El contexto internacional ha virado ligeramente. La economía de EE.UU. dio signos de estar mejorando algo más rápido de lo previsto y es probable que la Fed apure los aumentos de la tasa de interés. Esto llevará a un clima algo menos optimista respecto de los países emergentes. En ese marco, la abundancia o escasez de dólares será una de las cuestiones relevantes para la Argentina y ella dependerá ante todo de los movimientos de capitales, por su peso propio y por su impacto en el nivel de actividad económica. Adicionalmente, dependerá también de la inercia de la oferta y la demanda globales, con su impacto en la cuenta corriente externa.

A pesar del nuevo contexto mundial, una reestructuración exitosa de la deuda, con aceptación cercana al 70%, aparece afortunadamente como el escenario más probable. En tal caso, en 2005 la demanda global crecerá más rápidamente que el PIB. Esto ya ocurrió en 2004, para el que estimamos aumentos del 8,5% en el PIB y del 10,8% en la demanda global. En el 2005 ellos serán menores, previéndose un 6,5% de crecimiento del PIB y un 8,2% de aumento de la demanda global, con el consumo creciendo igual o algo más que el PIB y la inversión aumentando algo más del 15%.

A pesar de no ser novedosa, la reiteración del desbalance entre la demanda global y el PIB acarreará en el 2005 tres novedades importantes. La primera es que la cuenta corriente externa mostrará un bajo superávit, del orden de los u$s 1.000 millones (equivalente a un déficit cercano a los u$s 1.500 millones con la metodología actual de debitar todos los intereses devengados e impagos por el default). Dado que la cuenta corriente externa dio un superávit de u$s 7.391 millones en 2003 y un estimado de u$s 2.000 millones en 2004, resulta que ella se revierte cerca de u$s 9.000 millones en sólo dos años. La reducción del saldo será en parte consecuencia de que el aumento de las importaciones superará sustancialmente, y por tercer año consecutivo, al de las exportaciones. Estimamos que entre 2002 y 2005 resultará un incremento acumulado del 43,3% en las exportaciones (tasa anual del 12,6%, con fuerte aporte de los precios), mientras que las importaciones se habrán multiplicado por 3,3 veces. La segunda novedad del 2005 la podemos tener por el lado de la cuenta de capitales. El sector privado no financiero, que es el componente más indicativo de la variación de la confianza, registró salidas de u$s 12.758 millones en 2002 y u$s 4.771 millones en 2003, pero se prevé que terminará con una leve entrada de capitales en 2004 que, con una renegociación exitosa de la deuda, sin dudas resultará más positivo.

Una tercera novedad del 2005 será que la inflación volverá a aparecer como un problema. No podemos saber exactamente cuál es hoy el PIB potencial, pero sí podemos estar seguros que el PIB real se acerca cada vez más a aquel, que existen sectores con muy escasa o nula capacidad ociosa y que la escasez de algunas categorías de trabajadores inducirá aún más presiones salariales que las observadas en la segunda mitad del 2004, a las que se agregarán las del sector público, con salarios muy retrasados y sindicatos que saben muy bien que el año electoral es el mejor para realizar una presión exitosa.

Curiosamente, y salvando las distancias, las autoridades económicas de los EE.UU. y las de la Argentina enfrentan desafíos análogos. Un exceso de demanda global con potencial inflacionario y mayor escasez relativa de dólares comerciales.

Las respuestas que se insinúan son, sin embargo, diferentes. Allá se optará inicialmente por dar prioridad a la política monetaria, no sólo para moderar la presión inflacionaria sino también para continuar atrayendo dólares financieros.

Esta política puede tener éxito en el corto plazo, aunque al costo de una desaceleración en principio moderada de la economía mundial y de una apreciación del dólar. Esta será casi seguramente transitoria porque a mediano plazo es inexorable la reducción de los déficit gemelos de los EE.UU., el externo y el fiscal.

La Argentina, por su parte, venía de superávit gemelos, pero el externo ya no estará presente en el 2005. Esto obligará a las autoridades a acentuar la utilización de la política fiscal, aumentando el superávit primario total -no necesariamente su participación en el PIB- para moderar la demanda global y las presiones inflacionarias, muy especialmente si se desea mantener además, como parece, el dólar a 3 pesos nominales. Será un desafío complejo, por tratarse de un año electoral y con un contexto externo algo menos favorable que hasta ahora. Pero si se lo resuelve satisfactoriamente se habrá dado un paso muy importante en la consolidación de la economía política vigente.