

El domingo, los radicales de la provincia de Buenos Aires y Catamarca eligieron sus nuevas autoridades. El análisis posterior de la elección y el mapa político que ésta deja puede pasar por una especulación acerca de los espacios y roles que cada uno ocupará en 2011 o por el mensaje que nos dejaron los correligionarios. El primero se lo dejo al periodismo y a los analistas políticos, yo me quiero centrar en el mensaje.
Más de 150 mil afiliados, entre catamarqueños y bonaerenses, eligieron autoridades partidarias. Semejante participación en una elección interna donde no están en juego candidaturas sino los espacios de gestión partidaria, desestiman a fuerza de militancia aquellos señalamientos que tildaban al radicalismo como un partido nacional vacío de militancia o más aún, aquellas actas de defunción anticipadas que nos enviaron desde varios lugares.
Los radicales comulgamos con un proceso de renovación, con el aire fresco de un cambio que cuenta con la legitimidad militante. Es ese militante radical quien dio el domingo una muestra cabal de su reencuentro con el partido. El radicalismo volvió a enamorar a los suyos, y lo mostró -cuando no- a través de procesos internos que resaltan por la transparencia y la participación.
El radicalismo además de mostrar que es un partido vigente, mostró algo que no muchas estructuras políticas pueden reflejar en la Argentina: las diferencias se procesan electoralmente, con consulta y participación. Es gratificante ver el compromiso de los militantes que, más allá del lugar donde los encontró la interna, el lunes se encontraron con un objetivo común: devolverle a la Argentina un radicalismo competitivo, comprometido, profundamente republicano y progresista.
La renovación del radicalismo ya no es un fenómeno aislado sino un proceso que se destaca por sí solo en la política nacional. Contamos entre los nuestros a miles de dirigentes que desde gestiones provinciales y municipales, concejos deliberantes, legislaturas provinciales y el Congreso de la Nación muestran que se puede hacer política con decencia, buscando el desarrollo nacional y propiciando la distribución de la riqueza.
Esta renovación no tendrá razón de ser si no refrescamos a la par la relación con la ciudadanía. Volver a enamorar a la gente de a pie es una misión para la cual demostraron estar dispuestos más de 150 mil afiliados el domingo.
A eso dedicamos nuestros mejores esfuerzos en este 2010. Construir un programa nacional, federal y participativo es el desafío. Hacerlo con otros actores afines del pensamiento democrático es la ilusión. Demostrar que se puede gobernar la Argentina del 2011 y devolver la previsibilidad, calidad institucional y desarrollo económico es nuestra responsabilidad.









