

El antiamericanismo nunca fue tan profundo ni estuvo tan extendido en la historia moderna. Es más agudo en el mundo musulmán, pero el fenómeno abarca todo el planeta –desde Europa hasta Asia, desde América del Sur hasta Africa.
El deterioro de la imagen de Estados Unidos en el exterior confunde a la nación que inventó la industria de las relaciones públicas. El país parece haber perdido el poder de convencer, salvo cuando recurre a las armas.
“A los ojos de los demás, EE.UU. es un coloso que preocupa, que es demasiado rápido para actuar unilateralmente, demasiado lento para resolver los problemas del mundo y demasiado propenso a ampliar la brecha mundial entre ricos y pobres , señala la Encuesta de Opinión Mundial del Pew Center de marzo.
El poder estadounidense hace tiempo que es fuente de envidia y resentimiento. Lo que no es nuevo es que los motivos norteamericanos se hayan convertido en fuente de desconfianza. La “marca Estados Unidos está en problemas. La pregunta es qué hacer.
Hace unos días Karen Hughes, asesora política y confidente del presidente George W. Bush, asumió como subsecretaria para asuntos de diplomacia pública (término que se refiere a las acciones con las que se busca influir en la opinión pública extranjera).
Ella tiene un excelente manejo de las palabras, y a diferencia de sus dos predecesores, posee línea directa con el presidente.
La pregunta es si una persona o una agencia es capaz de revertir la corriente de antiamericanismo. Los tradicionalistas dirán que la política, sea haber elegido la guerra contra Irak o la posición estadounidense en el conflicto entre Israel y Palestina, triunfa por sobre la percepción.
Cerca de u$s 1 cada u$s 100 del presupuesto federal se destina a ayuda extranjera; solamente 5 centavos van a diplomacia pública, definida como la comunicación de los gobiernos con los ciudadanos de otros países.
Lamentablemente se descuidaron otras herramientas para impulsar la buena voluntad hacia EE.UU. Los intercambios educacionales disminuyeron, en parte debido a la estricta política para la emisión de visas aplicada desde el 11-S.
La falta de contacto con la gente común genera ignorancia y prejuicio. Un ex embajador de EE.UU. en Medio Oriente recuerda que una vez le preguntaron porqué las norteamericanas dormían con seis hombres a la hora del mediodía. Luego explicó que el interesado en saber era un árabe fanático de Baywatch y otras novelas de la televisión estadounidenses.
Hughes tiene tres desafíos. El primero es burocrático, el segundo tecnológico y el tercero político.
En el frente burocrático, ella debe conseguir más recursos de un Congreso que mira hacia adentro, y debe manejar el legado que dejó la reorganización de 1999 que ubicó a la Agencia de Información de Estados Unidos –que era independiente– dentro del área del Departamento de Estado y separó a los sectores de transmisiones internacionales de la Agencia de Información. Y como resultado, hay un gran desorden: los diplomáticos tradicionales están en desacuerdo con la gente de diplomacia pública.
En términos de tecnología, EE.UU. tardó en comprender la importancia de Internet, un medio barato para difundir información y desinformación. El Estado todavía distribuye panfletos y películas, en vez de usar la Web como herramienta para promover los intereses estadounidenses.
El último desafío para Hughes es lograr que Bush asuma un enfoque más equilibrado hacia la guerra contra el terrorismo. Esto significa complementar la lucha armada y la promesa de tener un EE.UU. más seguro con una estrategia preventiva que sea tan política como militar.










