mucho más cuestionable la firma del acuerdo el año pasado, que –ahora– la aprobación de esta primera revisión con una Argentina que está creciendo a un ritmo anualizado del 8% real.

Desde la firma del nuevo acuerdo Argentina-FMI, esta es la segunda exageración en el análisis de la relación entre los dos actores de esta negociación. Primera exageración fue cuando después de alcanzado el acuerdo muchos proyectaban hacia adelante el tan ansiado crecimiento económico sostenido argentino. Si bien el arreglo conseguido era formalmente de tres años; por un lado la única meta fiscal consensuada era la de este año 2004 quedando por definir los próximos dos años y, por otro lado, el FMI sólo se comprometía a ser avalista (siempre y cuando la Argentina cumpla lo pactado); aunque no prestamista de última instancia. Luego, la relación entre la Argentina y el Fondo es buena (ni excelente, ni pésima), y en todo caso el acuerdo fortaleció la presente reactivación de nuestra economía, pero en su estado actual lejos está de garantizar un sendero de crecimiento económico sustentable.

Segunda exageración, la reciente sospecha respecto de la postergación de la revisión de metas y por tanto la considerable probabilidad (según algunos) de ruptura en la relación con el FMI. Es importante nuevamente remarcar la relación entre las partes; es buena (ni el caótico desenlace de divorcio con Cavallo, ni el sólido vínculo del FMI con Brasil); y así como en los extremos no existen conflictos (sea por indiferencia en un caso o por plena coincidencia en el otro), el actual acuerdo parcial motiva el clásico tire y afloje, en esta oportunidad aplicado por el FMI.

Ahora bien, más allá del alivio por esta satisfactoria primera evaluación del FMI a la Argentina, queda la inquietud por la considerable dilación de esta revisión por parte del Fondo. Está claro, entonces, que la reactivación económica argentina no corre peligro alguno; sin embargo, proyectando el futuro quedó más en evidencia que el FMI será muy duro en la negociación de los objetivos fiscales de 2005/2006 y que será muy exigente con las reestructuraciones pendientes, desde la renegociación de la deuda pública argentina (la mayor preocupación y desconfianza del FMI), pasando por la reforma del régimen de coparticipación federal de impuestos y hasta la reformulación integral de los contratos con empresas operadoras de los servicios públicos.

Si bien el acuerdo será mucho más exigente con el correr del tiempo (fundamentalmente en la segunda mitad de este año) y esto vuelve más incierta la relación futura con el Fondo, no es menos cierto que la evolución de la política económica argentina desde hace casi 20 meses ha sido exitosa. Dicha política gradual, aunque racional permitió mejorar tanto la relación entre la Argentina y el FMI como la relación entre el sistema financiero y los inversores (desde la salida alocada de depósitos aún con restricciones, hasta la actual recuperación incipiente de los préstamos bancarios).

El gobierno nacional viene demostrando muchísima habilidad para mantener el equilibrio de cornisa atendiendo parcialmente tanto la emergencia económica, como la social.

En la medida que el Gobierno siga resolviendo problemas con absoluta racionalidad (logrando principalmente una aceptable reestructuración de endeudamiento público con verdadera capacidad de repago del mismo) el acuerdo con el FMI seguirá vivo. El otro componente de la presente política económica, el gradualismo y su intensidad, irán mejorando o no la calidad del acuerdo actual.