

Probablemente la correcta administración del tiempo sea una de las cuestiones que más preocupan al hombre actual. Los socios de los grandes estudios corporativos no son ajenos a este problema. Porque aunque en su momento Herminio Iglesias creyese lo contrario, las horas del día son sólo 24. Y así, entre reuniones, viajes al exterior, deadlines y teleconferencias tratan de distribuir sus actividades de la forma más eficiente posible. Sin embargo, algunos abogados pueden más. Es que además del ejercicio de la profesión, dedican una buena parte de su tiempo a la docencia.
Éste es el caso de Rafael Manóvil, socio de M & M Bomchil y profesor de Derecho comercial en la UBA. A este especialista en sociedades, su actividad docente le insume, en promedio, 15 horas mensuales. Aunque aclara que otras actividades derivadas de su condición de profesor titular regular y del seguimiento de las novedades académicas en la materia le ocupan otro tanto.
En él la actividad docente y la profesional conviven hace tanto tiempo que hoy están casi integradas. Para evitar que el trabajo en el estudio se resienta, trata de dictar los cursos y clases en horario extremos del día. “Y el tiempo para el trabajo académico se hace a costa de casi no almorzar y extender las horas nocturnas , comenta resignado.
En cambio, Carlos Rosenkrantz, name partner de Bouzat, Rosenkrantz & Asociados, y profesor deResponsabilidfad Contractual y extracontractual en la UBA prefiere preparar las clases durante el fin de semana y dictarlas en el horario del mediodía. Por su parte, Gustavo Gallo, socio fundador del estudio homónimo y profesor de Derecho laboral en tres universidades, es el único que admitió que el trabajo en el estudio se resiente un poco con el tiempo que le insume la actividad docente. “Sin embargo, ambas actividades se retroalimentan, porque requieren actualización jurídica y casuística , explica.
Pero ninguno se queja del tiempo que la docencia le quita al ejercicio de la profesión. Es que todos reconocen que al training metodológico adquirido a través de las clases no podrían obtenerlo con otra actividad. Además, entienden que las clases son ejercicios argumentativos continuos que sirven para poner a prueba la mejor manera en que se resuelven los problemas que, como abogados, enfrentan en la práctica profesional. “Por eso, las clases bien pensadas y bien dadas, sirven para que uno gane con ellas , señala Rosenkrantz.
Mención aparte merecen las conferencias. La primera impresión que uno tiene acerca de este tipo de actividades, es que forman parte del quehacer académico, encontrándolas entonces íntimamente relacionadas con la docencia. Sin embargo, no todos son de esta idea. Aunque algunos profesores aseguran que es imposible escindir ambas actividades, otros simplemente les conceden una porción de tiempo porque las consideran directamente vinculadas con el desarrollo profesional.
Y hasta hay quienes tratan de evitarlas, por considerarlas prácticas menos interesantes que las clases y que el ejercicio de la profesión. Quienes pertenecen a este último grupo, tratan de dar conferencias en lugares más bien académicos, que les resultan más estimulantes para desarrollar sus ideas.
De más está decir que todos los consultados, además de ejercer la docencia, publican diversos artículos y libros. Es que la actividad académica estimula sin duda la publicación. “Además de ser una exigencia que se suele hacer llegar a los docentes , agrega Gallo.
Para Jorge Otamendi, socio de G.Breuer y profesor de postgrado en temas relacionados con la propiedad industrial y la Defensa de la competencia en la UCA, la docencia requiere de estudio y el estudio es la base para la publicación. Por eso la gran mayoría de los docentes escriben. “Aunque en mi caso, se dio antes escribir que la docencia , comenta.
Fernando Aranovich, socio de Marval, O’Farrell & Mairal y actual profesor de posgrado en el San Andrés y la UCA, hace suya una frase utilizada de manera corriente por los profesores norteamericanos: “Publish or perish (“Publicar o perecer ). Esta frase surge a partir de que en algunas universidades de Estados Unidos los docentes deben realizar un número determinado de publicaciones por año para mantener su puesto.
En cuanto a la actitud que como socios de una firma adoptan con relación a la docencia, hay varios puntos a analizar y posiciones encontradas para cada uno de ellos. Lo que demuestra que cada estudio es un mundo. Con relación al reclutamiento de abogados, por ejemplo, tanto Rosenkrantz como Aranovich y Otamendi sostuvieron no utilizar la docencia para es fin. En cambio, Gallo y Manóvil explicaron que, aunque nunca fue algo buscado deliberadamente, muchos alumnos destacados terminaron trabajando en sus estudios. Las mismas posturas opuestas surgen al interrogarlos acerca de la captación de nuevos clientes por medio de la docencia. Aquí, si bien todos resaltaron haberse acercado a la enseñanza sin segundas intenciones, Rosenkrantz y Otamendi se enlistaron en las filas del “No rotundo, mientras el resto de los entrevistados no fueron tan estrictos.
Gallo cree que la docencia es una fuente indirecta de clientes. Y Manóvil sostiene que si la enseñanza genera algún lazo comercial, este resultado se deriva del prestigio que el docente haya sabido cultivar desde el pizarrón o de su actividad como autor sobre algún aspecto del Derecho. “El prestigio acá no deriva de ser profesor sino de cómo se desarrolla esa actividad a lo largo del tiempo , explica.
En cuanto a las satisfacciones que la docencia les ha dado, todos aseguran que han sido muchas. Pero, ¿son mayores que las obtenidas en el ejercicio de la profesión? A todos los resulta difícil la dicotomía, ya que aseguran que en los dos ámbitos las experiencias han sido sumamente estimulantes y enriquecedoras.
Sin embargo, Manóvil aclara que si por docencia se entiende exclusivamente dar clases, la mayor satisfacción es el feedback que uno recibe de los alumnos y eso es permanente. “No es una satisfacción comparable con una discusión ganada en un congreso o un premio obtenido por un libro. Tampoco con el resultado de un juicio o un arbitraje o de una negociación exitosa , reconoce. Y Aranovich comenta risueño: “Mi familia diría que me dio más satisfacciones la actividad profesional, porque la docencia está tan mal compensada en la Argentina que es difícil vivir de ella para un profesional universitario .
Pequeño CV académico
Rafael Manóvil: Es profesor de Derecho Comercial en la UBA desde 1970 y director del Posgrado en Derecho societario de la misma universidad. Además, se desempeña como docente de maestrías de postgrado en la Universidades Austral y Di Tella. Ocasionalmente da clases en universidades del interior del país, en la Universidad de Ottawa y en la República Federal de Alemania. También fue profesor en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA durante 29 años.
Gustavo Gallo: Se desempeña como profesor de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social en la UCA desde 1981 y en la UBA desde 1988. También enseña en el postgrado de la Universidad del Museo Social desde 2003.
Carlos Rosenkrantz: Ostenta el título de profesor de Responsabilidad Contractual en la UBA, cargo que complementa con la docencia en el posgrado en la Universidad del San Andrés. También es Global Law Professor de la New York University.
Carlos Otamendi: Fue profesor de legislación económica en la UCA desde 1982 hasta 1992. Actualmente es docente de posgrado en la UCA e invitado regular en los posgrados de la Universidad Austral, UCES, UADE y algunas facultades de la UBA. Ocasionalmente dicta clases en
Rosario.
Fernando Aranovich: Ha sido profesor de economía política en el Colegio Nacional Buenos Aires y docente en la UBA en esta misma materia, además de dictar Derecho Romano. Hoy se desempeña como docente de posgrado en las Universidad de San Andrés y en la UCA.










