En tiempos difíciles, el arte local lo hace fácil. Tanto el grabado como el dibujo son dos disciplinas que han ganado adeptos entre quienes quieren darse un gusto y hacer una buena elección. Para los especialistas, la clave es saber elegir el vector que rige el gusto del mercado y los artistas que más se cotizan en estos días por su trayectoria pero, sobre todo, por su aporte innovador.

Producto de la falta de dólares con los que opera la economía, el arte, un reducto que siempre ha rendido sus frutos a los inversores, parece haberse adaptado a los tiempos que corren. Mientras el mercado bursátil pareció ser durante meses una alternativa redituable ahora menos y las tasas de interés dibujan un camino interesante que compite con la inflación, hay quienes diversifican. Eso sí: dentro del universo de especulaciones, existe y crece una casta de inversores que no sólo miran los números: también buscan darse un gusto.

La literatura especializada señala que el arte es sin duda una reserva de valor, siempre y cuando la elección sea la indicada; no todo arte suele ser una buena inversión pero sí todo inversor que se precie debe tener en su cartera obras de arte. Sobre este punto hay que detenerse: existen "filtros" para no equivocarse: la trayectoria del artista, los premios, y las disciplinas con mayor potencial de apreciación en el tiempo vienen al rescate del que recién se inicia. Precisamente, para aquellos interesados en dar los primeros pasos y formar una colección de arte con buena proyección, los especialistas mencionan al grabado como la disciplina artística que reúnen un combo irresistible: altísimo nivel de ejecución artística y precios accesibles (si se toma como referencia el valor al que llegan estos trabajos en la plaza internacional). "Creemos que en algún momento los precios locales tenderán a reflejar los internacionales", señalan en la jefatura de Arte del Banco Ciudad.

Si bien una obra puede superar largamente los $ 100.000, con menos de la mitad puede adquirirse un trabajo de artistas de renombre en estas dos disciplinas que habiliten el comienzo de una colección. Incluso las obras de pequeño formato, suelen registrar valores que se ubican por debajo de esas marcas. Hablamos de xilografías, aguafuertes, aguatintas, puntas secas, linóleos, litografías y técnicas mixtas de artistas de todos los tiempos. Carlos Alonso, Alfredo De Vincenzo, Pompeyo Audivert, León Ferrari, Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino o Emilio Pettoruti han sido siempre objeto de culto y grandes maestros del grabado. Sin embargo, los precios que ostentan sus obras pueden desalentar.

En esta línea, una de las artistas que marcha a la cabeza de los favores del mercado en la actualidad es la Premio Nacional, Zulema Petruschansky, quien se especializó en grabado en el taller del maestro Alfredo De Vincenzo, en la Escuela Ernesto de la Cárcova y en el Taller de la Gráfica, de La Habana, en Cuba. La obra de Petruschansky (foto) es un clásico de los coleccionistas y es parte de las más relevantes colecciones locales e internacionales, tanto de particulares como de las "permanentes" de los museos. Fallecida en 2014, la artista parece generar cada día mayor cantidad de adeptos a través de su obra de la que se realizará una muestra homenaje del 1 al 23 de octubre en el Palacio Raggio, Gaspar Campos 861, Vicente López.

Según especialistas, la obra de Petruschansky ha granjeado el beneplácito de los coleccionistas que buscan incorporar arquitecturas, geometrías, líneas gestuales, y el collage, todo guiado por una mano maestra del grabado, que despliega técnicas mixtas y que ha merecido el elogio de la crítica. Lo que se dice un clásico moderno.