

Algunas revistas literarias invitan a sus lectores a competir en la invención de neologismos para describir actividades o conceptos que todavía no tienen nombre. En los mercados actuales, lo que hace falta es una palabra que indique lo opuesto a la formación de una burbuja.
Cuando decimos que se formó una burbuja, nos referimos a que los precios se han desconectado de los valores reales porque los que compran piensan que, pase lo que pase con los fundamentals, van a poder vender lo que han comprado a un precio más alto. Tarde o temprano esa burbuja va a estallar porque se agotará la cantidad de gente dispuesta a comprar a precios constantemente más altos. El estallido suele producirse anticipadamente, porque la gente se da cuenta de que esto es así.
La situación opuesta se produce cuando los precios se desconectan de los valores reales porque los que venden consideran que, pase lo que pase con los fundamentals, van a poder comprar lo que han vendido a precios constantemente más bajos, como está ocurriendo, por ejemplo, en el mercado de la vivienda de Estados Unidos. Por supuesto, la antiburbuja también colapsará en algún momento, porque se acabará la gente dispuesta vender a precios cada vez menores.
En el mundo de los mercados totalmente eficientes, todo lo que puede saberse de una acción, ya está en el precio. Pero, aunque ahora los analistas no son tan desmedidamente optimistas como en la era de las puntocom, y la regulación obliga a las empresas a brindar más información exacta sobre sus actividades, las burbujas de ambos tipos se producen porque es difícil creer que todo lo que puede ocurrir ya está calculado en el precio. La simple velocidad con la que el mercado asimila la información crea problemas y paradojas.
Pero las burbujas se expanden, no se achican, por eso necesitamos una expresión para describir a la antiburbuja. Tal vez la analogía pueda encontrarse en el mundo de la física. Observamos una burbuja cuando una cantidad diminuta de materia se expande para convertirse en un objeto muy grande. Lo opuesto es cuando una gran cantidad de materia se comprime para convertirse en algo pequeño. Hay que distinguir este proceso de los agujeros negros, de los que no surge valor, como ocurrió con Enron. Y hay que recordar que tanto en la burbuja inversa como en la burbuja propiamente dicha, la actividad especulativa y el impulso de la negociación alejan los precios del valor fundamental.










